LO MEJOR DE LA SEMANA

lunes, 17 de junio de 2013

Las cruces ubicadas en el término de Montoro

Dibujo del siglo diecinueve donde aparece la Cruz de Santiago. Fuente: Fototeca Pasión por Montoro
Pedro Antonio Robles González
Licenciado en Humanidades
1. INTRODUCCIÓN
“Los propietarios, poseedores o usuarios de escudos, emblemas, piedras heráldicas, rollos de justicia, cruces de término y demás piezas y monumentos de análoga índole cuya antigüedad sea de más de cien años no podrán cambiarlos de lugar ni realizar en ellos obras o reparación alguna sin previa autorización del Ministerio de Educación Nacional”. Este es el primer artículo reflejado en el Decreto 571/1963 de 14 de Marzo, mediante el cual se protegen todas las cruces de término con una antigüedad superior a los 100 años. De esta manera y a partir de la Ley 16/1985, de 25 de junio, del Patrimonio Histórico Español, estos bienes pasan a ostentar la categoría de Bien de Interés Cultural (BIC), máxima figura en materia de protección patrimonial. 


Las Cruces de término, junto a otros bienes como los castillos o fortificaciones (Decreto de 22 de abril de 1949), los escudos o piedra heráldicas (incluidos en este mismo decreto de los cruceros) y hórreos o cabazos (Decreto 449/1973), se convierten en la gran “operación” proteccionista, en materia de Patrimonio, llevada a cabo por el régimen franquista (1939-1975). Durante todo este periodo político, de más de treinta años, se mantuvo en vigor, sin apenas variaciones, la adelantada y revolucionaría Ley de Patrimonio Histórico-Artístico Español de 1933, redactada durante la II República. Una de las escasas medidas legales en materia de protección de nuestro Patrimonio elaboradas durante el gobierno de Franco fueron la redacción de los decretos anteriormente mencionados, referidos a los castillos, escudos, cruces y hórreos. La protección de estos bienes no se escapa de la ideología dictatorial dominante del momento, su redacción no es casual sino que se trata de una evidente medida proteccionista de carácter simbólico, e incluso podríamos denominarla de iconológica.

Detalle de los escudos de la Fachada de la Parroquia de San Bartolomé, a la izquierda el escudo
contiene elementos iconográficos alusivos a San Bartolomé y Santiago.
El de la izquierda es el escudo del Obispo don Alonso Manrique. Fuente: Pedro J. Delgado.

Sin embargo la medida legal adoptada no supuso ser el medio idóneo para su futura conservación. La protección de estos bienes mediante decreto consigue la salvaguarda genérica de los mismos, sin embargo la inexistencia de una relación seria y cuantificada de este legado patrimonial ha interferido negativamente en la conservación de los bienes, siendo muchos los ejemplos, e incluso en la actualidad, que siguen desapareciendo por su desconocimiento o ignorancia, tanto real como pretendida, por parte de las Administraciones Públicas y el propio ciudadano. Por eso uno de los retos que se marcó la Delegación Provincial de Cultura de Córdoba de la Junta de Andalucía en la década pasada fue, la elaboración de unos exhaustivos inventarios que recogiesen cada uno de los bienes protegidos por los decretos ya mencionados. De este modo llegaremos a conocer de manera certera el número total, o al menos aproximado de los mismos, así como su localización, su estado de conservación, su situación jurídica, entre otras apreciaciones, que permita su riguroso control así como garantizar su legado a las sucesivas generaciones. 



Durante los años 2009 y 2010 se llevó a cabo el “Inventario de Cruces de Término y Similares de la provincia de Córdoba” por parte de la referida Administración Pública. Su elaboración supuso todo un reto debido a la redacción de un decreto no muy aclarativo tanto en la propia definición conceptual deL bien en concreto y el marco cronológico establecido. Por ello que a la hora de enfrentarse a un proyecto de tal envergadura fue necesario establecer un claro y riguroso concepto de lo que comúnmente se denomina cruz de término, elemento patrimonial identificado con otras apreciaciones tales como territorio material e inmaterial, vías de comunicación, límites, comunidad, protección o religiosidad. De la unión de todos estos conceptos determinantes surgió una categoría de cruces de término que más adelante veremos más detenidamente.
Cruz ubicada en la Calle Coracha que hace referencia a un asesinato
en 1938. Años 60. Fuente: Herederos Diego Muñoz-Cobo

