LO MEJOR DE LA SEMANA

lunes, 8 de julio de 2013

Aproximación visual y geográfica de la Ciudad de Montoro en 1808

Vista aérea de Montoro. Fuente: Archivo IAPH
Francisco Aguilar Pérez.
Publicado originalmente en la Revista de Feria 2008
En este año en que celebramos el segundo aniversario de la concesión del “Título de Ciudad Noble Leal y Patriótica” a Montoro, título concedido por la Junta Suprema en el Real Palacio de los Alcázares de Sevilla el 8 de agosto de 1808 como muestra y en reconocimiento de los actos heroicos en que se involucraron los habitantes de la hasta entonces Villa montoreña, los habitantes del Montoro de hoy nos podremos hacer las siguientes preguntas; ¿Cómo era la flamante ciudad en 1808? ¿qué percepción se tenía de Montoro en la época posterior y anterior a la concesión de ese título?. 
Para responder a la primera pregunta, tendremos que considerar la escasa cartografía existente de la época, viéndonos forzados a analizar la fotografía más antigua de la que tenemos noticia, pues como sabremos, hasta bien entrado el último tercio del siglo XIX no se empezó a recorrer con cámara fotográfica y de forma sistemática nuestra singular geografía andaluza. Para dar respuesta a la segunda pregunta nos apoyaremos en la lectura de algunos textos coetáneos, más o menos inmediatos a esa fecha, solo así, podremos hacernos una idea del Montoro que estrenó el título de Ciudad Noble Leal y Patriótica y lo más importante; nos acercaremos al día a día de esos montoreños que en momentos de dificultad, supieron mantener sus convicciones y orgullo muy alto, ante el invasor Napoleónico.
Bandera de la Noble, Leal y Patriótica Ciudad de Montoro
Antes de empezar, vamos a situarnos en el ambiente que se vivió momentos antes de esta fecha, para ello nos   serviremos de un magistral pasaje de don Benito Pérez Galdós,  que se encuentra inserto en sus famosos Episodios Nacionales. Este escritor está considerado como el mejor novelista español desde Miguel de Cervantes y  a la vez fue el mejor cronista de la historia de la España del siglo XIX,  desarrolla un estilo de narrativa histórica basada en una meticulosa investigación (esto es lo que nos interesa). También veremos  otro texto inédito del montoreño don Antonio  Coronado, este mucho más modesto, pero no por eso carente de interés. Dice así el primero de ellos;
«No podían los franceses apartarse de su cuartel general como no fuera en grandes destacamentos. Frecuentemente iban mil hombres á llenar en la fuente próxima unas cuantas alcarrazas de agua. Si por acaso salían á merodear pelotones de poca fuerza, eran despachados por los guerrilleros en menos que se reza un credo. Antes que consentir que se apoderasen de una panera, la quemaban: las fuentes eran enturbiadas con lodo y es­tiércol, para que no pudieran beber: los molinos desmontados y enterradas sus piedras para que no molieran un solo grano. ¡Ay de aquel francés que se rezagara en las marchas de su destacamento! Sentíase de improviso asido por mil coléricas manos; sentíase arrastrado por las mujeres, pelliz­cado por los chicos y acuchillado por los hombres, hasta que su existencia se apagaba con horrible choque en la fria profundidad de un pozo. El invasor no encontraba asilo en ninguna parte, y forzosamente encerrado en los límites del cuartel general, veía conjurados contra sí hombres y Naturaleza. Por esto, rabioso y desesperado, anhelaba batirse en función campal, seguro de su destreza y costumbre de guerrear; y lamentando la estupefacción del general en jefe, exclamaba: "Demos una batalla, y aun­que muera la mitad del ejército, la otra mitad conquistará un charco en que beber y un puñado de trigo seco que llevar á la boca. 
Habian dejado los franceses en Montoro un destacamento de setenta hombres, para custodiar un molino donde fabricaban con dificultad malí­sima harina. El alcalde de aquella villa, donde no había quedado ni una sola arma de fuego, se atreve, sin embargo, á dar cuenta de los setenta franceses, para lo cual era preciso despachar primero á los veinticinco que á todas horas estaban de guardia en el puente. Reúne, pues, algunos pai­sanos decididos, y usando la arma blanca, ataca con furia á la guardia; los veinticinco son exterminados; apodérase de sus fusiles la valiente cuadrilla, sorprende el resto del destacamento en la casa donde se albergaba; hace prisioneros á soldados y jefes, y los manda á la isla de León. El parte en que se notificó este suceso á la Junta Suprema decía que todo se hizo con las varas de los harrieros (conservo la ortografía del original), pero esto ha de ser una hipérbole andaluza. 

