LO MEJOR DE LA SEMANA

lunes, 3 de noviembre de 2014

Evolución de la indumentaria cofrade penitencial en la Semana Santa; el caso particular de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno de Montoro.

Nazareno de Montoro en la Plaza de Jesús a inicios del pasado siglo. Detalle de hermanos de
 luz vestidos con la tradicional túnica de Padre Jesús.
Francisco José Aguilar Pérez
La Semana Santa en España y más concretamente en Andalucía, es una manifestación religiosa multitudinaria en la que participamos gran parte de los andaluces, está enraizada en el ser y en el genio andaluz. El pueblo andaluz por antonomasia es emotivo, gustándonos manifestar nuestros sentimientos de forma colectiva y sin el rubor que experimentan más allá de nuestras fronteras; esa puede ser la razón por la que nuestras Semanas Santas tienen un sello especial a las del resto de España. Este sello diferencial puede ser debido seguramente también a nuestro clima benigno o a nuestro entorno natural sureño de una prodigalidad excepcional, especialmente en primavera cuando se celebra la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Cristo. Los montoreños que vivimos a orillas del Guadalquivir, no podemos estar ajenos a estas manifestaciones religiosas de nuestra tierra, más aún estando en un solar milenario, heredero de culturas que tanto valor le daban a divinidad como eje de la vida de los hombres.
¿Pero como surgieron las cofradías y como salían a la calle los antiguos cofrades montoreños en nuestra Semana Santa?. Las cofradías penitenciales de Semana Santa hunden sus raíces en el culto a la Pasión de Cristo iniciado a partir del siglo XIII en Italia, extendiéndose en las dos centurias siguientes por Francia, Alemania, Países Bajos y por la parte occidental de la cuenca mediterránea, coincidiendo en el tiempo con las grandes calamidades (guerras, hambrunas, pestes) que sufrían los europeos. Durante los siglos XIII y XIV las mentes supersticiosas de la época, achacaban estos desastres al castigo divino, apareciendo grupos que abogaban por la flagelación como única solución para aplacar la ira de Dios. Proliferaron por tanto cofradías o grupos de disciplinantes que se flagelaban o azotaban públicamente sobre todo el Jueves y Viernes Santo imitando los tormentos sufridos por nuestro Salvador el Hijo de Dios, así teóricamente conseguían la perfección del espíritu mortificando el cuerpo; era una forma de imitar a Cristo para redimir nuestros pecados, “fortificando el espíritu” como ellos decían.
Apóstol de Montoro en el Postigo a inicios del siglo veinte.
Fuente: Archivo Municipal de Montoro.
Hay que apuntar además, que los hermanos de las antiguas cofradías penitenciales, donde las Cofradías de la Vera-Cruz era las más importantes los había de dos clases; los hermanos de sangre o flagelantes, y los hermanos de luz, que portaban grandes velas o hachas encendidas acompañando el cortejo procesional. La visión de miles de hermanos cofrades de sangre y de luz por todas las poblaciones de la geografía española, ataviados con rudos sacos que dejaban la espalda al aire visiblemente ensangrentada y preservando su identidad con capirote o capillos de lienzo, ya de por sí dejaba al público impresionado. Pero si además, estas manifestaciones se realizaban generalmente a la caída de la tarde, con cirios o hachas encendidas, cantando letanías en el silencio de la noche, acompañados de bocinas o trompetas de metal que sonaban al compás de los chasquidos de los latigazos; la estampa de su contemplación dejaba al pueblo con el alma sobrecogida.
Una de las primeras cofradías penitenciales en Andalucía, sino la primera, fue la de la Vera Cruz de Sevilla, que según se cree y dice salió a la calle por primera vez en 1468, siendo aprobadas sus originarias reglas en 1501. Pero es a partir de la Concesión de indulgencias por el Papa Paolo III en 1536 a todos hermanos disciplinantes que participasen en las cofradías penitenciales, cuando se experimenta una dinamización espectacular de todas ellas, extendiéndose como reguero de aceite por lo largo y ancho de la geografía peninsular e hispanoamericana (variados y extensos países hermanos con los que nos unen fuertes lazos, no sólo en la lengua, sino también culturales y religiosos), sobre todo en el siglo XVI. El original de la concesión dicha bula llegó a la capital primada de España, de donde pasó a Sevilla el día 15 de mayo de 1539. La contrarreforma y el concilio de Trento tuvo mucho que ver en esta revitalización de las cofradías en el mundo cristiano, sobretodo en su afán de luchar contra el protestantismo.