Brevemente podríamos definir una cruz de término como aquel hito o mojón, construido generalmente en piedra y forja, como muestra de piedad por parte del pueblo y para su fomento entre los viajantes. Su ubicación era generalmente estratégica, se situaban en la entrada de las ciudades y villas, en caminos, encrucijadas, promontorios, y en muchas ocasiones asociadas a algún inmueble religioso. Es en este último caso cuando son denominados popularmente como humilladeros, por ser el lugar donde los devotos se “humillaban” arrodillándose o reclinando la cabeza; en algunos casos marcaban el punto de inicio desde el cuál los oferentes, en señal de promesa, caminaban arrodillados hasta la misma entrada del sagrado templo, donde se rendía culto a una venerada advocación, ya sea en forma de icono o reliquia. Por tanto podemos concluir en que una cruz de término es un elemento con una funcionalidad principalmente delimitadora de territorios tanto físicos como espirituales, que distingue el ámbito urbano del rural, y diferencia el mundo pagano del religioso o cultual.
Se excluyen expresamente de esta clasificación de cruces de término aquellas cruces de carácter funerario, como esas que identifican el lugar donde se produjo el fallecimiento de un determinado individuo a causa de un accidente de tráfico, asesinato o catástrofe natural; u otras ubicadas en el interior de un cementerio o campo santo, ajena a su delimitación externa. Consideramos que los valores de estos bienes difieren de manera elocuente de aquellos otros, objeto de nuestro estudio. Asimismo el marco cronológico que establece una antigüedad “de mas de 100 años”, justifica la no inclusión en este inventario de todas aquellas cruces levantadas en los primeros años del franquismo en honor a “los caídos”. Su marco temporal ajeno al nuestro, así como su fundamentación ideológica ajena al de las cruces de término, explican su no inclusión en este trabajo. 
Montoro, al igual que el resto de poblaciones cordobesas, verían como en su casco urbano proliferarían numerosas cruces que favorecieron a la concepción de la ciudad barroca. Estos hitos junto a templos, capillas, hornacinas, altares callejeros, entre otros, conformarían una imagen profundamente religiosa de la nueva urbe, influencia directa de los dictados del Concilio de Trento. A través de este artículo podremos conocer un poco más aquellas cruces que se levantaron en el casco urbano y alrededores de la villa montoreña. En su mayoría han desaparecido, pero aún se conservan ejemplos originales, algunos reconstruidos y otros que permanecen perennes en las calles del municipio a través de la conservación de su toponimia.
Cruz del Risquillo en Montoro.
Fuente: Pedro Antonio Robles González
2. EL CASO DE MONTORO 
Las cruces de término y similares conservadas en la provincia de Córdoba se distribuyen por el territorio de una manera desigual, sin embargo hemos de tener en cuenta que los bienes legados hoy en día representan solamente un pequeño porcentaje de los que debieron existir en un pasado. Con los datos obtenidos durante todo nuestro trabajo de campo, donde a parte de inventariar las cruces de término incluidas en este trabajo se ha tenido en cuenta la existencia de otras ya desaparecidas, podemos comprobar que las principales aglomeraciones de hitos se establecieron en la comarca del Valle de los Pedroches, en el norte de la provincia, y en todas aquellas comarcas históricamente más pobladas, las ubicadas al sur de la provincia y que se corresponden con la Campiña y la Subbética. En este segundo bloque se incluiría también la capital, Córdoba, máximo aglutinador poblacional. No obstante hemos indicar que en la comarca del Alto Guadalquivir, donde se inserta nuestra localidad de Montoro, se conservan notables ejemplos de cruceros, algunos de ellos de gran interés. Entre ellos podríamos destacar la Cruz del Calvario en Villafranca de Córdoba, el Víacrucis y Cruz de la Ermita de Jesús Nazareno en Bujalance, la Cruz del Santo Cristo en Pedro Abad, y por supuesto las conservadas en el término montoreño.