Sintiéndose llamado á más grandes acciones, D. José de La Torre (que así se nombraba aquel alcaldito), sale al encuentro de un convoy que venia de Córdoba, y de los cincuenta y nueve franceses que custodiaban éste, los cincuenta quedan tendidos en el camino, y los nueve restantes corren á contar á Dupont lo que ha pasado. Entonces Dupont envía mil hombres á Montoro con encargo de que incendien el pueblo y lleven vivo ó muerto al alcalde. Arde Montoro, y La Torre, conducido vivo, va á ser pasado por las armas; pero un general francés, á quien poco antes había dado hospi­talidad, intercede por él; es puesto en libertad, y aquel petit caporal de las guerrillas marcha á Sevilla á recibir de la Junta los galones de capitán de ejército. 
Pues bien; lo que pasaba en Montoro, ocurría en todos los pueblos de la carretera de Andalucía, desde Córdoba hasta Santa Elena. El gigante que incendiaba lugares y destrozaba ejércitos no podía dar un paso sin encontrar un avispero, y frenético con aquel zumbido, envenenado por los aguijones, maldecía la hora de la invasión. El águila, devorada por los insectos, graznaba á orillas del Guadalquivir con hambre y calentura, afilando sus garras en el tronco de los olivos, con el ansia de que llegara pronto la ocasión de destrozar alguna cosa.» (1)
Vista general de Montoro en la actualidad. Fuente: Pedro Majuelos Martos.
Y el segundo; 
«El año de 1808 a primeros del mes de mallo del espresado año sedio un ataque al sitio nonbrado las Bentas al paso del puente nonbrado de Alcolea con un ejercito frances de pendiente de la Gerra de la independencia de Francia el que fue ganado por los Franceses y seguido dispersado todo el Ejercito español que la mallor parte lo eran paisanos que fueron de toda la provincia a batirse con el ejercito frances lebantados por un tumulto que llamaron de Chabariu y al dicho ataque y paso fueron paisanos a pelear con asadones husillos y cuchillos cormeneros quedando bigtimas de esta acion muchos pobres paisanos y duro esta gerra hasta fin de el año 1813 y principios del año 1814» (2) 

En nuestro objetivo de imaginar Montoro hace dos siglos, tenemos la suerte de que su configuración ha cambiado muy poco debido a su singular topografía, contando además con la fortuna de que cuadro elementos que le dan prestancia indeleble se conservan a grandes rasgo de forma casi exacta a como los pudieron ver los montoreños de 1808. Me refiero al Puente, a las casas colgadas de forma caprichosa por la vertiente izquierda del Gualquivir, a la cúpula de la Iglesia del soberbio Hospital de Jesús Nazareno y a la torre de San Bartolomé, que aunque no estaba totalmente terminada, señoreaba su macizo primer cuerpo, ya que se terminó tal como la conocemos pocos años después en 1817.
Retrato de Juan Antonio del Peral  ubicado en la
 sacristía de la Parroquia de S. Bartolomé de Montoro
Voy a utilizar la cartografía existen que  conozco, pero solo me voy a ceñir escrupulosamente al casco urbano montoreño, abarcar más allá sería una tarea imposible para los límites de esta colaboración (más aún cuando Montoro tenía un término municipal casi exactamente el doble del que tiene en la actualidad, pues fue cercenado malamente en 1930), aún reduciendo el ámbito geográfico,  este estudio será totalmente incompleto, limitándome casi a la presentación de esta cartografía.
Primero veremos el plano que mandó al geógrafo Tomás López en 1792 el cura de San Bartolomé  de aquel tiempo don Juan Antonio del Peral, posee  una gran simplicidad pero denota un gran conocimiento espacial del entorno, teniendo en cuenta los escasos conocimientos geográficos de la época. Después pasaremos a analizar el plano que mandó sobre 1804 el presbítero don Juan Bruno Ruiz a los editores del Semanario Ilustrado de Agricultura y Artes, personajes estos últimos de reconocida influencia en las altas esferas del gobierno, remitido  con el único objeto de pedirles apoyo en la creación de una Colonia en el paraje  todavía montoreño de Navalamoheda (cerca de la Venta del Charco), plano que a nosotros solo nos servirá  en lo que respecta al casco urbano.  Por último analizaremos los trabajos  planimétricos realizados por el Instituto Geográfico Nacional llevados cabo en 1872.
Plano 1, realizado por Don Juan Antonio del Peral y Buenrrostro en 1792. 
