LO MEJOR DE LA SEMANA

jueves, 18 de octubre de 2012

Calle "El Santo" de Montoro: Origen y Recuerdos de Semana Santa

Francisco Aguilar Pérez
Publicado originalmente en la Revista Cruz de Guía 2009
A la memoria de mí vecina inolvidable Manola Benítez, con la que compartí tardes espléndidas de conversaciones educadas, amables e inteligentes, repletas todas de ellas de sabiduría e historias verdaderas de Montoro, teniendo siempre como telón de fondo su vieja casona de la calle el Santo cargada de aires de otros tiempos.
Llegada de la imagen de S. Francisco Solano. Calle El Santo.
Fuente: Fototeca Pasión por Montoro
La religiosidad de Montoro en sus múltiples aspectos tiene tal fuerza, que incluso se manifiesta derramándose por sus calles, plazas o campos… Un ejemplo es el nombre de la calle que nos ocupa, surgido del topónimo de una cueva llamada del “Santo”, que más tarde se fijó como nombre de la calle. Hay que destacar que este “apelativo” está puesto por gentes humildes del siglo XVI y que tras más de cuatrocientos años se mantiene, muy a pesar de los políticos de turno que se han empeñado obstinadamente en cambiar, pero que el pueblo llano se ha empeñado obstinadamente en mantener. 

Concretando más, me voy a referir a una época del año en que nuestra calle o pequeña comunidad ve acrecentada su religiosidad, igual que Montoro y Andalucía entera, por la conmemoración de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Aquí, en la calle El Santo, esta Semana se vive de una forma muy especial, aunque a lo mejor solo sea por el hecho de que a mí me lo parezca. Lo que sí es cierto es que en estos días extraordinarios, especialmente el Jueves y el Viernes Santo, asumes la pertenencia al grupo humano que forma el conjunto de sus vecinos al que as pertenecido. Esa aparente especialidad, es precisamente lo que pretendo transmitir, intentaré por tanto narrar lo mejor posible esta relación con nuestra incomparable y única Semana Santa. Sé que no soy la persona más adecuada para hacerlo, pero mi interés por compartir con todos los montoreños mis vivencias y las de mis antepasados, trasmitidas de forma oral, pero también material (no en vano son al menos cuatro generaciones viviendo en ella), me han empujado a intentar expresar mal o bien, lo que ocurre en “mi calle”, durante esa semana mágica de primavera en que Montoro se transforma, a sabiendas de que al hacerlo de forma personal lo distorsionaré todo un poco, espero que sepan disculpar ese inconveniente. 
Ermita de San Sebastían. Viernes Santo de 1934. Salida Virgen de las Angustias con el Cristo de Don Patricio González.
Fuente: Fototeca Pasión por Montoro
Para hablar de la calle El Santo en Semana Santa, primero hay que hablar de su historia, pero también de sus vecinos, tanto de los que están como de los que no están, gentes que viven y han vivido su religiosidad con sentido profundamente cristiano, otra cosa es que lo hayamos conseguido o no, vamos a empezar por el nacimiento de nuestra calle:
El origen del barrio se sitúa en torno al siglo XV en la recoleta pero bellísima ermita de San Sebastián, patrón de las epidemias. Por aquel entonces la ermita se situaba en un descampado en el ejido o periferia de la entonces villa montoreña. Fue precisamente y poco después en este mismo lugar, donde en el año 1583 el joven montillano de 34 años con vocación americana San Francisco Solano Ximénez y su compañero fray Buenaventura Núñez, se establecieron voluntariamente con el beneplácito de su orden procedentes del cercano monasterio de San Francisco del Monte de Adamuz, tras producirse en Montoro un acontecimiento desgraciado, la Peste. Ambos franciscanos tenían el objetivo de cuidar, socorrer y ayudar a bien morir a los montoreños que se vieron afectados por la peste de las landres, que eran una especie de hinchazones o tumores que salían en el cuello, ingles o axilas, y que en aquella época eran mortales casi de necesidad. Veamos como cuenta este episodio de la vida del Santo, don Bartolomé Sánchez de Feria y Morales, en su “Compendio de la vida, virtudes, y milagros del Apóstol del Perú San Francisco Solano”; 
Procesión de la imagen de San Francisco Solano. Inicios Calle El Santo.
Fuente: Fototeca Pasión por Montoro
“Año, pues, de 1583 donde experimentó nuestro País el azote mas rigoroso de Dios, que es la peste. En la Villa de Montoro fue el estrago notable, y para la justa prevención contra el contagio, dispuso la Justicia que los apestados se curasen en una Hermita de San Sebastián fuera del Pueblo, donde disponiendo todo lo necesario, formaron un Hospital para los infelices. El amor propio ofuscaba el de la caridad, y por esto havia pocos, que se acercasen a aquella verdadera casa del llan to, para enjugar las lágrimas a sus próximos, constituidos en gravísimas necesidades. En esta ocasión nuestro Santo, que tenía muy principal quarto en la casa del llanto, ó del desengaño, y miraba al mundo con sobrecejo, viendo que no havia padres para hijos, ni amigos para amigos, quiso ser el Amigo, y Padre de todos, compadecido su abrasado corazón de tan gran conflicto. Pidió licencia á su Guardián para ir a servir á los apestados en las necesidades de sus almas, y cuer pos. Diósela con gusto, y le acompañó en esta empresa otro Religioso de conocida virtud, llamado Fray Buena ventura Núñez, que tuvo la fortuna de morir de peste, á esfuerzos de su caridad. Estos dos Varones ilustres se presentaron al Vicario, y Curas, dándole noticia del fin de su venida, con general regocijo de aquel afligido Pueblo, esperanzado de su consuelo, y alivio en la ya conocida caridad de Solano. 