Vamos a ver lo que pasó pocos años después en Montoro con todo lo dicho anteriormente. La cofradía más antigua en nuestra ciudad, como todos sabemos, es la de la Vera Cruz, erradicada en la Iglesia de Santiago desde sus orígenes, siendo auspiciadas con toda seguridad por los franciscanos establecidos en el Convento de San Francisco del Monte en la cercana Villa de Adamuz. La Cofradía de la Vera-Cruz, es junto a las cofradías de Nuestra Señora de las Angustias y la de Jesús Nazareno, las más antiguas que conocemos en Montoro.
Salida de Ntra. Sra. de las Angustias de Montoro la tarde del Jueves Santo de 1934.
Será en el largo mandato del Obispo de Córdoba don Leopoldo de Austria (1541-1557) tío del Emperador Carlos V, donde este proceso de expansión y potenciación de las cofradías penitenciales se acelera considerablemente, sobre todo para las cofradías de la Vera Cruz, coincidiendo con la terminación de la construcción de la Parroquia Mayor de San Bartolomé donde aún hoy en día se puede observar en la fachada que da a la plaza y en la base de la torre parroquial el escudo de este prelado cordobés. Hay que pensar en este momento, que la cofradía penitencial de la Vera Cruz montoreña estuviera funcionando algunos años antes de la aprobación de sus estatutos en 1554, pero lo más excepcional e interesante de nuestra cofradía es el hecho de que sus reglas por suerte para los montoreños son las más antiguas conservadas hasta el día de hoy en la provincia de Córdoba, dándonos una idea exacta de su funcionamiento. Estas reglas estuvieron a punto de desaparecer en el caos de ignorancia y salvajismo que se produjo en el pasado siglo, me estoy refiriendo a la Guerra Civil española de hace casi ochenta años, donde estuvieron a punto de desaparecer para siempre. Con gran acierto fueron sacadas de archivo parroquial de San Bartolomé a tiempo y felizmente recuperadas para el Archivo Diocesano, devolviéndoles el valor devocional e histórico que siempre tuvieron entre los montoreños, gracias en gran medida a los recientes trabajos y a la labor de investigación de don Manuel Nieto Cumplido y don Juan Aranda Doncel. Los montoreños tuvimos la suerte hace pocas fechas de tener en Montoro estas reglas en una exposición antológica celebrada septiembre de 2013 en la Iglesia de Santiago.
De estas reglas o estatutos sólo voy a entresacar lo que me interesa, remitiendo al lector inquieto por el tema al trabajo y conferencia realizado en 1991 por don Juan Aranda Doncel en los “III encuentros de historia local Alto Guadalquivir”, celebrados en Montoro en la Sala Capitular de nuestro Ayuntamiento titulada; “COFRADIAS PENITENCIALES Y SEMANA SANTA EN MONTORO DURANTE EL SIGLO XVI: LAS CONSTITUCIONES DE LA HERMANDAD DE LA VERA CRUZ”. En el presente número de esta revista “Cruz de Guía de 2014”, amablemente don Juan Aranda nos ha dejado reproducirlo íntegramente, por lo que le estamos muy agradecidos. Pero como digo, ahora sólo me centraré en estas reglas en lo tocante a la indumentaria de los primeros penitentes montoreños; nos dicen así las Reglas de la Vera Cruz de Montoro de 1554 al respecto:
“Otro sí ordenamos que todos nuestros hermanos y cofrades que son y serán en esta nuestra cofradía hagan a su costa cada uno una túnica de lienço blanco que cubra todo su cuerpo hasta los pies con un capirote del mismo lienzo puesto en la cara, por insignia una cruz verde. Y assimismo una disciplina de cáñamo con sus rosetas y ramales, según que en esta nuestra cofradía las tenemos. Y el nuestro prioste les mostrará para que el jueues de la cena cada uno tenga su aparejo y recado, y lo tengan para el dicho effecto y no dispongan dello y que ninguno lo pueda prestar a otro que no sea cofrade para que se discipline el Jueves sancto ni otro ningún día del año ni menos a salir el tal cofrade con ello otro día alguno fuera del jueues de la cena, si no fuere con licencia y parescer de nuestro prioste y officiales, so pena que el que lo tal hiziere pierda la dicha túnica y disciplina y pague mas en pena una libra de cera, todo para el arca de nuestra cofradía y costas que en ella son menester, esto por evitar murmuración y parescer del pueblo”.
