LO MEJOR DE LA SEMANA

lunes, 29 de julio de 2013

Don José Porcuna Lozano, un baenense que llegó a Montoro para quedarse

Negativo rechazado de Don José Porcuna en el balcón de la Farmacia de la Plaza de España junto al
farmacéutico sobre 1931. Fuente: Archivo Hnos. Aguilar Pérez.
José Lucena Llamas
Me consta que don José Porcuna Lozano, es conocido por muchos de ustedes, incluso algunos tuvisteis el privilegio de conocerlo personalmente. Por lo que es posible que mucho de lo que os cuente ya lo habréis escuchado antes, sobre todo lo concerniente a lo cotidiano: anécdotas, dichos, trato con sus feligreses… Por ello, me centraré más en los datos sacados de los archivos que son menos conocidos.  Don José, según el testimonio de los entrevistados, era un hombre sencillo, profundamente humano, afable, socarrón, guasón, bromista, ocurrente, bondadoso, servicial, humilde y caritativo.
Un hombre que en todo momento supo estar, incluso en circunstancias difíciles y adversas como en la Guerra en la que llegó a peligrar su vida y en la que padeció prisión y fue obligado a realizar tareas no propias de su condición de sacerdote. Un hombre no más ilustrado de lo que su profesión le exigía.
Don José Porcuna (18-10-1893 a 19-12-1956)
Fuente: Fototeca Pasión por Montoro
Ojo!, pero no inculto. Un hombre sin relevancia cultural, política o económica, al que no se le conoce obra escrita, que no ha legado fundación ni bienes, pero que, aún hoy casi 60 años después de su muerte, se le recuerda por su bondad, por su entrega a los demás, por su labor pastoral, por su agudeza de ingenio, por su trato afable, por su “ buena pata”, por su Sermón del Paso.
Así era don José, un baenense que llegó a Montoro, cuando sólo contaba 24 años, y dedicó cerca de 50 años de su vida a sus feligreses montoreños, unos feligreses, que en más de una ocasión, que se rumoreó que trasladaban al bueno de don José, se personaban en Córdoba y convencían al Obispo para que lo dejara en Montoro. 
Obviamente, yo no conocí a don José, pero he escuchado hablar mucho y bien de él. Pronto me cautivó el personaje y decidí indagar en los archivos para contrastar y completar su biografía. Y en ello me puse. 
Coincidió que en abril de 1996, se celebró en Montoro la XXVII Reunión Anual de los Cronistas Oficiales de Córdoba y provincia. Y pensé que la ocasión era propicia para proyectar la imagen de don José a toda la provincia y, de alguna manera, incitar a las autoridades locales a que se comprometieran ante los Cronistas a tributarle el homenaje que la Corporación de 1956 había acordado en su día.
-BIOGRAFÍA
Los datos que conocemos de de don José proceden de los archivos del Instituto Provincial de Cabra, del Seminario de San Pelagio y del Obispado de Córdoba. Los archivos de la parroquia de San Bartolomé donde se bautizó fueron destruidos en la Guerra Civil.
Solicitud de ingreso para perfeccionar latín
Por la copia de la partida de bautismo, sabemos que le pusieron por nombre José María Lucas, que nació en Baena un 18 de octubre de 1883, a las once de la noche y que sus padres fueron Antonio, labrador y Dolores; sus abuelos paternos, José Porcuna y Dolores Trujillo; los maternos, Vicente Lozano y Mª Dolores Romero.
Nació en la casa número 63 de la calle Nueva, hoy Nicolás Alcalá 59. Todos sus abuelos eran naturales de Baena. Los paternos vivían y eran vecinos de dicha ciudad; los maternos habían fallecido. Don José estudia las primeras letras en Baena y el Bachillerato en el Instituto de Cabra. Cuando aún no había cumplido diez años, aprueba los exámenes de Ingreso.