Puesto el Santo en el mencionado Hospital, confesaba, y administraba los demás Sacramentos á los Enfermos: á todos los consolaba, alentaba, y exortaba 

con tanta viveza, y dulzura , que ya la enfermedad, y aun la muerte no eran pena: ayudaba á bien morir con grande fervor de espíritu; daba las medicinas, que señalaba el Médico con dulces instancias, y aliento de los desdichados: hacíales las camas, limpiábales los vasos, y al fin enterraba los muertos, que no eran pocos. Los que salvaban la vida de la furia del contagio , pasados algunos días, eran conducidos por el Santo á un Molino inmediato, y allí los desnudaba de sus vestidos infestados, y vestía de otros nuevos: formábalos en procesión, y el Santo con una Cruz en la mano, los dirigía de este modo hasta el Lugar, cantando la Doctrina Christiana, y después se bolvia el Santo al Hospital. 

Así, como solícita Martha, ocupaba Solano el día, sin permitir á su cuerpo ni aún el preciso descanso, ocupado todo en Dios rebosando caridad su corazón, y empleado en dirigir á Dios con todo esmero las almas de los que morían. Pero siendo tan acepta á Dios esta ocupación, era preciso que, como á otro Tobías, la ten tación lo probara, y así fue herido nuestro Santo Sola no del mal pestilente con dos perniciosas Landres. Vie ron todos eclypsada la luz de aquella casa, qué con su presencia no era ya del llanto. Pero siendo no más que para prueba este conflicto, en que se halló nuestro San to humilde, resignado, paciente, alegre, y regocijado, en que Dios se dignase de émbiarle tribulaciones, quiso el Señor que convaleciese de su dolencia , bolviendo con nuevos esfuerzos á emplearse en los mencionados exercicios,, hasta que piadoso Dios , no queriendo estender su ira de generación en generación, convertido á los llantos, vivificó, y alegró su Plebe con el alivio , y cesación de la peste, por lo que dando á Dios nuestro Santo muchas gracias, se despidió del Pueblo , y se retiró á su Convento”