El plano número 1 es quizá el que tiene mayor interés y con él  podemos hacernos una imagen más o menos certera de Montoro en 1808, aunque está confeccionado en 1792 (dieciséis años antes), posee una gran cantidad de detalles que nos ayudarán mucho. Se reconoce perfectamente el trazado urbano de la Villa, evidentemente más reducido, pues contaba con menos de 8.000 habitantes, razón por la cual las casas llegan poco más allá del arranque de las calles El Santo y calle Córdoba. La Iglesia de San Sebastián por tanto se encontraba aislada entre campos de cultivo y los huecos de las Sileras. Se ven los principales edificios y plazas de la villa, batanes, aceñas, Castillo de la Cava y Mota, Pilar de las Herrerías… Hay que destacar el recién abierto Camino Nuevo y la falta de  la Redonda y  las casas de la calle Herrerías. En el Retamar, solo se ve el Vía Cruces de la Cofradía del Calvario que salía el domingo de Ramos de la desaparecida y malograda Iglesia de San Roque, se observa las arcadas de Santa Ana junto con el majestuoso Puente. La configuración de Montoro   se  completa con  el abrazo del Gualquivir en su manso y espectacular meandro.
Plano 2, realizado por Don Juan Bruno Ruiz en 1804
El emborronado plano número 2 es de 1804 (3), en lo primero que destaca junto con el anterior es en su desproporción de escala entre el  término municipal y el casco urbano de la Villa montoreña, encontrándose sensiblemente ampliado este último, razón que nos  viene como anillo al dedo para nuestro propósito. El  cura Bruno se prodiga menos en detalles al representar  el casco urbano, si lo comparamos con el plano anterior, incluso le atribuye un quinto ojo a nuestro incomparable y maltratado Puente. Sin embargo, despliega un conocimiento exhaustivo de nuestro inmenso término municipal (sobre todo de la parte norte, lo que hoy es Cardeña), aún así la conclusión que se puede sacar de la contemplación de Montoro es la siguiente; la villa estaba creciendo imparablemente hacia la campiña, hacia el sur, única prolongación natural posible antes y ahora, no en vano en 1813 poseía un incremento espectacular de población de  9.472 habitantes, esto se debió  en gran parte a las nuevas tierras ganadas al monte para plantación de olivos (4) y a la industria derivada de la molturación de la aceituna en nuestros numerosos Molinos (5). Por lo que respecta al ruedo de la Villa y  las riberas  de poniente, parece ser que  estaban cuajadas de árboles y huertas. Es curioso observar al igual que en el plano anterior, que lo que será más tarde la calle Herrerías vaya a desembocar en la parte alta del camino nuevo, no atreviéndome a calificarlo de error, pues en ese punto exacto existe una subida empedrada visible  aún hoy formando parte de las traseras  de las casas  que pegan al río, error o no, eso parece representar la cartografía. Los caminos hacia la sierra y campiña son prácticamente los que conocemos en la actualidad.
Plano 3, realizado en 1872. IGN
Este mapa o plano número 3 es de 1872, posee  una indudable calidad métrica, tiene una escala 1/25000,  para realizarlo se desplazó desde Madrid una Brigada de Ingenieros  Topógrafos, es por ese motivo el primer reflejo fiel que tenemos de Montoro.  Vamos a ver lo más destacado, al hilo de lo que llevamos dicho hasta ahora; lo primero que salta a la vista es que la población siguió aumentado hasta cerca de 12.500 habitantes (6) y eso se nota en la prolongación de las casas hasta la fábrica de Francés y en la Silera, pero sobre todo en el barrio del Retamar. Este plano lo he traído a colación además de por corroborar documentalmente el crecimiento poblacional, porque  es casi contemporáneo a la fotográfica en blanco y negro que se ilustra a continuación.
Vista general de Montoro a finales del S.XIX.
Fuente: Archivo Hnos Aguilar Pérez. Fototeca Pasión por Montoro
Esta inédita fotografía, es sin lugar a dudas una de las más antiguas, si no la más antigua, que se conoce de Montoro, es de finales del siglo XIX, no sabiendo especificar concretamente de que año, pero a tenor de algunos detalles debe de andar por  1890, por lo tanto, es la fotografía más cercana  a la imagen de  Montoro en 1808, concretamente unos ochenta años antes.  El Puente y su Río, la Torre, la cúpula del Hospital de Jesús Nazareno y las casas colgadas mirando al Gualquivir son testigos mudos  de los hechos heroicos de los montoreños que  se ganaron  el título de Ciudad, de lo que  aún hoy  presumimos todos montoreños, legado de nuestros valerosos antepasados. Vamos a analizar esta fotografía de una forma somera; lo primero que salta a la vista es la estampa descrita anteriormente, que son las señas de identidad del paisaje montoreño, destaca sobremanera el majestuoso Puente sobre el Gualquivir (7), las casas colgadas y la torre de San Bartolomé, que como hemos dicho anteriormente nos la debemos imaginar con un solo cuerpo. Ya más pormenorizadamente debemos observar la pulcritud en el cuidado y en el encalado de la inmensa mayoría de las casa que se observan, la práctica ausencia de azoteas (esto debe ser un invento de la segunda mitad del siglo XX), pero lo que nos llama más a los  montoreños  la atención  es que;  el murallón de molinaza de la ribera o Redonda se corta en el Camino Nuevo, es por lo que pienso que esta fotografía puede ser más antigua de la fecha señalada y exactamente coincidiría como estaba  en 1808. No me resisto a comparar esta fotografía con otra realizada  por mí,  creo que desde el mismo punto de vista que utilizó el foto-periodista  “Laporta” en el siglo XIX, está realizada a principios de septiembre del año pasado (8),  cada uno puede sacar sus propias conclusiones de los cambios experimentados.
