LO MEJOR DE LA SEMANA

lunes, 11 de febrero de 2013

El Arco de la cárcel y el Rincón de Olaya

Padre Jesús bajo el arco. Años cincuenta. Archivo Familia González Serrano. Fototeca Pasión por Montoro

Publicado originalmente en la Revista Cruz de Guía
José León Solís
Conocer la historia de la Semana Santa ha sido una constante a lo largo de los siglos. Las fuentes documentales, para reconstruir el pasado, constituye un instrumento muy valioso e imprescindible. Pero, ¿puede encontrarse en las fuentes escritas toda la información de la historia más visible de nuestra Semana Santa?
Desfile del Viernes Santo montoreño con autoridades civiles, eclesiásticas y
políticas acompañados de la Banda de Música e Imperio Romano
El trabajo colectivo - el individualismo es contrario al devenir del hombre-  hace posible que la tradición se cumpla como máquina del tiempo que marca el tic-tac de nuestra historia. El progreso, el mundo globalizado, las nuevas tecnologías, la información rápida, nos llevan a un continuo e incesante baile de datos y estudios históricos, a veces inconexos, y a una visión generalizada de la celebración los días sagrados de la Semana Santa, sin deparar, en muchas ocasiones, en las peculiaridades de cada localidad; lo que conlleva a dejar en el olvido a aquellas generaciones que con nulos recursos supieron transmitir este hermoso legado. La conmemoración de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo constituye en su esencia religiosidad pero también tradición, sello indeleble que duerme sumergido en el fondo del pueblo al que es imposible que le sea arrebatada. 
Desde sus inicios en el siglo XVI ésta celebración ha tenido – y tiene - como base la participación popular, esencia y árbol en el que ahonda sus raíces marcando una mixtura de lo religioso con lo popular, a pesar de algunas voces que tratan de eliminar este último componente para ir a lo estrictamente puro.
Las procesiones del medievo cumplían como fin primordial la práctica de la disciplina pública como forma de expiación de los pecados. Será a partir del Concilio de Trento cuando cambie el orden de celebración, sin olvidar la participación del Clero que ocupaba en el cortejo un lugar preeminente portando y acompañando al Crucifijo, aunque las Autoridades Civiles se encontraban próximas a ellos. 