Y unos datos más aportados por nuestro paisano don Manuel Criado Hoyo en sus “Apuntes para la Historia de la Ciudad de Montoro”, que nos acercan algo al origen y nombre de la calle que nos ocupa:
Llegada a S. Sebastián de la Procesión con la imagen de S. Francisco
Solano. Fuente: Fototeca Pasión por Montoro
“…Cuando fatigados del rudo trabajo y del sueño, querían Francisco Solano y Fray Buenaventura descansar breves momentos, se retiraban a una cueva que había más abajo de la iglesia, donde se fabricó después la ermita de Santo Solano, y reponiendo algún tanto sus fuerzas, volvían de nuevo a su piadosa tarea, con grande consolación en sus almas, al recordar, que por amor a Dios, se sacrificaban por el bien de sus hermanos. Tocóle también la peste al Santo y estuvo expuesto a morir por la caridad; pero Dios quiso librarle de ese peligro, para que acabada aquella benemérita empresa, empezara otras a las que lo tenía destinado. Fray Buenaventura, atacado de la terrible epidemia, murió en brazos de San Francisco después de haberle prodigado todos los cuidados, y su cadáver fue enterrado allí mismo en la iglesia, cerca del altar mayor. Acabada la epidemia retiróse el Santo, dejando en Montoro imperecedero recuerdo «…». La cueva donde descansaban San Fran cisco y Fray Buenaventura, estuvo mucho tiempo cercada por una verja de hierro, con la veneración de los vecinos, hasta que se fabricó la ermita de Santo Solano en ese mismo lugar, el año de 1720. Entre la ermita y las casas contiguas que por entonces se edificaron, quedó un pedazo de terreno para la ampliación del santuario, y en ese sitio, los devotos del Santo, levantaron una cruz grande de piedra, para indicar que todo aquel lugar estaba santifi cado, y allí permaneció hasta el año de 1774 en que Francisco Aviles, yerno de Antonio Alcayde, solicitó, que estando padeciendo la cruz grandes irreverencias con las muchas inmundicias que allí se arrojaban, se le concediese dicho terreno para cercarlo, sin perjuicio de ampliar la ermita por la parte de abajo de sus casas, para cuyas obras ofrecía la limosna correspondiente. La cruz fue trasladada a la entrada de la calle de la Cava, donde permaneció has ta el año de 1865, en que se mandó derribarla y llevar al cercano cementerio. «…». La prolongación de esta calle hasta la plaza de Alfonso XII, se llamó el Portichuelo, nombre muy anti guo que ignoramos su origen con exactitud, pero es de creer que el vulgo le diera ese nombre, por la abertura o puerta chica que tuviese la muralla en aquel sitio para comunicarse con el Arrabal, llamado después de Domingo de Lara, que, como es sabido, estaba fuera del recinto amurallado. Los Ayuntamientos de los años de 1863 al 67, al emprender las reformas de ornato y de utilidad que se realizaron entonces, cambiaron el nombre del Santo, ape lativo que por excelencia a Santo Solano, le había dado el pueblo, por el de San Francisco, nombre propio de este santo. En los tiempos modernos, ha sido substituido el nombre de San Francisco, que recordaba al pueblo de Montoro, los actos de sublime caridad que realizó este santo, asistiendo y curando a los enfermos en la horrorosa epidemia de 1583, por el de Antonio Barroso…”.
Calle "El Santo". Inicios de los años 60. Fuente: Fototeca Pasión por Montoro
Extraigamos algunas conclusiones que nos dan ambos textos y que se relacionan directamente con esta calle: Primera; del siglo XV al XVIII esta zona de Montoro era un despoblado y servía de salida del pueblo hacia la campiña, partiendo posiblemente de una pequeña puerta practicada en la antigua muralla y que coincidiría más o menos con la Iglesia de San Jacinto (actual museo de nuestro pintor universal Antonio Rodríguez Luna), puerta llamada del “Portichuelo”. Segunda; al principio solo existía una pequeña ermita al final de la calle dedicada a San Sebastián. Tercera; San Francisco Solano en la peste de 1583 se hospedó en una pequeña cueva situada poco más abajo de la ermita, a la izquierda de la entrada de la calle General Castaños (donde muchos años después estuvo una fuente pública y más tarde el Bar de Ruano). Cuarta; el pueblo empezó a venerar esta cueva desde el instante que San Francisco Solano se marchó. Quinta; en 1720 se construyó una pequeña ermita o capilla en honor al “Santo”. Sexta; en las inmediaciones de esta capilla se erigió una Cruz de piedra en prueba de que el lugar estaba santificado, cruz que se trasladó más tarde a la entrada de la calle Cava y que desapareció de allí en 1865.