Vista general de Montoro en Septiembre del 2007. Fuente: Francisco Aguilar Pérez.
Vamos a  tratar de responder a la segunda de las preguntas planteadas, que como recordaremos es; ¿qué percepción se  tenía de Montoro en  la época  posterior y anterior a la concesión de ese título?. Veremos  unos textos  bien elocuentes, el primero es del  Ilustrado  don Antonio Ponz (aunque no original de él), insertado en su libro “Viage por España en que se da noticia de las cosas más apreciables y dignas de saberse, que hay en ella”, el segundo es del famoso Cura de Montoro don Fernando López de Cárdenas,  que describe el Puente de una forma admirable, símbolo desde hace casi 500 años de Montoro, ambos textos son de finales del siglo XVIII y muy cercanos a nuestra fecha de 1808. Ya en el  siglo siguiente, veremos la impresión que causó  la contemplación de Montoro en Leopoldo Martínez  y Reguera  en 1865, cuando estaba en Montoro por ser director de los malogrados Baños de Arenosillo,  por último sucintamente leeremos la impresión  que le causó la contemplación de Montoro a   Luffman  en 1894, inventor de la desafortunada y famosa frase de; “Montoro, el Toledo de Andalucía”, que yo cambiaría por, “Toledo, el Montoro manchego”. 
El texto de Antonio Ponz, es uno de los más completos y jugosos, dice así;

«La Villa de Montoro que dista siete leguas de la Ciudad [de Córdoba], á cuya Provincia pertenece, tiene un término dilatado, el qual se extiende por Sierra y Campiña, dividiendo estas dos partes el río Guadalquivir. Pasa este junto á la Villa por una angostu­ra entre peñascos de un mármol negro ordinario, y ciñéndola en la mayor parte, de suerte que para entrar en la Villa por la Campiña solo queda un estrecho. Sierramorena corre por el lado septentrional del rio, y en la ribera contraria está la Villa en una grande elevación, y con piso incómodo, de manera que las casas de los parages altos dominan á algunas calles que tienen debaxo.
En las márgenes del rio hay varias obras de batanes, aceñas y norias, con las quales riegan porción de huertas para el abasto de legumbres, frutas y ensaladas que necesita el Pue­blo.

Aceñas en el Guadalquivir a inicios del S.XX.
Fuente: Archivo Fco. Garcia Roa. FOTOTECA PASIÓN POR MONTORO
Para el uso de la Sierra tiene Montoro un hermoso puente de quatro arcos, siendo el del medio de mucha magnitud… La población es de dos mil vecinos, y el número de almas de comunión para el cumplimiento de la Iglesia ha llegado este año a siete mil quatrocientas y nueve. La Sierra es parte de los montes Marianos ó de Sierramorena: su término por este lado, de norte á poniente, tiene unas ocho leguas de longitud, y tres de latitud: se compone de dos especies de tierra, que los naturales distinguen con los nombres de pizarra, y saliega. La parte llamada de pizarra se extiende desde la orilla del río, algo más de quatro leguas adentro hacia el septentrión, y tiene este nombre por abundar de pizarrales en varios parages.
Hay experiencia de que la tierra pizarrosa no es á propósito para olivos; las dos primeras leguas, empezando desde la población, son de tierra mas gruesa y sustanciosa, por consi­guiente mas adaptada para la plantación de olivos, viñas, higuerales, etc. El aceyte es abundante y de excelente calidad, y lo mismo la aceytuna: los higos delicadísimos, y de un pellejo muy delgado: el vino algo ligero, y se tuerce al año; pero el vinagre que se hace de él es de buen gusto, y bastante fuerte.