Mañana del Viernes Santo en Montoro. Anterior a 1960.
Fuente: Archivo Familia González Serrano. Fototeca Pasión por Montoro
La externalización de la procesión supuso que el espacio urbano se convierta en un recorrido sagrado, en un Vía Crucis. Así las calles y plazas se convierten en un espacio ritual. Por ello, la procesión constituyó una de las máximas expresiones del catolicismo postridentino. De este modo se concibe la introducción en el cortejo de los cantos penitenciales que junto con los elementos sonoros y visuales crearán el ambiente de la Semana Santa.
La manifestación de la religiosidad popular surgida de la Hermandades y Cofradías sufrió el duro embate de las prohibiciones de Carlos III. Esta situación se hizo más aguda en el siglo XIX con las desamortizaciones, lo que supondrá en algunos casos andaluces su desaparición. Será a lo largo del siglo XX cuando comience a resurgir alcanzando hacia finales del siglo el momento de mayor esplendor de toda su historia. No cabe duda de que actualmente vivimos una época de esplendor de la Semana Santa, impulsado en los últimos veinte años, del que no ha gozado en el pasado ni siquiera en la época del barroco. Su origen podemos situarlo en dos décadas de la pasada centuria que han sido claves en su desarrollo: los años cuarenta, que podemos calificar de “comienzo de la nueva etapa cofrade” y los años ochenta de indudable cambio a la actual Semana Santa, pero manteniendo la esencia.
El Patrimonio que constituyen las Hermandades y Cofradías, el Imperio Romano, los Coros, los Sentencieros, los Apóstoles y las Asociaciones musicales, se han nutrido y se nutren de un fondo humano que con su trabajo cotidiano es la base y esencia que perfuma la preservación de nuestra más arraigada tradición. Sin estos elementos la Semana Santa montoreña carecería de idiosincrasia. 
San Pedro procesionando con la Vera Cruz. Inmediato a la guerra
Archivo Pepe Meroño. Fototeca Pasión por Montoro
Quienes fueron participes, en cada momento histórico, de su resurgimiento y consolidación no percibieron la importancia de su labor, tampoco experimentan esta percepción los que están ahora creando historia, porque el trabajo diario, el más silencioso, viene impulsado por la generación precedente; siendo, en suma, todos artífices de nuestra actual Semana Santa.
Remontémonos a los años cuarenta de la pasada centuria para comprender los hechos y a aquellos hombres que sentidos por el peso de la tradición realizaron un titánico esfuerzo. Fueron años de escasez de medios, de Imágenes y de Pasos, en los que se reorganizó la Semana Santa de posguerra. No vamos a pormenorizar, por ser sobradamente conocido por todos, como se reorganizó la Real Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno que adquirió todas sus Imágenes en poco más de cinco meses para hacer realidad su salida procesional en el año 1.940, o la primera salida de la Cofradía del Santo Entierro y de la Banda de Música, o aquellos valientes Romanos que recuperaron en la ajetreada Cuaresma del año 1941 a la Centuria Romana de Montoro, designando los cargos del Cuerpo de Oficiales, Cabo de Gastadores, de tambores, de cornetas, la Primera Escuadra de Gastadores, buscando o confeccionando capas de paño roja, golas, corazas, cascos y quita quites de latón, morriones de lana roja y negra, picas, espadas de madera, faldillas de tela azul, pantalones blancos, manoplas rojas y para la ocasión botas camperas de color negro y rojo, algunas prestadas, o aquellos cornetas y tambores que sin traje de Romano desfilaron por nuestras calles, o a los componentes de los Coros pidiendo permiso para reunirse en las tabernas adyacentes de nuestra Plaza para realizar sus ensayos. El  siete de febrero de 1940 Pedro Cañas dirige escrito solicitando autorización al Alcalde para llevar a cabo los ensayos cuaresmales ante la dificultad de reunirse en horas nocturnas – tengamos en cuenta que en aquellos años de posguerra existían fuertes prohibiciones de reunión – solicitud que por su interés venimos a reproducir literalmente:
“Señor alcalde y demás individuos que componen el Ilustre ayuntamiento de esta ciudad. 
El que suscribe en representación del Coro de los Dolores de este pueblo, del que se honra en ser su Director artístico, a ésa Ilustre Corporación. 
Expone: Que siendo en ésta época de cuaresma cuando nos dedicamos a los ensallos del Venedicto y Dolores, con el fin de perfeccionarlos, para poder luego acompañar a las Imágenes, durante las procesiones de Semana Santa, y teniendo necesidad de reunirnos con alguna frecuencia en estos días, durante las horas de ocho a doce de la noche en los Establecimientos de bebidas de esta población, queriendo el que suscribe obtener para tal objeto un permiso, ya que con nuestros ensayos contribuimos a levantar el entusiasmo del vecindario, y que nuestras próximas fiestas alcancen el mayor esplendor. 
Suplica: Se le conceda por esa Corporación municipal el permiso que solicita, con el fin que por los agentes de la autoridad no se nos llame la atención en las horas de nuestros ensallos, y en las que se guardarán por esta entidad del “ Coro de la Virgen” las formas más correctas”.
Borriquita en Jesús, posiblemente su primera
 salida procesional. Archivo José León Solís.
La consolidación de la Semana Santa de posguerra concluyó en los años cincuenta y principios de los sesenta gracias al ambiente de Cuaresma generado en el barrio de la Plaza y en el bar de la “ Puerta Baja” regentado por Dª Rosario Jiménez donde acudían los cofrades, Presidentes y miembros de las Juntas Directivas de las Cofradías, donde también tenía lugar los ensayos de los Coros y de los Romanos y el barrio del Retamar, en casa de Manuel Ruiz Isasa o en el bar de Pedro González Majuelos “Pericón el del Puente” donde se fraguó la fundación en el año 1943, realizando su primera salida procesional en 1944, la Cofradía de la Borriquita. Estas décadas constituyeron época de dificultades pero también de impulso y mantenimiento, con un factor que mermó considerablemente la Semana Santa a partir de la década de los sesenta: la emigración que desembocó en una importante disminución de la población más joven y por consiguiente de los miembros activos de las Cofradías, lo que obligó, entre otras cosas, a que los Pasos tuvieran que ser portados de parihuelas o andas a ruedas; hecho recogido de manera bien elocuente en el libro de Actas de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno.
Mañana Viernes Santo. Fuente: recorte de la
Revista Nuevo Oleastrum Montoro.
“… Por el Señor Presidente, se da a conocer el problema que representa la falta de personal para llevar las imágenes, del cual se trató en la junta General Ordinaria celebrada el día del Corpus Christi del pasado año, y que quedó pendiente para esta reunión. Todos los hermanos con gran espíritu de colaboración, exponen ideas aprobándose las de D. Rafael Cazorla Beltrán, D. Rafael Barona y D. Manuel García Mesa en el sentido de que ellos se encargarían de buscar el personal y acordándose el precio de 150 pesetas para las imágenes de San Juan, Magdalena y Verónica y de 200 pesetas para Nuestra Señora de los Dolores. Se acuerda así mismo la elevación de la cuota de 5 pesetas por hermano”.[1]
La década de los ochenta marcó un nuevo cauce. Hoy, desde la perspectiva del tiempo, podemos decir que este renacer fue común denominador en la Semana Santa andaluza, dándose incluso la paradoja de que pueblos y ciudades, donde casi no se celebraban procesiones de Semana Santa se crearon nuevas Cofradías, o se dio un gran impulso a las que estaban avocadas a su desaparición.
Son muchos los factores que influyeron, no coincidentes con una época de fervor religioso sino todo lo contrario de crisis religiosa, en este renacer; dándose el dato aparentemente contradictorio que se produce en una época en la que comienza a regir un Estado aconfesional basado en la libertad religiosa y de culto amparada en el artículo 16 de la Constitución de 1.978. En este nuevo marco socio-político es cuando comienza a marcarse con mayor ímpetu el cambio de ritmo de la Semana Santa.
Primera cuadrilla de costaleros montoreños.
Fuente: Antonio Criado Arroyo. Fototeca Pasión por Montoro
Como causas básicas de este resurgir podemos señalar, entre otras, la vuelta de la emigración, que en tiempos de ausencia supuso el recuerdo de la tierra con la esperanza de volver como una liberación y vuelta al ideal del “vivere secumdum natura”, es decir, la vuelta a las raíces y a la búsqueda de la identidad que le sirve al individuo para el hallazgo de la memoria perdida. Otros factores fueron la incorporación a las cofradías de la juventud auspiciada por la generación de posguerra y la democratización de las cofradías, así como de la incorporación y participación de la mujer en el mundo cofrade, tanto tiempo relegada, no sólo en el ámbito externo de participación en las procesiones sino también en el gobierno interno de las cofradías. Otro aspecto fundamental, muy a tener en cuenta fue y lo sigue siendo, la búsqueda por las Cofradías de nuevos recursos económicos, lo que implicó una mayor actividad durante todo el año, no reduciéndose su actividad a los días previos de la Semana Santa.
La primera salida del Paso del Santo Sepulcro con los costaleros de la Cofradía del Nazareno de Córdoba en el año 1981 y en el año 1982 de la primera salida procesional con la cuadrilla de costaleros montoreños auspiciada desde la Cofradía del Santo Entierro de Montoro, constituyó un punto de inflexión del esplendor actual de la Semana Santa. Es este un hecho indiscutible que marcó una renovación de los Pasos, exhorno con flor natural cuidando los detalles, introducción de música adecuada al costal y fundamentalmente una mayor atención a todos los Titulares de la Cofradías.
Con los antecedentes inmediatos y lejanos que hemos expuesto, para alcanzar a comprender lo que hoy constituye, en su justa dimensión, nuestra Semana Santa, vamos a fijar nuestra atención en determinadas tradiciones, para lo que hemos buceado  en el fondo de la intrahistoria.
Libro de Actas de la Cofradía de Padre Jesús.
La historia se nutre de hechos emergidos del pueblo que por su repetición se convierten en tradición. Es la Intrahistoria, concepto que inventó Unamuno y que definió como silenciosa, continua, como el fondo del mar, como la sustancia del progreso. Es la verdadera tradición. La tradición eterna que sirve de “decorado” a la historia más visible y que duerme durante todo un año para despertar en su justo espacio, tiempo y lugares precisos, como savia que cada primavera renace del recuerdo para mostrarse como flor espléndida. En definitiva aquellos aspectos menos visibles surgidos del silencio, de lo cotidiano, del fondo del pueblo donde duerme y se construye la verdadera y eterna tradición, auténtico decorado invisible pero imprescindible para que la escena de la Semana Santa pueda tener lugar cada año. Sin la repetición de los hechos nacidos de la intrahistoria la tradición se vería abocada a la desdicha.
Los Libros de Actas de los Cabildos y de las Juntas de Gobierno de las Cofradías están llenos de historia; pero quedan ocultos, por no quedar en ellos reflejados salvo excepciones, determinados aspectos de nuestra tradición que han llegado hasta nuestros días gracias al esfuerzo de todos. El gran escenario que constituye el marco de Montoro, con sus intrincadas calles de blanca cal y rojiza piedra molinaza reflejan un blanco pasado en el que se siguen desarrollando las mismas tradiciones. 
Padre Jesús bajo el Arco. Años cincuenta.
Fuente: Archivo Familia González Serrano. Fototeca Pasión por Montoro