Antes de seguir, me gustaría esbozar aunque sea un poco la vida del personaje gigantesco que da nombre a nuestra Calle. San Francisco Solano, nació en Montilla (Córdoba) en marzo de 1549 y murió en la ciudad de Lima (Perú) el 14 de julio de 1610. El año próximo se conmemora el 400 aniversario de su muerte, nuestro Obispo de Córdoba nos ha alentado a celebrarlo como se merece este gran evangelizador de América. Cualquiera que se acerque a la figura del Santo, se verá abrumado por su espectacular “curriculum vitae”. Montilla, Loreto (Sevilla), La Arruzafa (Córdoba), San Francisco del Monte (Adamuz), Montoro, La Zubia (Granada), Cartagena de Indias, Cuzco, Callao, Lima, Ayacucho, Tucumán, La Paz, Potosí… por citar algunos de los lugares por donde pasó derramando el bien. Ósea, además de España; Colombia, Panamá, Chile, Argentina, Paragua ó Perú escucharon sus prédicas, países inmensos que recorrió a pié, donde desde el primer momento se convirtió en ferviente defensor de los indios y en predicador incansable. Es patrón de innumerables ciudades, por citar también algunas; Lima, La Habana, Cartagena de Indias, Santiago de Chile, Montilla, Panamá, La Plata ó Ayacucho. Además es Patrón del folklore argentino, de los terremotos y de la Unión misionera franciscana. Fue beatificado en Roma por Clemente X, en 1675 y canonizado por Benedicto XIII en 1726. Se le suele representar levantando un crucifijo con la mano izquierda o tañendo un rabel rodeado indios, debido a su afición a la música.
Confluencia Calle El Santo con C/General Castaños y Calle Cervantes. Inicios de los 60.
Fuente: Fototeca Pasión por Montoro
Describamos un poco la calle El Santo; nuestra calle está orientada de forma perfecta de norte a sur con un trazado casi recto, las casas se adaptan a una inclinación natural (aunque el piso de la calle se mantiene casi nivelado) algo pronunciada en sentido este-oeste según se mira desde el principio de la calle, culminado dicha inclinación en el cerro de la Cava, donde existía antiguamente un prominente castillo llamado de Julia. Posee una pequeña pendiente que se hace más pronunciada hacia el final de la calle, conforme nos acercamos a la ermita de San Sebastián, que antiguamente incluso se salvaba con algunos escalones. Tiene una anchura desusada en el trazado urbano del conjunto Histórico Artístico de nuestra ciudad, quizá por estar fuera del antiguo recinto amurallado. La calle tal como la podemos ver en la actualidad es el resultado de un proceso de expansión comenzado en el siglo XVIII, pero especialmente activo en la segunda mitad del siglo XIX, dato que se puede comprobar en los dinteles de las casas señoriales marcadas con los números 1 y 31, con fechas 1856 y 1862 respectivamente. Desde entonces se ha considerado una de las calles principales de la localidad, ya sea por su anchura, ya sea por su rectitud, estas circunstancias han contribuido a que por ella transcurran las principales manifestaciones religiosas y sociales de nuestra ciudad, entre ellas y de forma muy especial las procesiones de nuestra Semana Santa.