Un examen muy fácil si lo comparamos con los que la mayoría de nosotros conocemos. Consistió en una cuenta de multiplicar de dos cifras y un dictado. Su expediente académico Bachillerato es el de un estudiante normal que supera los exámenes con Aprobado, algún Bien y algún que otro Notable. Sin haber cumplido 16 años, en septiembre de 1900, inicia los estudios eclesiásticos en el Seminario de San Pelagio de Córdoba. En el Seminario estudia dos cursos de Humanidades, cinco de Teología y uno de Derecho Canónico. Aprueba todas las asignaturas con BENEMERITUS, nota con la que aprueba en el Seminario todos los estudios eclesiásticos.
El documento recoge con detalle todo el proceso curricular en el Seminario. Como se puede comprobar aprueba todas las asignaturas con “BENEMERITUS”, es decir, con Notable. Una pequeña aclaración: Seis=aprobado “MERITUS”, Siete=“BENEMERITUS”, ocho= “VALDEMERITUS”, nueve= “MERITISSIMUS” y diez= “MERITISSIMUS CUM LAUDE” .
Casa de la calle Antonio Garijo donde vivió Don José Porcuna.
El 27 de marzo de 1909, es ordenado sacerdote y destinado a la Parroquia de Santa María la Mayor de Baena, su nueva parroquia. En su pueblo estuvo sólo dos meses, pues, el 1 de junio, tomó posesión de la plaza de Capellán del Hospital de Jesús Nazareno con un haber anual de 1375 pesetas.
Cuando don José llegó a Montoro, se instaló, según don Pedro Zurita Centella, en una casa de la calle Coracha donde residió muy poco tiempo, pues pronto se trasladó a la calle de las Morenas. Este fue su domicilio hasta que, pocos años antes de su muerte, se trasladara a la calle Salazar. Esta casa es la que Leonor Benítez Benítez donó para vivienda del capellán del Hospital.
Un año después, 1910, es nombrado capellán del cementerio con carácter interino y a finales de 1914, es nombrado capellán titular. En 1920, es designado Coadjutor de la Parroquia de San Bartolomé, cargo que ostentó hasta el comienzo de la Guerra. Cuando acaba la Guerra, es nombrado Coadjutor de la Parroquia de Nuestra Señora del Carmen. En esta parroquia, desarrolla su labor pastoral hasta que un 19 de diciembre del año 56, a las cinco de la mañana, le sobrevino la muerte como consecuencia de un carcinoma pulmonar.
-SU ENTIERRO
Partida de defunción de Don José Porcuna, fallecido a los 73 años.
Esquela aparecida en el periódico el día posterior a su fallecimiento.
El entierro fue una ingente manifestación de dolor y un evidente testimonio de amor y afecto de todos los montoreños, pues don José se había granjeado el cariño y respeto de todos.
Unos le admiraban por su carácter afable; otros porque en reiteradas ocasiones habían sido socorridos por su mano generosa; otros porque ellos o sus familiares, en tiempos difíciles y de hambre habían sido bautizados, casados o enterrados sin tener que pagar ni una sola peseta; otros porque jamás acusó a nadie y, de una manera ejemplar, socorrió tanto a vencedores como a vencidos, pues para él todos eran hijos de un mismo Dios.
El entierro que, según Pedro Calleja, llevaba no menos de siete capas, se organizó al estilo y usanza de la época: féretro descubierto, dejando ver el rostro, portado a hombros, cortejado por todos los eclesiásticos con destino en el pueblo vestidos con casulla y alba, y por multitud de fieles. Hombres, mujeres y niños acudieron a dar su último adiós a don José. Los niños corriendo delante y observando el cortejo fúnebre desde poyatos, ventanas y balcones; los mayores portando el féretro por turnos o acompañando y rezando durante todo el trayecto.
Aunque el funeral se celebró en el Carmen, los organizadores quisieron que su último viaje lo realizara por las calles que tantas veces lo vieron pasar. La apesadumbrada comitiva bajó por la calle Alta, se detuvo ante la Parroquia de San Bartolomé y continuó por la Corredera hasta el templo. La ceremonia se celebró con la solemnidad y boato correspondiente a un ministro del Señor. Tras la función religiosa, es portado a hombros, hasta el cementerio.