En las cañadas se crian toda suerte de árboles, y porción de frutales entre ellos; pero es poca cosa, porque los consideran perniciosos a los olivos, en cuyo cultivo ponen los naturales el mayor esmero. Contribuye también el no ser la Sierra abun­dante de aguas, aunque hay en ella muchas fuentes de varias calidades que son suficientes para abrevadero de todos los ganados, para uso de haciendas, y de las muchas caserías que hay en ellas.
La parte de la Sierra que llaman saliega, por estar mezclada la tierra con ciertos granos blancos como la sal, es mas llana y abundante de agua, aunque no bastante para riegos: hay muy buenos pastos, y mantiene mucho ganado bacuno, lanar y cabrio, siendo por consiguiente copioso el abasto de Montoro en quanto a carnes, leche, queso y cueros. También logran el regalo de la caza en la saliega, en donde la hay hasta de venados, jabalíes, etc. Por lo pasado hubo viñas, pero las abandonaron sus dueños; y el actual cultivo de trigo, cebada y centeno les sale mejor. » (9)
Vista nocturna del pueblo de Montoro. Fuente: Antonio Alcalá Rodríguez
El texto del famoso Cura de Montoro, describe el Puente como nadie lo ha hecho hasta el momento, y solo unos pocos años antes de 1808. (10) 
«Pero resplandeció [Juan Fernández Franco] mas en la Inscripción, que hizo después, para el celebre Puente de Montoro, que poco antes, havia fabricado el Pueblo sobre el Guadalquivir a sus expensas : La Inscripción dice así: 
MEMORIAS. DICATUM 
CVM. VTILITATEM. PUBLICAM. TVTARI 
EPORENSI. MVNICIPIO. CORDI. SEMPER. FVERIT 
MERITO. HVNC. QVEM. CERNIS. LAPIDEVM. IN 
GENTEM. QVE. PONTEM. BAETIS. FLVVII. RVPI 
BVS. IMMINENTEM. ET. CVM. TRAIANI. PONTE. CER 
TANTEM. MAGNA. SVA. IMPENSA. AD. AETERNAM 
GRATIAM. ET. MONVMENTVM. RERVM. EXCITAVIT 
FACILES. ERGO. IAM. VIATORES. IBVNT 
TANTIS. QVE. ELIMINATIS. PERICVLIS 
RAPIDAS. SVBIECTI. GVRGITIS. VNDAS. CALCANTES
SECVRITATI 
PERPETVAE. GRATIAM. HABEBVNT.
Se puso esta Inscripción en el Puente de Montoro algún tiempo después de fabricado , quando se acabó de perfeccionar, por el año de mil quinientos y cinquenta á corta diferencia. Hoy no parece aunque hay memoria de ella, y nos huvieramos quedado priva­dos de el gusto de su eloquente lección , sino se huvieran conservado copias , que llegaron á manos de el Doctor Don Joseph Vázquez Venegas , Canónigo de San Hipólito de Córdoba , y de Don Pedro Villa-Zevallos , quienes se sirvieron de franqueármela. Tubo aquí presente Franco el celebre Puente de Alcántara edificado por el Emperador Trajano, cuya Inscripción imita en algo. Tomó de aquella el empe­zar la suya con dedicación, los términos Ingentem Ponte , y el puntar todas las dicciones , ó palabras, menos las de el fin de los renglones, según la cos­ tumbre de el alto Imperio , que tubo su principio en Cicerón , quien floreció en los tiempos de Augusto. 
En aquella clausula, Pontem Baetis ftuvíj rupibus imminentem, quiso explicar , que el Puente de Montoro se havia construido en la estrechez de unos grandes peñascos de Jaspe azul , que coartan á el Puente, y angostan el Rio por su entrada, y salida, en la que está una pequeña Iglesia dedicada á Seño­ra Santa Ana , y en lo qual imita también este Puente á el de Trajano, qué tenia á su entrada un Tem­plo Gentílico. Dice, que se hizo á gran costa: y es cierto : porque la tradición asegura , que no bastan­do los caudales comunes , contribuyeron todos los ve­cinos con quanto pudieron. 