Hoy queremos traer a éstas páginas y compartir con todos los que nos precedieron, decimos queremos porque todos somos participes como ente colectivo, la intrahistoria de la Semana Santa montoreña relacionada con dos rincones de la madrugada del Viernes Santo, donde tiene lugar la tradición: El Arco de la Cárcel y el Rincón de Olaya. La procesión de la madrugada del Viernes Santo discurría en la penumbra de las velas de los penitentes hasta el comienzo en el año 1846 del proyecto e instalación del alumbrado para, como dice Leopoldo Martínez y Reguera, poner coto a los sucesos que en las noches oscuras tenían lugar con pasmosa frecuencia, en aquellas personas que por las pendientes y desiguales calles de Montoro, no iban provistas de linternas, como los esbirros de las rondas antiguas, por las distintas y débiles, parecían en ciertas noches pavorosas, imperceptibles átomos, puntos luminosos perdidos en el espacio, último suspiro de una estrella.
Cuando Nuestro Padre Jesús Nazareno puntualmente se presentaba en la penumbra de la Plaza de Jesús ante su pueblo de Montoro se renovaba el rito. Una hora transcurría, y transcurre, desde la plaza de Jesús hasta el Arco de la Cárcel o Arco de los Faroles adyacente a las Casas Capitulares, cuya fachada de piedra molinaza se cubrió de cal en la época de epidemias de tifus, eliminada en la década de los años veinte del pasado siglo siendo Alcalde D. José León García.
Vista de la Calle Alta y el Arco. Años sesenta.
Fuente: Diego Muñoz-Cobo. Fototeca Pasión por Montoro
El Arco será objeto de remodelación y eliminación de la cal en los años sesenta construyéndose las actuales hornacinas donde lucen, iluminadas por sendos faroles, un cuadro de la Imagen del antiguo Nazareno y otro con la Imagen de la Inmaculada Concepción. Desde la década de los cincuenta hasta finales de siglo se instaló un arco de bombillas encendidas, exclusivamente, en la madrugada del Viernes Santo para darle mayor realce a la Imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno bajo el Arco. En este lugar, desde el siglo XVII se recitan por los Sentencieros la Sentencia a Muerte de Jesús y los cantos penitenciales del Coro Padre Jesús. 