Comitiva y montoreños que acompañan el féretro de Don José Porcuna por la Calle El Santo.
Fuente: Archivo Hermanos Aguilar Pérez.
Fue inhumado en un nicho del frontal izquierdo del primer patio. Por encima de su tumba reposan los restos de Trinidad Carvallido de Osuna, madre del padre José, carmelita actualmente en proceso de beatificación. Don José pudo haberse enterrado en el panteón que posee la familia en su pueblo natal, pero prefirió quedarse en Montoro para siempre.
Por cierto en la lápida figuró durante un tiempo la siguiente inscripción: “Juana Caballero, siempre muy agradecida”. 
El epitafio levantó ciertos comentarios tendenciosos y malintencionados. Insinuaciones de este tipo ya se las habían hecho a don José. En cierta ocasión, una mujer le comentó: Don José, andan diciendo por ahí que usted “corre” con Juana Caballero. Don José que tenía el pie vendado, le contestó: Niña cómo voy a correr si no puedo ni andar.
Lápida de Don José Porcuna en el Cementerio de Montoro
Lo cierto es que Juana fue el ama de llaves de don José, desde que finalizó la guerra hasta la muerte de este. Don José la acogió en su casa cuando su marido Rafael Expósito estaba en prisión donde fue fusilado, pese a las gestiones realizadas por don José para salvarlo. 
 Si a esto añadimos que don José le dejó 140.000 pesetas y todos sus muebles, a excepción de un sillón y cuatro sillas que se las dejó a su amigo Paco Pérez, es comprensible que la buena mujer quisiera agradecérselo siempre. El ayuntamiento, un mes después acordó pagar los gastos del sepelio y cambió la lápida. Una descripción completa del entierro apareció en un artículo publicado en Diario Córdoba un día después de su muerte.
-LA GUERRA CIVIL
El Padre Porcuna, al igual que el resto de religiosos y sacerdotes pertenecientes al clero secular o regular, vivió unos delicados momentos al comenzar la Guerra. Todos los religiosos fueron detenidos, ultrajados y, muchos de ellos desposeídos del don más preciado del hombre: la vida.
Don José, gracias a sus vecinos, en general, y a Francisco Ruiz Olaya “El Margarito”, salvó su vida. Francisco Ruiz era sobrino de Diego Olaya Pabón (Alcalde que fue fusilado en Córdoba junto a otros alcaldes). Sus vecinos no pudieron evitar que lo encarcelaran y que tuviera que ganarse el pan con el sudor de su frente. Según nos contó, el montoreño Rafael Madueño Canales, el que fuera Canónigo de la Santa Iglesia Catedral de Córdoba, recientemente fallecido, los trabajadores recibían cinco pesetas por día trabajado.
Don José Porcuna junto a su amigo Francisco Pérez a finales de los cuarenta. Fuente: Archivo Hnos. Aguilar Pérez
Además de don José, salvaron su vida Ángel Antonio Alacid Caballero, que, según Madueño Canales, no fue molestado y lo colocaron “en una oficina del ayuntamiento”, Antonio Ramírez, Párroco de S. Bartolomé y Antonio Moreno que se habían marchado del pueblo antes de que entraran los que a la postre perdieron la Guerra.
Trabajó en el cementerio, en el camino de Capilla, en las cuevas del Retamar, en el plano de la feria, incluso en la cocina del hospital. El 22 de diciembre, momentos antes de que las tropas de Franco tomaran Montoro, fue trasladado junto a otros montoreños a la prisión de Jaén. Allí estuvo recluido hasta el verano de 1937.
Su sobrina Antoñita- ella y su hermana Anita cuidaron a su tío por temporadas-, nos contó que corrió el rumor de que había muerto. Su tío le contó que había pasado mucho miedo y que, cuando fueron a liberarlo a él y a sus compañeros de celda (un sacerdote y un joven de 17 años), creyeron que había llegado su última hora y se pusieron a rezar.