Calle Córdoba a la derecha, Calle El Santo a la izquierda. Años 20
Fuente: Archivo Municipal de Córdoba
El Viernes de Dolores, pasa por nuestra calle el “Vía Crucis de Promesas”, el silencio es sobrecogedor y la multitud, según he podido observar se incrementa cada año y especialmente más a partir de los años ochenta del siglo pasado, debido sin duda a la inmensa devoción que existe en Montoro a las dos imágenes que representa a Jesús Nazareno y María Stma. de los Dolores. Este Vía Crucis surgió de forma espontánea, siguiendo el recorrido que hace la procesión de Padre Jesús, se remonta precisamente al siglo XIX, momento en que la calle estaba en pleno proceso de expansión y consolidación, la institución formal de este Vía Crucis tal como lo conocemos en la actualidad, se debe al párroco de San Bartolomé don Francisco Calero Panadero que lo organizó en los años sesenta del siglo XX. 

El Lunes Santo y desde el año 1980 pasa hacia la ermita de San Sebastián la imagen del Cristo de los Estudiantes en Vía Crucis, acompañado por los más pequeños de esta Cofradía. En esta calle se suelen leer dos de sus estaciones más emotivas, entre sones de música de capilla que invita a la reflexión; una estación al principio de la calle y otra al final del barandal, muy cerca de la cueva en que descansaba San Francisco Solano. 
Abanico propiedad de la Familia Aguilar. Fue pintado sobre los años 20 y nos muestra a
Ntro. Padre Jesús Nazareno en la mañana del Viernes Santo.
Ya estamos en plena Semana Santa, es Jueves Santo por la tarde, algunos romanos entran en la casa número 29, para salir al rato en una especie de goteo y perfectamente vestidos con sus capas impecablemente colocadas. Antiguamente incluso el desfile del Imperio Romano partía de esa misma casa, concretamente entre los años 1965 a 1982 ambos inclusive, era prácticamente el comienzo oficial de la Semana Santa. 

La primera cofradía que hace su aparición por nuestra calle el Jueves Santo, es la muy antigua Cofradía de la Vera Cruz, acompañada de la más moderna de la Flagelación, los estatutos de la primera son de 1554, no así la segunda, de más reciente creación, cuya primera salida procesional se efectuó en 1953. Al llegar a esta calle, ancha y espaciosa, único lugar donde los cofrades pueden ver sin esfuerzo prácticamente el cortejo procesional al completo, parece como si los nervios se aplacaran y el tiempo fluyera más lentamente, en espera de los acontecimientos que con toda probabilidad acontecerán un poco más tarde en la Plaza del Charco. La tarde va cayendo sobre los cofrades y vecinos de forma implacable entre luces de crepúsculo y llamas de cirios. El momento solo se verá roto por algunas personas que pasan muy a prisa para no perderse el esperado y tradicional Prendimiento. Allí estarán viendo la escena; Manola Benítez, Pepa Muñoz, Anita Madueño, Paqui Pulido, María Galán, Teresa del Río, Loli Ruiz, Juani García, Dolores Maroto y hasta hace muy poco tiempo; Bernarda de la Cruz, Las Baena, Juanita y Paquita Canales, Paca Criado, Concha Veredas, Ángeles Alba, Antonina Gómez, Pepita y María Pérez. 

El Viernes Santo está aquí, sus primeras horas en nuestra calle son un continuo ir y venir de pequeños grupos del Imperio Romano hacia la ermita de San Sebastián, para hacer las tradicionales guardias al Santísimo. A primeras horas de la mañana, casi de amanecida, se empiezan a oír cada vez más alto las marchas de nuestro Imperio Romano por la contigua calle Córdoba, llegando a su cenit en la famosa carrerilla, el sonido poco a poco se pierde para después sentir la banda de Jesús Caído acompañar en su subida a la Virgen de los Dolores. Cuando parece que nada va a ocurrir, la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno y María Stma. de los Dolores con su estandarte al frente hace su aparición por la calle El Santo, las caras de los cofrades son el reflejo de una larga noche en vela, en contraposición a muchos de los vecinos recién levantados.