Es bastante difícil constatar el año de construcción y el donante de la obra, sin embargo no es extraño que muchas de estas cruces contemplen en alguna de sus piezas inscripciones labradas con el año de construcción e incluso el benefactor que corrió con sus gastos, es el caso de la Cruz del Risquillo en nuestra localidad. No obstante el análisis estructural y artístico de las cruces, unido al estudio de las fuentes históricas y documentales, nos permiten establecer una cronología y evolución de carácter general, y que igualmente se puede aplicar a la localidad de Montoro y su comarca. 

Las cruces de término surgen en la provincia de Córdoba en la Baja Edad Media, una vez la conquista cristiana del antiguo Al-Andalus se encuentra asentada y consolidada. Tras la recuperación de los territorios, las políticas tenían como objetivos cristianizar y castellanizar los mismos y que mejor que utilizar el símbolo de la cruz como elemento identificativo del nuevo poder, representado en el Estado y la Iglesia. Por tanto las cruces de término, se convirtieron en este sentido en la imagen visual de una victoria histórica, política y moral sobre el anterior poder dominante. Son muy escasas las cruces recogidas en este inventario, cuya existencia en los últimos años de la Baja Edad Media esté documentalmente comprobada, como casos excepcionales tenemos la Cruz de la Roldana en Luque o la Cruz del Rastro en Córdoba.

Romería de las Veleras, al fondo el Humilladero Fuente: Fototeca Pasión por Montoro.
La Edad Moderna es el periodo histórico de esplendor de las cruces de término y humilladeros, arropadas sin duda por las nuevas directrices surgidas a raíz del Concilio de Trento (1545-1563) que convocado para hacer frente a la expansión del protestantismo en Europa, tuvo especial trascendencia en lo que a la religiosidad popular y sus formas de expresión se refiere. La crisis del s. XVII que amenaza al pueblo con numerosas sequías, malas cosechas, y propagaciones de epidemias, ejerce también un influjo bastante determinante en el aumento de las practicas devocionales, y su reflejo en una ciudad teatral con una escenografía cargada de ermitas, capillas, altares, hornacinas y cruces. La gran mayoría de las cruces de término y similares conservadas en la provincia de Córdoba, así como las estudiadas en el municipio montoreño se adscriben a esta época, en muchos casos su presencia se constata documentalmente. 

Con la llegada del siglo XIX, se inicia una nueva etapa que, de principio, rompe con los esquemas del pasado. Va a ser una centuria dominada por la agitación y los movimientos revolucionarios que mucho tendrán que decir en el paisaje de la ciudad. Primero, la invasión napoleónica supone la destrucción de un amplio capítulo del arte en Andalucía, sin contar con lo que representa la rapiña de importantes muestras de nuestro patrimonio artístico. A este episodio sucedió en la segunda mitad del siglo XIX un movimiento de contestación a lo que había sido el sistema tradicional de la sociedad española; un movimiento que tuvo un fuerte componente anticlerical que significó la destrucción de numerosos recintos religiosos y la remodelación de algunos paisajes de la ciudad, cuya mejor manifestación fueron las famosas desamortizaciones de bienes y conjuntos eclesiásticos, a muchos de los cuales se encontraban vinculados los cruceros. Por todo ello puede decirse que el siglo XIX fue más bien un siglo dominado por la destrucción que por la construcción de nuevas cruces, no obstante estas condiciones adversas no impide que se sigan erigiendo nuevos hitos. En el caso de Montoro, como veremos más adelante, tenemos como ejemplo el desaparecido Vía crucis de Gracia, levantado en el año de 1838.

Ese carácter de destrucción vuelve a repetirse, si cabe con mayor intensidad en algunas etapas de la primera mitad del siglo XX especialmente negativas para el patrimonio de estas obras populares que son las cruces de la provincia de Córdoba. Así con la proclamación de la Segunda República en 1931 se desató una fuerte reacción anticlerical, especialmente durante el periodo Azañista (1931-1933), traducida en una serie de atentados contra el patrimonio artístico. Son las cruces, hornacinas y altares callejeros, los bienes que debido a su fragilidad y vulnerabilidad, se convierten en el objetivo principal de saqueos y profanaciones. Las cruces eran derribadas casi siempre en acciones premeditadas que llevaban a cabo grupos reducidos de personas que mediante una soga anudada al extremo superior de la cruz tiraban de ella aprovechando la oscuridad de la noche. Podemos afirmar que fue durante este periodo cuando se produjo el mayor número de destrucciones, incluso más que en los conflictos provocados por la cercana contienda. La Guerra Civil de 1936 supondrá un duro golpe para todo el patrimonio religioso, en el que las cruces de término se vieron trágicamente afectadas. Los atentados y destrucciones que se llevaron a cabo sobre el patrimonio religioso con motivo de este enfrentamiento bélico en la localidad Montoro se produjeron tristemente el 19 y 24 de julio de 1936, en el que los componentes de las Milicias de Jaén arrasaron buena parte de los bienes muebles de los templos locales.