Puente Mayor de Montoro. Años veinte. Fuente: Archivo Familia González Serrano. Fototeca Pasión por Montoro
Es una de las fabricas mas excelentes de es­ta especie, que se hallan en la Andalucía. Toda es de sillares de piedra rosada de amolar, y tiene quatro ojos , ó arcos : el mayor tiene treinta y quatro varas de ancho , y veinte y una hasta el agua de la superficie: los otros tres tienen la misma altura , y de ancho veinte varas: su longitud es de docientas y catorce Varas, y su anchura de diez. Por la parte superior a el recebimiento de la corriente tiene tres cuchílleles , ó corta aguas de figura de semicír­culo , que finaliza en punta , y los dos , que acom­pañan á el arco mayor , se elevan en forma de tor­res hasta lo superior de el edificio , dando anchuras á el Puente por la parte de arriba : el otro , y los tres de la parte inferior se quedan mas baxos , que los arcos. La calzada de la parte de el lugar, que llaman camino nuevo tiene por la parte de el Rió docientas treinta y nueve varas de murallón : la otra parte de la Calle , que desciende á el Puente desde Santiago tiene quince varas de muralla, que una , y otra se unen con el Puente, y son de una misma fa­brica. A la otra vanda tiene por un lado cinquenta y una varas de muralla , y por el otro un Petril sobre elevados peñascos. Después de haver ponderado Fran­co lo magnifico , y costoso de este Puente , añade que el Pueblo Eporense lo erigió para la perpetua gra­cia , y memoria de el beneficio hecho á los pasageros. En esto quiso explicar la liberalidad de los Eporenses , y la gratitud que le deben todos los pasageros en haver erigido un Puente sin Pontazgo , ni otro derecho alguno para todos. Por esto, y por las cos­tosas expensas de este Puente los Señores Reyes Ca­ tolicos Don Fernando, yDoña Isabel concedieron su privilegio ( continuado hasta el Señor Felipe V. ) el año de 1501. en la Ciudad de Granada, para que los vecinos de Montoro fuesen esentos de huespedes, no sacándoles bestias, ropas, ni otras cosas de guia, el qual privilegio fechado en trece de Julio del referido año se guarda con las confirmaciones de los demás Reyes sus sucesores en el Archivo de las Casas Capi­tulares de esta dicha Villa.»

El  texto que sigue,  es de don Leopoldo Martínez y Reguera, es quizá el más encantador de cuantos llevamos reseñados, siendo el  que nos presenta  una imagen más certera de Montoro en la época que nos ocupa, pero unos  cincuenta años posterior, dice así;

«La ciudad actual se halla tendida en cuatro colinas, que constituyen otros tantos barrios: la Cava, Santa María, la Cues­ta y otro sin nombre en el centro, en cuyo punto más culmi­nante se eleva él grandioso Hospital de Jesús Nazareno.
Estos cuatro cerros con sus respectivos valles, todos de ro­ca, prestan al suelo una aspereza y desigualdad notables.
Ceñido Montoro en tres de sus partes por el Guadalquivir y solo en comunicación con la campiña por un istmo al S. tiene todo el aspecto de una península, en forma de herradura.
La posición estraña de Montoro y la dureza escabrosa de su terreno imprimen á las calles y casas una rudeza particular y un Desnivel extraordinario y vistoso.
Las primeras eran en 1865 irregulares, estrechas, tortuosas, algo empedradas y tan pendientes que algunas estaban escalo­nadas ó embaldosadas porque de otro modo era imposible su ascensión á no ser á la rastra, y expuestísimo su descenso, principalmente en tiempo de lluvias.
Pocas había ancha y menos, llanas.
Campanario de San Bartolomé y Plaza de España de Montoro. Años 20
Fuente: Fototeca Pasión por Montoro
La llamada Camino Nuevo, hoy de la Ribera, que va al puente por la que me veia precisado á bajar para dirigirme á los baños de Arenosillo, ofrecía tal declive que, francamente, la atravesaba con el miedo en el alma y la oración en los labios confiando por completo mi vida á la fortaleza de las pier­nas de mi caballo. El estar adoquinada disminuía, el número de las caídas, mortales para el que tenía la desgracia de cho­car contra las enormes rocas que constituyen la acera izquier­da y sirven de cimiento á las casas de la Corredera, cuya es­palda mira á la referida calle.
Antiguamente se hallaban en peor estado.
[…]La torre parroquial, vértice del cono que forma el barrio de Santa María, se destaca tan culminante que su cruz se pierde en el cielo, como si en él estuviese enclavada.
Se ven algunas casas tan bonitas y bien decoradas que ni por dentro ni por fuera tienen nada que envidiar á las más ele­gantes de las capitales.
En 1763 había en Montero 1.110 casas y 2.000 vecinos es­casos.
En la actualidad existen 1.764 casas, en las que juntamente con las huertas y posesiones se albergan de 3.500 á 4.030 ve­cinos.
Calcúlese la importancia que merece esta ciudad por el solo hecho de haber duplicado, en un siglo, su vencidario, suscepti­ble todavía de mayor aumento.