En imagen las dos tomas más antiguas de una procesión en Montoro, fechadas en 1896, nos muestra como era la
procesión de Ntro. Padre Jesús Nazareno y Ntra. Sra. de los Dolores de Montoro.
Una vez sabida fehacientemente la indumentaria de los primeros cofrades montoreños del siglo XVI, recordado como se extendieron las primeras cofradías penitenciales en Europa y en mundo, así cómo analizado cómo, dónde y cuándo surgió la primera cofradía oficial en Montoro, vamos a ver ahora lo que ocurrió con la evolución de las demás cofradías a lo largo de los siglos. Nos centraremos pues, en la indumentaria de la también penitencial Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno de Montoro, vinculada estrechamente a la cofradía de la Vera Cruz en sus formas y maneras de procesionar sobre todo en los primeros años, pero distanciándose poco a poco de ella mediante un matiz menos radical. La Cofradía del Nazareno adopta otro espíritu más abierto y tolerante de ahí su éxito, siendo un auténtico catalizador y aglutinador de toda la ciudad de Montoro en las centurias siguientes y prácticamente hasta nuestros días. Dándonos una lección que nos debe llevar a entender que los radicalismos y fanatismos no llevan a ningún sitio, ni prosperan en el tiempo. Las cofradía de la Soledad de Nuestra Señora, también conocida con la advocación de las Angustias o Quinta Angustia son las segundas cofradía penitenciales de disciplinantes en aparecer. Las terceras en orden de antigüedad serán las de Nuestro Padre Jesús Nazareno, que son las que aquí nos interesan y que sin duda serán las que atraerán y acapararán en gran medida el fervor popular entre todas las capas sociales de finales del siglo XVI y comienzos del XVII en muchas poblaciones de ámbito hispánico. Un dato significativo es que a partir de su implantación todos los penitentes en la Semana Santa, pasan a llamarse nazarenos, eso nos dice mucho de su éxito.
Durante los recorridos de las cofradías de Jesús Nazareno en la mañana del Viernes Santo se introducen algunos elementos importantes de cambio, tanto en las formas como en la indumentaria, van descalzos y portan pesadas cruces de madera al hombro en imitación del camino del Calvario de Cristo en vez de flagelarse, van a su vez ataviados con túnicas generalmente moradas, con una soga de esparto ceñida al cuello y a la cintura, capirote o capillo del mismo color. La supresión de los disciplinantes en 1777 por Carlos III afectará radicalmente a las cofradías de sangre, especialmente a las cofradías de la Vera Cruz y potenciará a las cofradías menos radicales como las de Jesús Nazareno, el iniciador de este cambio en la Semana Santa será el Obispo Marcelino Siuri en 1718 con un rechazo frontal y crítica a la religiosidad popular bajo unos parámetros ilustrados, pero el brazo ejecutor en nuestra la provincia será el Obispo Miguel Ángel Cebrián que partir de 1742 intentará y algunas veces conseguirá erradicar algunas tradiciones asentadas a lo largo de los años anteriores. Después vendrían muchos más ataques a nuestra religiosidad popular en momentos puntuales de nuestra historia, tanto por parte de la autoridad eclesiástica como gubernamental, pero no quiero detener en ello, pues más bien mal si los montoreños hemos ido sorteando todos esos ataques y saliendo a la calle acompañando a nuestro querido Nazareno.
Túnica de Padre Jesús de Montoro a finales del S.XIX en esta fotografía de grupo.