El paso del Nazareno montoreño por nuestra calle, es precisamente el momento que captó con su plumilla el dibujante J. Madueño a principios del siglo XX y que decora el abanico que con tanto cariño guarda mi familia desde entonces, siendo quizá su presentación a todos los montoreños, uno de los motivos de la presente colaboración en la revista Cruz de Guía. En este dibujo se pueden apreciar las andas de Padre Jesús que actualmente porta el Santísimo en el Corpus, se puede observar si se presta un poco de atención; a San Juan, la Verónica y la Magdalena y al final del cortejo a mano izquierda, aproximadamente a la altura de la calle Cava, a la antigua Virgen de los Dolores con su tradicional rostrillo y sus tulipas. Parece ser que la gente se distribuye en las aceras acompañando al cortejo, aunque hay una aglomeración en torno al Nazareno, se ve también la entrada de la calle del Rosario. La vista del dibujo y sus detalles me sugiere que está realizado a partir de una fotografía hoy perdida y que estaba realizada desde la azotea perteneciente a la antigua farmacia o muy cerca de ahí. Lo que es obvio es que el dibujo no tiene desperdicio.
Desfile Viernes Santo en la Calle El Santo. Años 50. Fuente: Fototeca Pasión por Montoro
Quizá el día más esperado por todos los vecinos de nuestra calle sea el Viernes Santo por la tarde, la Virgen de las Angustia en su inmensa Soledad está en la calle y todos debemos estar presentes con nuestras mejores galas para recibir a nuestra madre y a su hijo ya muerto. El desfile religioso, civil y militar que se produce momentos antes de la salida de las Cofradías hermanas de los Estudiantes-Angustias y del Santo Entierro es indescriptible, la subida por nuestra calle “El Santo” es la más elegante que nuestra ciudad puede ofrecer, nuestro colorido Imperio Romano va al completo y aquí no falta nadie. Montoro entero está aquí, la Banda de Música interpreta el García Cano, ¿qué más se puede pedir?

Santo Entierro Montoro por la Calle El Santo. 1933.
Fuente: recorte de prensa ABC
Ahora sí que los recuerdos se amontonan en tropel, recuerdos de cuando los más pequeños de la familia nos juntábamos en la calle a jugar (cuando en la calle se podía estar jugando sin correr el peligro de ser atropellados), recuerdos de noches de verano reunidos los vecinos en lo más ancho de la acera, que solía ser mi casa, para tomar el fresco y conversar, costumbres que inexplicablemente se van perdiendo. Por lo menos, esta tarde de Viernes Santo se mantiene afortunadamente igual que siempre; las cofradías siguen saliendo de la ermita de San Sebastián y pasando ordenadamente por la curva del naranjo para enfilar la calle General Castaños. Unas horas después y entre penumbras subirán ambas cofradías por esta misma calle para afrontar su último esfuerzo, para mí es uno de los momentos más significativos de la Semana Santa; prácticamente los únicos presentes fuera del cortejo son los vecinos de la calle. Todavía puedo recordar con nitidez a mí padre con su porte inconfundible, de pie, en la puerta de mi casa, entrevisto por los huecos de las filigranas de las tallas del Cristo de la Misericordia, puedo sentir la voz ya cansada de mi capataz, Manolo Castro decir; “La carrerilla empieza en la casa de Manolo Aguilar”.

Muy atrás quedan también los hechos ya superados de la guerra civil, que me contaba mi madre y que recordaba vívidamente con sus seis añitos de edad; carreras de gentes para arriba y abajo por la calle, desorden popular camino de la ermita de San Sebastián, con intenciones muy distinta a las personas que esta tarde se han amontonado pacíficas en las aceras de esta misma calle, recuerdos de humo, gritos, desolación… Y de mi abuela Ana, que procedente de la fuente pública entraba en casa con la cara descompuesta y con las manos en el delantal, diciendo que cuando guardaba cola en la fuente cercana, le dieron la mano destrozada de su Virgen de las Angustias, la misma mano que guardó hasta terminada la guerra y que se puede ver aún hoy en día en una urna en el altar de “su” Virgen de las Angustias.