[…]Son de regular aspecto[las casas], de bonita fachada las modernas, fal­tas de simetría y de gusto las antiguas, todas estrechas y sin comodidades por el reducido espacio en que están aglome­radas. El río y la aspereza indómita de la sierra parece como que prensan la ciudad obligando á sus habitantes á colocar las ca­sas en forma de piña.
La desigualdad del suelo hace que tengan un desnivel con­siderable. Así vemos en muchas calles las casas de una acera una ó dos varas más elevadas que las de la otra, sobre una es­pecie de andén, con objeto de facilitar su entrada, andén tan ancho á veces que llega hasta la mitad de la calle, obstruyén­dola, y que ya se estienda á toda la acera, ya se limite á una casa le llaman los montoreños poyato, y está amenazado de muerte por el proyecto del Alcalde de desembarazar las calles y nivelar las casas en el más breve término posible. 
La calle de Salazar, nombrada Alta porque domina toda la población, es su observatorio. Sus casas se alzan soberbiamen­te sobre las demás y desde sus miradores se divisa el pueblo como sumido en una profundidad infinita, en un abismo sin fondo.
Con todas las calles, con todas las casas sucede relativa­mente lo propio.
Tan pronto contempla el espectador un sin número de casas arrodilladas á sus pies en oración ó súplica, como vé, tornan­do los ojos al flanco opuesto, un conjunto enorme de fantasmas de piedra que amenazan precipitarse sobre su persona para anonadarle, compensando la humildad de un lado la arrogan­cia y altivez que se respira en el otro. 
Pero esta misma desigualdad le presta un encanto impo­nente y estraño. 
Al atravesar el puente de paso para Arenosillo, nunca po­día resistir al impulso de volver la cara y admirar la población que desde allí es un nacimiento, un reflejo de la inimitable Lis­boa. Manojos informes y caprichosamente desordenados de casas, unas recostadas de pechos sobre sus vecinas de delante, otras empinadas sobre las modestas cabezas de las pequeñas qué se postran á su peso: siempre me ocurría ver en ellas lar­gas y desiguales fílas de espectadores asistiendo á una repre­sentación desde un anfiteatro». (11)

Vista del pueblo de Montoro en la actualidad.
El bohemio y exagerado Luffman, recorrió en 1894 gran parte de valle del Gualquivir andando, al llegar a Montoro, que rozaba ya los 20.000 habitantes, es incluso auxiliado con dos pesetas por parte del Ayuntamiento de la época para seguir su camino, su impresión quedó recogida en este pasaje; 
«Me alegré, tras un día de marcha largo, caluroso, abrasa­dor, ante la vista de la antigua ciudad de Montoro. Ella el Toledo de Andalucía. Su emplazamiento es no menos seguro que imponente. Está colgada sobre una masa de roca triangu­lar alta y escarpada, y el río discurre rodeando dos de sus tres lados. 
Mirándola, desde el río hacia el lado norte aparece el cuadro más encantador. Las casas están apiladas unas sobre otras, los cimientos de las de arriba como si descansaran sobre los tejados de las de abajo. Tiene un aspecto disparatado y ruinoso, e incluso las torres de tejas llamativas de sus muchas iglesias no le redimen de la apariencia de desolación que muestra en cada pared desmoronada.[…] 
La gente es de aspecto altivo como las viejas casas que habitan. En verdad tiene su punto de orgullo, pero que tiene otro buen fundamento. Montoro está rodeado por cuatro millones de olivos. El aceite se obtiene en cuatrocientos molinos. La indus­tria da empleo a dieciocho mil almas, y una renta anual de treinta y cuatro millones de reales. Los habitantes se enorgu­llecen a causa de este hecho y yo pienso que ello es correc­to...». (12) 
Y termino esta pretenciosa colaboración en la revista de feria de este simbólico año, mi única intención con ella ha sido presentar algunos documentos que creo fundamentales para contribuir a la compresión de la historia de Montoro, unos ya conocidos, otros no. Mi labor ha sido solo esa, presentarlos, como siempre les corresponderá a los especialista analizarlos en su justa medida, yo solo he dado unas pinceladas vagas de las impresiones que me suscitan, nada más. He intentado acerca la imagen pretérita de Montoro, que fue “presente” para esas sencillas gentes que se ganaron y estrenaron el flamante titulo de Ciudad en 1808. (13) 

NOTAS:
(1) Benito Pérez Galdós. Episodios Nacionales tomo II. El 19 de marzo y el 2 de mayo. Bailén. Imp. y lit. de La Guirnalda, Pozas,12. Madrid 1882. Página 340 y 341. 
(2) Libro de Caja para el uso Antonio Coronado. Año de 1837. 