Según nos contó Miguel Rojas, su padre que había sido nombrado Secretario del Gobierno Civil de Ciudad Real fue el que intercedió para que pusieran en libertad a don José. En la casa de los Rojas, permaneció, junto a varias monjas del Hospital y de Félix Vacas hasta el final de la guerra.
-LABOR PASTORAL
El grueso de su labor la desarrolló día a día con sus feligreses, con los que siempre estuvo, pues según consta en su expediente, sólo tomó vacaciones en siete ocasiones, las últimas en 1927. 
Don José Porcuna junto a Francisco Orteda del Moral en la Plaza de Toros de Montoro
Todos los entrevistados coinciden en que fue un gran cura, una “buena persona”, caritativo, entregado a los demás, que se trataba con todos “chicos, medianos y grandes” sin distinción de clases. Pedro Calleja Serrano nos contó que cuando llegaba una pareja pá casarse, o a bautizar a un hijo o tenía que enterrar a alguien, llegaban le contaban las penas y lo hacía de balde, entonces no había dos perras gordas en Montoro. Y continúa Pedro: Iba a visitar a los enfermos  y les llevaba lo que podía. Ese es el mejor padre cura que había aquí en Montoro. 
Podría seguir con más testimonios los del propio Pedro Calleja y su hija, familiares de Francisco Poblete Rodríguez, Rosario y Angelita Román, Pedro Sánchez Criado, Juana  Soriano Moreno, Silvina Canales, y otros que no quisieron que se revelaran sus nombres, pero se alargaría demasiado.
-TESTIMONIOS ESCRITOS
Cuando don José solicitaba un permiso o se presentaba a los exámenes Sinodales, sus superiores hacían un informe sobre su labor. Todos coincidieron en que siempre vestía traje talar, llevaba la tonsura bien señalada y cumplía con sus deberes de sacerdote. Don José desde que llegó a Montoro hasta que fue nombrado Coadjutor de San Bartolomé en 1920 estuvo dedicado por completo a sus enfermos del Hospital, a ejercer sus funciones de capellán del cementerio y a la celebración de algunas ceremonias religiosas en la Parroquia de San Bartolomé. Como el bautizo de la niña Antonia Ortiz Martínez que fue su primer bautizo en Montoro (13 de julio de 1909).
Unos meses después de ser nombrado coadjutor de la parroquia de San Bartolomé, dimitió de las dos capellanías por falta de entendimiento con el ayuntamiento (pidió más sueldo), y, desde entonces hasta el inicio de la contienda Civil, se dedicó por completo a su Coadjutoría. 
Juana Coronado Gómez y Don José. Abril de 1954
Una de las últimas instantáneas del sacerdote.
Por todos es conocido el buen humor de Don José, como él daba bromas también se las daban a él. Un día de los Inocentes, en la Alcaparra, el conde de Casillas, que también era un guasón, le ofreció una copita de anís, pero le puso carabaña. Un día de San José, su amigo Paco Pérez, el practicante abuelo de los hermanos Aguilar Pérez, le mandó a don José el jamón que le tenía prometido. El jamón muy bien envuelto era de madera.
Al terminar la Guerra, es nombrado coadjutor de Nuestra Señora del Carmen en sustitución de Ángel Antonio Alacid Caballero, que fue nombrado párroco de Espiel. Con el padre Ángel, aunque tenía16 años menos que don José, había compartido amistad y afición a la cría de canarios. Ambos murieron en el 56, don Ángel un mes antes que don José.
Don José se incorporó pronto a la parroquia, ya que el 11 de mayo del 39 bautizó a Francisco Antonio Benítez García. También que siguió administrando sacramentos hasta pocos días antes de su muerte, oficiando su última misa, el 13 de noviembre anterior a su muerte, por el alma de Diego de la Cruz Vera, padre de Manuel de la Cruz, quien fuera Presidente de la Agrupación de Cofradías.