Nuestra Cofradía Nazarena de Montoro como ya he esbozado, aparece casi con toda seguridad en los dos últimos lustros del siglo XVI o en los primerísimos años de XVII, su indumentaria que como hemos visto al principio consistía en túnica y capillo morado portando pesadas cruces al hombro como en todas las cofradía nazarenas de la época va a ir variando a lo largo de los siglos. La documentación gráfica más antigua de la que disponemos actualmente de una procesión en las calles de Montoro se remonta a 1896 y se nos presenta a esta Cofradía a su paso por la Plaza del Charco el Viernes Santo, es una doble toma de las destruidas imágenes del antiguo Nazareno y de la Dolorosa, no es una casualidad, pues era y es la cofradía más popular de Montoro. En estas dos tomas cuyo valor devocional e histórico es incalculable, se nos muestran la indumentaria nazarena de sus hermanos cofrades, indicándonos el arraigo que esta cofradía tenía entre los montoreños en aquellas fechas, dándonos una idea de la herencia que acarreaba y que se mantiene totalmente en la actualidad en sus aspectos fundamentales. En lo primero que reparamos en estas dos antiguas tomas fotográficas es en la existencia de dos tipos de nazarenos, ambos ya han perdido las pesadas cruces al hombros y los cubrerrostros de los orígenes de la Cofradía Nazarena, limitándose sólo a acompañar a sus imágenes titulares en un aparente desorden. Ambos tipos de nazarenos portan unos gruesos y altos velones o hachones, que la gran mayoría lleva sin encender a modo de báculo, ambos tipos de nazarenos portan también los típicos cordones que más tarde vamos a analizar y se diferencian unos de otros solamente en que unos llevan una especie de gran cuello de color oscuro con grandes solapas y los otros no, este último tipo es el que hoy podemos ver acompañando a la Cofradía y que se han mantenido. Esta distinción no sabemos actualmente porqué se daba, poseyendo con toda seguridad una explicación lógica, que actualmente por lo menos a mí se me escapa, dudando mucho que fuese un capricho de los cofrades del siglo XIX y comienzos del XX, algo los diferenciaba, ya fuese la clase social, o alguna función dentro de la Cofradía.
Cofrades con la túnica de Padre Jesús a finales del S.XIX. Fuente: Archivo José Meroño
Pero vamos a prestar atención a la indumentaria nazarena del Viernes Santo que ha llegado hasta nosotros, para ello voy a utilizar la estampa egregia de uno de los personajes más influyentes en la regeneración de la Semana Santa montoreña después de la Guerra Civil española y que le dio nombre a una de las composiciones musicales escrita por don Juan Mohedo Canales que más hondo han calado en el sentir de la Semana Santa montoreña; me refiero a don Juan García Cano. Esta antigua fotografía procede del archivo familiar de sus descendientes, fue publicada por primera vez en el “I álbum de la Antigua Semana Santa de Montoro”, que editó la Cofradía del Stmo. Cristo de las Penas padre en todos los Viernes Santos acompañando a sus Coros de Padre Jesús Nazareno, que dicho sea de paso él fue uno de los primeros en valorar, impulsar y rehabilitar, pues se encontraban totalmente perdidos a mediados de los años 80. Como podemos ver la indumentaria tradicional del hermano cofrade nazarenos montoreño que acompaña a su Cofradía durante la madrugada o tal vez es miembro del antiquísimos Coro de Nuestro Padre Jesús y María santísima de los Dolores, consiste en una túnica morada con cordones amarillo de yesca y portando hasta aproximadamente los años 50 un gran hachón de color amarillo. La túnica está compuesta de una gran abotonadura de pequeños botones morados en su parte frontal que partiendo del cuello llegan hasta los pies de la túnica talar.
La parte más noble de la indumentaria está generalmente compuesta por los cordones de yesca, que según la opulencia económica de su portador hacen más hincapié en los bordados de los detalles de la pasión de Cristo en sus tradicionales “canutillos” y sobre todo en su pecherín, que representa al nazareno con su túnica morada y su Cruz a cuesta, generalmente con una cara recordada en papel o tela haciendo la veces del rostro de Nuestro Salvador, rodeado de rosa bordadas con pequeñas lentejuelas y alambres artísticamente y primorosamente colocados. Este pecherín, representa al Nazareno en miniatura recogiendo a su vez el cordón de yesca que rodea el cuello del cofrade nazareno, realizando la función además de juntar los cordones que proceden del cuello, para a partir de él también volverlo a dividir y dirigirlo en dos ramales independientes a derecha e izquierda hasta caer por debajo de la cintura en forma paralela y siempre en el frontal de hermano nazareno en dos ramales hasta los pies. Con casi toda seguridad es una evolución de las antiguas disciplinas, pues estos ramales junto con el tercero que sale directamente del cinturón de los cordones de yesca, terminan en unos artísticos madroños que imitan este elemento de las antiguas disciplinas.