Ayuntamiento y Arco de la cárcel, podemos observar la capilla existente en la parte superior del Arco. 1915-20
Fuente: Archivo Francisco Aguilar Pérez. FOTOTECA PASIÓN POR MONTORO.

Los donantes o patronos de la fábrica de estas obras y los encargados de su mantenimiento son varios agentes. Aparte del cabildo municipal y eclesiástico, destacan de manera particular los fieles devotos, quienes realizan, en muchos casos, a modo de ofrenda la construcción del crucero. Sin embargo, dentro de la jerarquía eclesiástica, y más concretamente en el mundo de las ordenes religiosas, existe una que mostrará un especial interés por el levantamiento de este tipo de hitos, nos referimos a la Orden Franciscana. Según cuenta la leyenda Santa Elena de Constantinopla halló las reliquias del “Lignum Crucis”, o sea la cruz donde fue crucificado Jesuscristo, en Jerusalén en torno al año 326. Fue la orden franciscana la que, tradicionalmente, se ha encargo a lo largo de la historia de custodiar y dar culto a las reliquias, encontrándose entre una de sus principales misiones el ofrecer culto externo al símbolo de la Cruz. Muchas de las cruces que hoy podemos contemplar, en espacial vía crucis y humilladeros asociadas a ermitas, tienen su origen a través de la medición de los hermanos franciscanos. Un ejemplo muy cercano a Montoro lo encontramos en la vecina localidad de Bujalance, donde se conserva un bellísimo Víacrucis que antecede a la ermita de Jesús Nazareno. Las fuentes documentales nos informan que fueron los propios monjes franciscanos de la orden tercera del convento de San Francisco, asentados en la localidad desde 1530, quienes propiciaron el ejercicio litúrgico y penitencial de la rememoración de la vía sacra. Según consta éste se iniciaba en el convento franciscano y finalizaba en el Calvario, en la ermita de Jesús Nazareno. Se realizaba todos los viernes de Cuaresma, así como otros días solemnes en el calendario católico.

Una de las Cruces del antiguo Via Crucis de Montoro.
Fuente: Tomás Coronado
3.-TIPOLOGÍAS EN MONTORO
Los cruceros de Córdoba presentan en su mayoría una clara tipología estructural que se corresponde con la seguida en el resto del territorio español. Aunque esta tipología es dominante no exime que se puedan localizar casos que se aparten de esta composición tradicional. Constan de basamento, de sección cuadrada o circular, dividido en varias alturas decrecientes sobre el que se asienta un soporte que puede ser una peana o un pedestal. Sobre éste reposa directamente la cruz, en estos casos se trata de un gran crucero de tipología latina labrado en piedra; o bien un fuste o columna coronada con una cruz, ya sea de piedra o hierro. El hito alcanza una altura aproximada de 4 ms. El material utilizado es piedra y forja, este último reservado a las cruces que coronan el hito, normalmente son forjadas y decoradas con roleos o volutas, puntas de fecha, flores de lis o remaches. La piedra utilizada es la que abunda en la zona, se extrae del territorio inmediato, el granito lo encontramos en la mitad norte, y la caliza en la mitad sur con sus diferentes variaciones, molinaza en el Alto Gualdalquivir, y marmórea en la Subbética y su área de influencia (Guadajoz y Campiña Sur). Es común que la estructura se asiente sobre una fábrica de mampuesto unido mediante argamasa, y en el sur es típico que las cruces aparezcan encaladas.

Es muy rara la conservación íntegra de todos los elementos o piezas que forman el conjunto de la cruz, en el mayor de los casos, debido a diversas causas, el conjunto actual combina piezas originales con otras de factura reciente. Estas causas se refieren principalmente a los atropellos sufridos durante la II República y la Guerra Civil, así como a reformas con nulos criterios patrimoniales. 

