LO MEJOR DE LA SEMANA

martes, 20 de mayo de 2014

Acción heroica del Alcalde de Montoro

Xilografía coloreada a mano del S.XIX de la Plaza de España. Fuente: Periódico Ilustración Española y Americana
José León Solís
En el mes de junio de 1808 la villa de Montoro sufrió el asedio, la destrucción y la muerte de numerosos vecinos a manos de las tropas francesas del General Dupont. Tras su paso y destrozos continuaron las tropas francesas por el camino real hacia Córdoba, dejando un destacamento en la retaguardia de Montoro al mando de un Capitán con el objeto de guardar el Puente y preservar el campamento que establecieron en el Algarrobo. El Alcalde Ordinario Don Juan María de la Torre, junto con los vecinos que lograron quedarse en el pueblo, al mando del Capitán retirado y Caballero de la Orden de Montesa Don Francisco Nuño de Lara y Torres, mediante el engaño – algunas crónicas relatan que fue por envenenamiento – armados de puñales, armas de fuego de los militares del destacamento de Montoro y varas de arriero, lograron apresar y dar muerte a los soldados franceses y suizos del destacamento que guardaban el Puente y el Algarrobo.

Conocidos los hechos por los mandos de las tropas francesas que se encontraban en Córdoba acudieron al pueblo e hicieron preso al Alcalde, siendo condenado a muerte de arcabuz por el General Barbu. Puesto el Alcalde por el General de división Fresia a disposición del General Dupont éste le perdonó, según el Alcalde por haberle hospedado en su casa y obsequiarle con víveres y otros agasajos. No corrieron igual suerte otros vecinos, como un albañil que fue ejecutado y un capellán que resultó apresado. 

Lograda la puesta en libertad del Alcalde y pasado el peligro, el hecho heroico fue puesto en conocimiento por el Alcalde a la Junta Suprema de Gobierno en carta de 25 de junio de 1808, dirigida por conducto del Comandante General de la Vanguardia del Ejercito español. 
Plaza de España a finales del siglo diecinueve. Fuente: Archivo Francisco Garcia Roa.
La carta que el Alcalde dirigió a la Junta Suprema de Gobierno se contiene en la obra: España Triunfante de Napoleón, la Francia y todos sus enemigos: colección general de proclamas, exhortaciones. Publicada en Madrid: [s.n.], en 1808 en la imprenta de Vallin. Conservada en la Biblioteca de la Compañía de Jesús de la Provincia de Toledo, Alcalá de Henares (Madrid). Hum/2310 (5).


Como podrá comprobar el lector el Alcalde redactó el texto con un exceso de exaltación de su valor y el de sus convecinos, propio de quienes se sienten vencedores  y acreedores de méritos. El texto de la carta dice así: 

 Señor Comandante General de la Vanguardia.
Despues que en obedecimiento de las respetables órdenes de la Suprema Junta de Gobierno, conseguí ver marchar al Exército católico mas de mil y quatrocientos hombres de todas clases, armados la mayor parte, y con caballos mas de trescientos, con fondos para su manutención y socorro, Vanderas, Capellan y demas necesario á un Cuerpo militar, para cuya formación fue universal el entusiasmo de estos naturales, me quedé solo en la población sin mas auxilio que un corto número de vecinos, y el valor de Don Francisco Núñez de Lara, Caballero del Orden de Montesa, y Capitán retirado, á causa de que penetrados de gran terror por la entrada del Exército francés, tomaron á mejor parte huir que esperar sus atrocidades. Llegó con efecto la venida del Exército, y sin embargo de que por libertar al pueblo de mi mando de aquellas, les franquee quantos víveres me pidieron, no conseguí evitar más que la efusión de sangre, porque el robo y saqueo fueron rigorosos, entregándose á él hasta los Oficiales.
Dí los partes al Señor Don Pedro Echabarri de todo quanto aconteció, y era digno de comunicarse, y á la salida de la última división dexaron un destacamento de setenta hombres al mando de un Capitán, con el objeto de guardar el puente de esta Villa sobre el Guadalquivir, y de exigirnos los víveres que necesitasen.
Vista general de Montoro a inicios del S.XX. Fuente: Archivo Emilio Blanco Argudín
Conocí que seria un servicio importante destruir este destacamento: y de contado tomé las disposiciones para efectuarlo. Alarmé algunos paisanos, y aunque sin armas de fuego, con solo un puñal, y las varas de unos arrieros, se empezó la refriega con la guardia del puente, se les cogieron á los veinte y cinco hombres que la componían las armas, y con ellas subí con mis paisanos á sorprehender la prevención ó quartel general, donde estaban los demas, lo que sin desgracia se consiguió haciéndolos prisioneros, y el Capitán que estaba paseando, á pesar de su resistencia, me rindió la espada, que conservo, y con su gente, tambor y equipo mandé al interior de la sierra, y después por tránsitos de Justicia á la caxa de prisioneros. Entre estos hubo tres que se resistieron, y fué forzoso darles la muerte; y con esta acción quedó el puente libre, sin estos enemigos su Exército y el pueblo sin su opresión.


Posteriormente se me presentaron varios desertores suizos, y con noticia de los buenos oficios que con ellos se practicaban, se me acogieron en deserción más de trescientos, inclusos dos Capitanes y otros Oficiales, á quienes dirigí á su destino igualmente.