(3) III Encuentros de Historia Local Alto Gualquivir. Coordinador don Juan Aranda Doncel. Córdoba 1991. Un proyecto de Colonización Agraria en Montoro 1796-1804. Don Rafael Vázquez Lesmes. 
(4) Viene bien recordar aquí este pequeño texto de 1801, conservado en el Archivo General del Obispado de Córdoba, 1800-1801. 
"La villa de Montoro, de pueblo reducido, ha llegado a ser de bastante extensión y mucha población, y de gente pobres y escasa de vienes se ha pasado a ser rica y abundante. Toda su prosperidad y adelantamientos los deve a las lavores y plan­tíos de olivos y sus mejoras han sido tan rápidas que desde mediados del siglo último ha aumentado prodigiosamente este ramo de agricultura; ha extendido sus plantaciones cinco y seis leguas dentro de sus términos y sierras, compite ya en la abundancia de sus aceytes con los principales pueblos de Andalucía y ha venido a ser uno de los más ricos y poderosos de este Obispado". 
(5) Habitat rural y gran explotación en la depresión del Guadalquivir, publicado por la Consejería de Obras Públicas y Transportes de la Junta de Andalucía en 1996. 
(6) Habrá que tener en cuenta que las “Aldeas de Montoro” es decir, las Ventas de Cardeña, Azuel y el Charco, experimentaron también por aquel entonces un incremento poblacional importante. 
(7) Quiero llamar la atención sobre el consentidamente mal llamado “Puente de las Donadas”, nos consta a los montoreños documentalmente que nuestros antepasados llamaban al Puente, PUENTE y ya está, pues eran bastante más prácticos que nosotros poniendo nombres a las cosas. Para afirmar esto me atengo a las lecturas de todos los escritores reconocidos a lo largo de la historiografía montoreña, que han escrito algo sobre este particular; ni Fernández Franco en siglo XVI; ni el Padre Juan Beltrán, ni López de Cárdenas, ni Antonio Ponz en el siglo XVIII; ni Martínez de la Reguera, ni Ramírez de Arellano, ni Pascual Madoz en el Siglo XIX; ni Criado Hoyo en el siglo XX, ni nadie hasta los tres últimos lustros del siglo XX, lo llamo así. 
(8) Hay solo una diferencia apreciable entre ambas fotografías, además del tiempo transcurrido y de la limpieza de las aguas del Guadalquivir y sus riberas. Mí fotografía esta realizada a primeras horas de la mañana y la de Laporta está hecha a primeas horas de la tarde, esto se puede apreciar en las sombras que proyecta el Puente y en las caras iluminada de la Torre, aunque el punto de vista es exactamente el mismoy ambas intentan evitar las sombras. Además de que se ha construido en primer plano un terraplén y encima unas casas que impiden ver completamente el Puente. Este iba a ser el tema de mí artículo del año pasado, pero un hecho luctuoso lo impidió, de ahí que mí fotografía esté tomada el año pasado. 
(9) Antonio Ponz; “Viage por España en que se da noticia de las cosas más apreciables y dignas de saberse, que hay en ella”. Madrid, 1791 y 1792. Viuda de Joaquín Ibarra. T. XVI, pp. 254-261. 
(10) López de Cárdenas.”Franco Ilustrado. Notas a las obras manuscriptas de el insigne anticuario Juan Fernández Franco (natural de Montoro): en las que se corrigen, explican, y añaden muchos lugares, para instrucción de los aficionados a las buenas Letras”. 1775. 
(11)Leopoldo Martínez y Reguera. “Reseña histórico- descriptiva de la noble, leal y patriótica Ciudad de Montoro”. Montoro 1869. 
(12) Luffmann C.B.: “A vagabond in Spain”. John Murray, London 1895. 
(13)No quiero dejar pasar la ocasión sin decir que me es al menos chocante, que los montoreños no le hallamos rendido el homenaje que se merece a don Juan María de la Torre, alcalde de Montoro en 1808, artífice en gran medida de la concesión del Título de Ciudad Noble Leal y Patriótica a Montoro. La rotulación de una buena calle con su nombre sería lo más justo, teniendo en cuenta que evitó con su buena educación que los franceses incendiaran Montoro y que por ejercer su cargo con tanto tesón, estuviera a punto de perder la vida. Hay alcaldes que la tienen y a lo mejor no se la merecen tanto como este singular y gran montoreño. 
(*) Me ha sido de ayuda inestimable por sus textos el libro de Antonio López Ontiveros; “La imagen geográfica de Córdoba y su provincia en la literatura viajera de los siglos XVIII y XIX”. Publicaciones del Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba. Córdoba 1991. Y también “La Andalucía de los libros de viajes del siglo XIX”. Biblioteca de la cultura andaluza. Sevilla 1985.

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