Aunque estos cruceros nos puedan parecer muy genéricos podemos encontrar varias tipologías que los diferencian. A continuación vamos a ver cuales sería e intentaremos relacionarlos con los ejemplos conservados y desaparecidos de la localidad de Montoro. Serían los siguientes:

● Cruz de Término: Es la que más abunda y se identifica con aquel crucero que se situaba en el extrarradio de la localidad. Se enclava en la salida de las calles del núcleo urbano, al inicio de los principales caminos que comunicaban una población con sus vecinas. Estas cruces delimitaban simbólicamente el ámbito urbano del rural, en la mayoría de los casos van a ser quienes primeramente reciban al caminante. Asimismo a estos hitos se les conferían unas profundas y marcadas cualidades protectoras de tintes esotéricos o mágico-religiosos. Su ubicación junto a las concurridas vías de acceso a la población, tenía también el propósito de salvaguardar milagrosamente a sus habitantes y tierras de la amenaza de catástrofes naturales, tales como plagas, epidemias o sequías.
Vista general de la Calle El Santo en los sesenta. Fuente: Herederos Diego Muñoz-Cobo

En la localidad de Montoro no se han conservado ninguno de estos cruceros, lo cual no significa que no las hubiera en un pasado. Son muchas las cruces de las que se tienen constancia, es el caso de la Cruz del Arrabal, sita en la calle Antonio Enríquez Gómez, desaparecida. Según palabras de Criado Hoyo, “En el centro de esta vía y la plazuela irregular que forman al unirse las de Domingo de Lara y Duques, se conoció en otros tiempos con el nombre de la Cruz del Arrabal, por la cruz de piedra que levantaron los piadosos vecinos en aquel lugar, que por hallarse fuera del recinto amurallado, se llamó del Arrabal. Esta cruz estuvo primeramente en el centro de la plazuela, pero al dar más ensanche a la calle, se la arrimó al muro de una casa inmediata, y últimamente desapareció,…”[1]. En el Archivo Municipal de Montoro se conservan documentos que atestiguan su existencia en el año 1715. 

La Cruz del Santo, se levantaba en la calle Santo próxima a la calle Antonio Enrique Gómez, o popularmente conocida como Córdoba, a la salida de la localidad en dirección a la capital. En 1778 fue trasladada de lugar por la construcción de una nueva casa, y finalmente destruida en principios del s. XIX.[2] 