Indaguemos en el origen de la tradición de Padre Jesús bajo el Arco, que si bien no consta documentado, ha sido transmitido de generación en generación. El punto de partida lo podemos situar con la construcción de la antigua Cárcel Real adyacente al Arco. Durante el reinado Felipe III se construyó la cárcel de la Villa de Montoro con entrada por la Plaza. Así consta en inscripción labrada en piedra molinaza que recuerda el hecho: “La majestad del Rey Phelipe tercero, deste nombre, Nuestro Señor, Mandó hazer esta Cárcel”.
Durante muchos años ésta entrada estuvo ocupada por un kiosko fabricado en piedra molinaza que regentó, antes de ser demolido, por nuestro recordado Marchena. La antigua Cárcel ocupaba lo que fue la Depositaria del Ayuntamiento y salón de Actos del Colegio de San Juan de Letrán, antiguo Colegio de Niñas Educandas que fundó el Presbítero D. Juan Antonio del Peral y Buenrrostro. Por inventario de 1790 sabemos de las dependencias del presidio: pasando la puerta principal y el rastrillo de hierro estaba a la izquierda una cuadra grande para presos y otras dos más pequeñas. También disponía en el cuarto junto a la escalera de un cuarto y otro en la parte alta. Junto a las dependencias que albergaban a los detenidos y presos se encontraba la capilla y sacristía. La cárcel fue ampliada en el año 1.836 con parte de las dependencias del adyacente colegio de Niñas Educandas, hasta su traslado en 1.840 a las dependencias del exconvento del Carmen.
Sermón del Paso. Años cincuenta.
Fuente: Archivo Familia González Serrano.
Este hecho sucedía a las tres de la madrugada, salvo los años de prohibiciones en los que la procesión se trasladó al alba, acudiendo el pueblo emocionado a este acto. 