Queda por último el día más significativo de la Semana; el Domingo de Resurrección, el día que le da sentido a nuestra vida. Mis recuerdos son de cuando Cristo bajaba triunfante calle abajo hacia la Iglesia de Santiago, acompañado de su cortejo de nazarenas portando sus originales campanitas inspiradas en la espadaña del Hospital de Jesús Nazareno, hoy tristemente desangelado y desalojado de sus seculares inquilinas, nuestra queridas monjas del Hospital.

En esta calle han vivido y viven algunos de los artífices y continuadores de la Semana Santa montoreña, por ella han pasado dos presidentes de la Agrupación de Cofradías; Andrés Herrera García y Manuel de la Cruz Luque; varios presidentes de Cofradías y en definitiva grandes cofrades como; Ramón Garijo, Rafael Rivas, Alfonso Yépez, Luis García, Manuel Aguilar, Manuel Baena e incluso ha sido cantera de Comandantes del Imperio Romano, como Juan Martín Madueño Torres Pardo y su hijo. También ha sido cuna de dos sacerdotes jóvenes, gran lujo para los tiempos que corren; Ángel Roldán y Jesús Criado.

La Semana Santa ha pasado vertiginosa, repleta de vivencias y reencuentros enmarcados en esta calle tan entrañable, nuestras mentes han estado ocupadas en recuerdos siempre presentes de personas que no están ahora con nosotros, pero que seguro disfrutan de la presencia de Dios. El mismo Dios que transita cada Semana Santa por Montoro y por la calle “El Santo”.

4 comentarios :

  1. Enhorabuena por toda la información, una pregunta, ¿porque salió en procesión San Francisco Solano? Habéis puesto fotos pero no se porque salió en procesión. ¿Puede ser por la sequía o por algo de eso?
    Gracias

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    1. Hola Ana Belén, las fotografías de la procesión de San Francisco Solano se trata de una procesión extraordinaria que se realizó desde la Parroquia del Carmen hasta San Sebastián, contando con la presencia del Señor Obispo. Esta procesión se realizó con motivo de la llegada de la efigie de Sasn Francisco Solano a Montoro.
      Un Saludo, ante cualquier duda o sugerencia no dudéis en plantearla.

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  2. Viva Solano!! En Montilla también se conoce como la calle "El Santo" donde hoy se encuentra la iglesia ubicada en la casa natal. Muy curioso el artículo

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  3. Muy buenas, soy un cordobés amante de nuetra Sierra Morena Cordobesa y por supuesto de Montoro, a la que considero como mi segunda casa.

    Desde hace años estoy haciendo un estudio y un inventario de todas las cavidades de la Sierra Morena Cordobesa y tengo una referencia de Antonio Carbonell de 1917 donde habla de la Cueva de San Francisco Solano. Dice así:

    "Cueva de San Francisco Solano. En el extremo meridional de la población se mantuvo cerrada con verja de hierro hasta el año 1720 la cueva donde se recogía San Francisco Solano cuando en en 1583 estuvo en Montoro asistiendo a los acometidos de la peste, y en aquel año se construyó sobre ella la pequeña ermita dedicada a este santo."

    Supongo que esa cueva ya no existe, al poner encima la ermita ¿verdad? Pero ¿me sabrías decir cual fue la ubicación exacta? ¿Se sabe algo más de la cueva? Aunque ya no exista, igualmente hago un informe de la cavidad, porque hay documentos que dicen que existió, y en ese informe añado toda la información que encuentro.

    Decir que todo este trabajo lo hago por hobbie, por difundir nuestro patrimonio.

    Muchísimas gracias y felicidades por el blog.

    Abén Aljama Martínez

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