-AFICIONES
Un amigo suyo que no quiere que se conozca su nombre nos dijo que las grandes pasiones de don José eran Montoro, su Semana Santa y los canarios. Era un gran aficionado a los toros, un empedernido fumador, asiduo tertuliano en el estanco del Charco y amante de las tradiciones montoreñas. Nos contó Pedro Calleja que: “Cuando no tenía que hacer ná se iba al estanco del Charco. Allí decía un disparate a uno, un disparate a otro”, se tomaba un cafetito, algunas veces, también una copita de anís. Frecuentaba también el club Cañero, Bar Madrid y Bar Yépez en los que caía algún que otro medio de vino, otra de las aficiones de don José.
Un sermón del Paso “verdá, explicando tó, tó lo que.., tó”. Pero este Sermón del Paso que dicen ahora es más política que otra cosa... Siempre ha dicho el Sermón del Paso él, desde que yo lo recuerdo hasta que se murió. Era un entusiasta y un enamorado de la Semana Santa de Montoro. Su afición a los toros era manifiesta, acudía a todos los festejos y, cuando la faena no era buena, expresaba su disconformidad vehementemente.
El último domingo de abril, iba al Valle de Corcomé para festejar a la Virgen de la Fuensanta y, tras la procesión y los actos religiosos, se reunía con sus amigos para comer y beber “en amor y compaña”.
Sermón del Paso en la Plaza de España de Montoro a finales de los veinte o primeros años de los treinta.
He dejado para el final el reconocimiento oficial a su labor. Una semana antes de su muerte, el Ayuntamiento le nombra Hijo Adoptivo y acuerda realizar varios actos en su honor. En la primera sesión después de su muerte, se hace constar: “el verdadero y hondo sentimiento que el suceso ha producido en la población … y el sentimiento  de la Corporación por dicho fallecimiento, disponiéndose correr con todos los gastos del sepelio. Se pagaron los gastos, pero lo relativo al homenaje quedó en papel mojado. Hubo que esperar a 1996 para que se retomara el asunto.
Como ya he dicho, en la reunión de cronistas reclamé que se cumpliera el acuerdo de la Corporación de 1956 y denuncié el trato discriminatorio sufrido por don José con respecto a Sor Josefa Artola, a quien, habiendo muerto diez años después, tras declararla “Hija Adoptiva”, se rotuló una calle con su nombre. Solicité que, aunque sólo fuera por agravio comparativo, figurase su nombre en una de las calles montoreñas. Tanto el Alcalde, Antonio Cañas, como el entonces Concejal de Cultura, Antonio Sánchez que estaban presentes se comprometieron a realizarlo.
Y, unos dos meses después, llevaron al Pleno la propuesta de poner su nombre a una calle. Se aprobó la propuesta, pero no había calle disponible. Antonio Sánchez propuso cambiar el nombre a una de las existentes, pero el PA e IU se opusieron, quedando el acuerdo en suspenso hasta que hubiera calle. Tuvieron que pasar diez años para que por fin se hiciera justicia. El pleno del 22-05-06 acuerda con abstención de IU se asigne el nombre “SACERDOTE D. JOSÉ PORCUNA” a la calle V1 y V2 del proyecto de reparcelación UA-4 donde se están construyendo viviendas de promoción pública. Igual se acordó para el Padre Luis Ruano.

2 comentarios :

  1. Solia decir: "Quien tiene dinero es porque lo ha heredao o lo ha robao. Nadie se enriquece honradamente trabajando"
    A la cera de las calles, tras la Semana Santa: "Lágrimas de jervor (fervor)" Por eso, solía comentar que Montoro no tenía fervor semasantero, sino "hervor de fé"

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  2. Se pelaba en la barberia de Juan Miguel Majuelos. En la calle Gral.Franco(Corredera) 73 hoy desaparecida.

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