Supe después de esto que por el camino real iban hacia esa Ciudad dos carros con provisiones para los franceses, y convocando mis paisanos les hicimos un aguardo, del que resultó quedar en nuestro poder, no solo los carros, sino también muertos siete franceses que los escoltaban. Me pareció dexar que repartiesen entre sí los efectos apresados, los que hicieron la salida en premio de su valor y patriotismo.
La ciudad de Córdoba a mediados del S.XIX. Fuente: Fototeca Patrimonio Histórico
Ya estaban los franceses cansados de robar en Córdoba, y mandaron cinco soldados de caballería con un pliego al Capitán destacado aquí. Apenas se presentaron quando les hizo fuego un vecino lleno de ardor, en esta ocasión indiscreto. Le faltó el acierto, y se fugaron precipitadamente, marcharon a la Aldea del Río donde había varios franceses acopiando víveres y haciendo harina. Unos y otros con dos carros de aquellos se pusieron en camino para esa Ciudad, y fue preciso, porque no dieran la noticia de lo acaecido anteriormente, resolver el atacarlos. Eran quarenta y nueve soldados enemigos, y mis paisanos cerca sesenta, y colocados por mi, según me pareció, se le hizo fuego á su tiempo, y solo se escaparon cinco, tres con caballos y dos de apie, quedando muertos los quarenta, y quatro que rindieron las armas prisioneros. 

Los cinco que escaparon se presentaron á su General, y darían la queja mas furiosa de estos vecinos y aun de mi, que fue el resultado mandar mil hombres a este pueblo con el designio de destruirlo, y orden de llevarme preso a esta Ciudad, lo que con efecto verificaron porque yo penetrado de la obligación que me impone mi empleo de Alcalde ordinario, no quise huir de la Villa. Es muy notorio en toda la Provincia este suceso y la inhumanidad con que me trajeron atado andando y los oprobios que sufrí, y el sentimiento con que mi pueblo y familia veían que yo iba á ser victima de mi lealtad, causaron una sensación particular. Y con efecto debía yo, según el fallo del General Barbu, ser arcabuceado públicamente para escarmiento de todos los Alcaldes y Justicias de los pueblos. Mas un acaso me libro de semejante desgracia, Dios, que vela sobre la conservación de sus criaturas, me libró conociendo el fondo de mi corazón. Presentado al General de división Fresia, en casa del General Dupont, al tiempo que se me iba á condenar al suplicio, y habiendo yo hospedado en casa á aquel y obsequiado, según mis facultades y su clase, intercedió por mí, con este conocimiento fui perdonado.
Pintura del Ayuntamiento de Montoro del XI Concurso de Pintura al Aire Libre Pintor Rodríguez Luna.
Un Clérigo que había por casualidad en el pueblo le llevaron también prisionero para castigarle porque no influía su estado en aquietar y desarmar al vecindario; y á un infeliz albañil á quien encontraron en esta villa con cartuchos, lo arcabucearon y mataron á otros tres infelices sin mas motivos que el de desfogar su enojo.

Como la sangre española también clama venganza se dispuso matar á los quatro prisioneros que se hicieron el día anterior, porque el furor de los naturales no encontraba medio con que desfogar sus ultrajes en su Juez, en su estado eclesiástico, y en sus convecinos.

Tales acontecimientos los participo á V.S. para que le conste por escrito y de oficio, aunque por las voces divulgadas ya le son notorios, y para que sirva elebarlos á los superior noticia de la Junta Suprema, pues tendré la mayor satisfacción, si como los franceses querían que sirviese de escarmiento por los servicios hechos á mi Patria, sirviese de estimulo á otros Jueces para que dirijan y electricen los pueblos de su mando en beneficio de la causa tan justa que defendemos. = Dios guarde á V.S. muchos años. Montoro y Junio 25 de 1808 = Juan de la Torre.
Los maceros, uno de los privilegios que tiene nuestro pueblo al ostentar el título
 de Ciudad, Noble, Leal y Patriótica
En el mes de diciembre de 2006 contacté con el archivero de la Biblioteca de Alcalá de Henares el Reverendo Padre Jesuita Don Amancio Arnáiz, S.J., que muy amablemente me atendió enviándome una copia de la carta, de lo que le estoy profundamente agradecido por haberme facilitado el documento.

Por la defensa de Montoro su Alcalde en junio de 1808 fue nombrado Capitán del Ejército. El 8 de agosto de 1808 el Rey Fernando VII en los Reales Alcázares de Sevilla concedió, por la Acción Heroica de su Alcalde y habitantes, a Montoro el Titulo de Ciudad Noble, Leal y Patriótica con el derecho a usar Maceros y el tratamiento de Señorías de los ediles de la Corporación.

De este otorgamiento Real se cumplieron doscientos años el 8 de agosto de 2008, día que excepcionalmente fue declarado, por la Corporación Municipal en Pleno del día veintisiete de julio de 2007, Fiesta Local con celebración durante todo el año de eventos conmemorativos auspiciados desde el Ayuntamiento de Montoro y la Comisión Organizadora de la que fue nombrado Presidente de Honor su Majestad el Rey Juan Carlos I.      

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