Cuando se trasladó la cárcel, en tiempos de Isabel II, al edifico adyacente del antiguo convento de los carmelitas, donde hoy esta la Plaza de Abastos, quedó la costumbre de los montoreños de acudir a ver a Nuestro Padre Jesús debajo del Arco a las tres de la madrugada en memoria de aquella tradición.
Otro lugar, de más reciente creación en el que se recrea la tradición, es el “Rincón de Olaya”. Muchas veces hemos oído hablar de este lugar como sitio de antigua tradición, si bien su origen es más actual remontándose al año 1991. Han sido numerosas las ocasiones en las que hemos recordado su origen pero es preciso volver a hacerlo.
En el número 11 de la Calle de la Coracha vivió Antonio Olaya, miembro que fue de la Agrupación de Sentencieros y de los Coros de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Tan amante era nuestro recordado Olaya de su Coros y de su Padre Jesús que todos los días del año, lloviera o hiciera calor, de regreso a su domicilio tanto al mediodía como por la noche, acudía a las puertas de la Iglesia de San Juan de Letrán para entre sollozos cantar los cantos de los ancestrales Coros.
Calle Coracha, al fondo el Rincón de Olaya. Años sesenta.
Fuente: Archivo Diego Muñoz-Cobo. Fototeca Pasión por Montoro
La Sentencia denominada por tradición “ La Larga”, para distinguirla de la que se canta por el Piadísimo y Antiquísimo Coro de Nuestro Padre Jesús Nazareno y María Santísima de los Dolores para dar entrada al cántico del Et Erexit, denominada por tradición “ La Corta”, era cantada por la Agrupación de Sentencieros antes de la guerra civil de 1936 en la madrugada del Viernes Santo ante la Imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno en los siguientes lugares: En el Arco de la Cárcel y en “ El Castillito”. El texto de la Sentencia estaba escrito en la llamada María, denominación que tomó del asta donde estaba inscrita por estar rematado con la M símbolo de María. Después de la contienda civil ésta sentencia dejó de cantarse hasta que en 1991 pudo recuperarse en el seno del Piadoso y Antiquísimo Coro de Nuestro Padre Jesús Nazareno y María Santísima de los Dolores, gracias a Francisco Amate y Manuel León Cañete cuyo texto y canto conocían, transmitiéndolo a los actuales miembros de la Agrupación de Sentencieros que también forman parte del Coro. La razón de situarse el canto en el “ Rincón de Olaya “, fue debido a que, como hemos dicho, los Sentencieros formaban también parte del Coro de Padre Jesús. Ante la imposibilidad de actuar como coristas y sentencieros en los tradicionales sitios donde se cantaba esta Sentencia, acordaron cantarla exclusivamente en el “Rincón de Olaya, bautizado así por las personas que recuperaron el canto en el año 1991, y en memoria de Antonio Olaya que formó parte de ésta Agrupación de Sentencieros y de los Coros de Padre Jesús. 
Estos hechos silenciosos e invisibles son los que duermen en el fondo de la tradición que como ánfora de un barco sumergido en el transcurso de los años consiguieron aupar aquellos entusiastas Romanos, cofrades, coristas, sentencieros, músicos y que muy pronto se pusieron en marcha con una labor silenciosa y que constituye la intrahistoria de nuestra Semana Santa, o de aquellos otros que introdujeron los costaleros. 

Los pasos perdidos por nuestras calles y plazas duermen apacibles y sosegados, como camino por el que ha resbalado la tradición, sin caer en el precipicio. Sitios y lugares por los que discurren las procesiones de la Semana Santa de Montoro. Patrimonio de un pueblo que un día recibirán de sus predecesores los más jóvenes como legítimos herederos obligados a su conservación.

2 comentarios :

  1. En ayuda gráfica de la reinstauración de la Semana Santa montoreña les envío esta foto de las las "fuerzas vivas" de los años cuarenta en la mañana del Viernes Santo. Podrán conocer desde Miguel Cobo a Padro Glez, pasando por el alcade Rafael Perez, Paco Perez (practicante) Rafael Rivas (boticario) Frco Garcia (procurador), junto con Diego Ramos y Manuel Ruiz.


    Ha ocurrido que, en las busqueda de la foto anteior, han aparecido unas del primer "vereon" en finales de los 50. Con estudiantes voluntarios para salir en la "cola" en la "madruga" Los trajes se sacaron de las arcas del comandante Frco. Garcia .

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  2. Como de costumbre, fantástica la documentación gráfica que aportas. La guardaremos y daremos buen uso. Todo este tipo de material siempre es bien recibido.

    Un saludo. Pedro J. Delgado

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