Los cordones constan como digo de dos piezas, una hace las veces de cinturón y del ramal central que cuelga de la cintura hasta los pies y la otra pieza consta de los cordones que rodeando el cuello del cofrade y siguen en dos ramales más a izquierda y derecha pasando muy abiertos por el cinturón y colgando en conjunto los tres ramales desde la cintura hasta casi el suelo. Terminan los tres ramales en una especie de gran enrejado de borlas moradas y amarilla, llamadas en Montoro “madroños” como he dicho. Decir también que el cinturón tiene anudados un número variable de pasadores o hebillas moradas en pequeños tramos y terminando en un primoroso enganche.
Detalle de los cordones.
Fuente: Francisco Aguilar
Detalle de los canutillos.
Fuente: Francisco Aguilar
Los cordones constan como digo de dos piezas, una hace las veces de cinturón y del ramal central que cuelga de la cintura hasta los pies y la otra pieza consta de los cordones que rodeando el cuello del cofrade y siguen en dos ramales más a izquierda y derecha pasando muy abiertos por el cinturón y colgando en conjunto los tres ramales desde la cintura hasta casi el suelo. Terminan los tres ramales en una especie de gran enrejado de borlas moradas y amarilla, llamadas en Montoro “madroños” como he dicho. Decir también que el cinturón tiene anudados un número variable de pasadores o hebillas moradas en pequeños tramos y terminando en un primoroso enganche. Después del pecherín con la efigie del Nazareno en miniatura, le sigue en calidad artística y trabajo artesanal nos tradicionales “canutillos morados”, en número variable generalmente de 6 a 9 en ellos se presentan elementos de la Pasión de Cristo, bordados en hilo finísimo de color amarillo perfilados los motivos en hilo rojo. Estos canutillos son móviles y se sitúan en los tres ramales que partiendo de la cintura del cofrade y de la forma más simétrica posible llegan hasta la red de madroños en los que terminan los tres ramales.
Detalle de los canutillos
Fuente: Francisco Aguilar
Parte central bordada a mano
Fuente: Fancisco Aguilar
La túnica que nos está sirviendo de modelo presenta 9 canutillos (ver fotografías), en los que están bordados los siguiente elementos que tradicionalmente van asociados a la pasión de Nuestro Señor Jesucristo, son los siguientes; Escaleras, tenazas, Cruz, Gallo, Columna, Jarra, Corona de Espinas, rama de flagelo y lo que parecen ser unas llagas. El último elemento en añadirse a la indumentaria de los hermanos cofrades del Nazareno montoreños ha sido la corona real, que portan en el brazo izquierdo y por debajo del hombro desde que la Cofradía del Nazareno ostenta el título de Real, a finales de la década de los años 20 del siglo pasado. Mi intención al escribir esta colaboración en la revista Cruz de Guía 2014 es en primer lugar llamar la atención a todos los montoreños para que todos valoremos la carga histórica que conlleva la indumentaria de los hermanos cofrades de Padre Jesús, que quizá por estar todos habituados a verlos en nuestra calles el Viernes Santo perdemos la perspectiva histórica y devocional que arrastra esta tradición secular, que ha sobrevivido contra viento y marea a los avatares de nuestra historia, valorar el trabajo artístico que llevan y reflexionar sobre la devoción y cariño tan extremo que desde antiguo le profesamos los montoreños a Nuestro Padre Jesús. Es para mí además un orgullo dar a conocer públicamente los artísticos cordones que durante tantos años mi padre portó acompañando a su Nazareno y cantando en sus Antiquísimos Coros. Quiero llamar la atención sobre la nefasta costumbre que hay en muchas familias de amortajar a sus seres queridos con una joya tan preciada como son sus artísticos cordones de yesca, es un gran error que ha hecho que perdamos para siempre unas piezas que su sitio y lugar lo tienen acompañando a Nuestro Padre Jesús en la madrugada y mañana de Viernes Santo montoreño.

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