La Cruz de la Beneficencia, se ubicaba en la antigua calle de la Beneficencia, popularmente conocida por la callejuela de la Cruz. Actualmente se corresponde con el tramo que une la plazuela de San Sebastián con la calle Castillo de Julia. 
La Cruz de la Silera, sita en la plaza del mismo nombre. El Archivo Municipal de Montoro conserva documentos que hacen alusión a este crucero desde principios del s. XVII, en relación a la donación de un sudario por Sebastián López Serrano. Su existencia aún se constata en el año 1788.[3] 
La Cruz de la Coracha, sita en la calle Coracha, se ubicaba frente a la casa de don José Benítez y fue destruida en 1865.[4] En el Archivo Municipal de Montoro existe documentación que nos habla de su existencia a finales del s. XVII.
Vista general de la Cruz de la Loma del Rayo. Enero 2012.
Fuente: Pedro J. Delgado
Como vemos todas estas cruces desaparecidas se distribuían por el callejero montoreño rodeándolo y ejerciendo una acción protectora sobre municipio. A éstas tendríamos que sumarle las ubicadas en el término municipal, como lo eran la Cruz de la Loma del Rayo, Cruz de Hardales del Río, Cruz del Madroñal, entre otras. En este grupo incluiríamos también la Cruz del Risquillo, la única conservada dentro de esta tipología. Carecemos de datos documentales que aporten algo de luz al origen de la “Cruz del Risquillo”, de hecho el mal estado de conservación de sus inscripciones ni siquiera nos permite discernir si nos hallamos frente a una cruz de término o ante aquellas otras de sentido funerario ajenas a nuestro ámbito de trabajo. Ante la duda, y con el fin de evitar su olvido, preferimos incluirla en este artículo de cruces de término. 
La cruz del Risquillo se encuentra incrustada en la fachada del conocido ventorrillo del Risquillo de donde toma su toponimia, la cual a su vez procede del nombre del paraje donde se ubica y por donde discurre el arroyo Risquillos. El espacio más inmediato al hito está caracterizado por la popularmente conocida “rotonda del Risquillo”, una de las salidas o cambios de sentido de la carretera nacional N-420. 
La cruz está construida con piedra molinada, incrustada en uno de los muros correspondientes a la antigua venta, concretamente el que se corresponde con la fachada del edificio (frente Este). La cruz es de tipología latina y sección cuadrada (1,15 ms. –stipes-, x 0,65 ms. –patíbulum-, x 0,12 ms.), en cuyos brazos se desarrollan estilizadas inscripciones decimonónicas. En el brazo patíbulum aparece “A. de 80C1 (sic) D. 1815”, mientras que a lo largo del stipes se puede leer “A. Sebastian Ilegible (sic)”. La cruz se asienta sobre una peana de piedra molinaza labrada toscamente (0,65 x 0,75 ms.), contrastando con la depurada labor ejecutada en la anterior, lo que denota claramente que cada pieza se adscribe a dataciones cronológicas diferentes, es muy posible que la cruz fechada en 1815 sustituya a una anterior, de la cual se reutilizaría su antigua peana. Lo que no hay duda es de su existencia previa a la construcción del actual edificio donde se adosa, el cual, en el momento de construcción, respetó el lugar del hito y lo integró en el conjunto.
Humilladero de la Fuensanta a inicios del S. XX durante la Romería.
Fuente: Archivo Juan Córdoba. Fototeca Pasión por Montoro
● Humilladeros: Este tipo de cruces están normalmente relacionados con algún tipo de inmueble de carácter religioso tales como iglesias, ermitas, capillas o camposantos, entre otros. Se puede situar tanto en el interior del casco urbano, como en el término rural, centralizando plazas o espacios públicos, o junto a antiguos caminos rurales. Su función era delimitar el ámbito pagano del sagrado, éste último asociado al culto desarrollado en torno al inmueble religioso con el cual se relaciona. Su presencia en el territorio comunicaba al visitante o caminante su ingreso a un recinto religioso, por lo que su comportamiento y actitud debía ser afín a los valores promulgados por la Iglesia Católica. Su nombre se relaciona con la forma de actuar de muchos fieles en el pasado, éstos en señal de manda o promesa, una vez llegados a la cruz, se humillaban o arrodillaban, realizando el trayecto desde el hito hasta el templo en esta sufrida posición. 
El ejemplo más notable en la localidad es el Humilladero de Ntra. Sra. de la Fuensanta, sito junto al santuario de la patrona montoreña, a unos 8 kms del núcleo urbano en el Valle del Corcomé. Se trata de un popular templete construido principalmente a base de sillares regulares de buena factura, labrados en piedra molinaza, y unidos mediante mortero o argamasa. El Humilladero está formado por un podium o basamento de sección cuadrada (2,10 x 2,10 x 0,80 ms.), en cuyos ángulos se alzan cuatro elegantes pilares de orden toscano (0,52 x 0,52 x 2.10 ms.), que soportan un entablamento formado por arquitrabe de fascies y friso liso (2,10 x 2,10 x 0,50). El tejado se debe a una intervención posterior, de cronología contemporánea, construido con materiales industriales y de dudosa integración en el conjunto. Se compone de un alero de ladillo industrial sobre el que reposa un tejado a cuatro aguas, enfoscado y carente de tejas. Se corona con un remate realizado en hierro forjado con roleos o “racimos” de volutas aparejadas. En el interior del humilladero, sobre un pequeño pedestal de ladrillo, se cobija una cruz de forja, de factura contemporánea.
Humilladero de la Fuensanta en la actualidad.
Fuente: Juan Córdoba
El Humilladero de la Fuensanta surge al amparo del santuario homónimo y se yergue como “guardián” del mismo, comunicándole al peregrino su acceso a un espacio de culto, por lo que está delimitando, en un ámbito inmaterial, el espacio religioso del profano. No es descabellado pensar que éste pudiera existir desde los mismos orígenes del santuario, en el primer cuarto del s. XVI, sin embargo la fábrica que actualmente se conserva presenta claras evidencias decimonónicas. A principios del s. XIX se efectúan importantes intervenciones en el complejo religioso. En 1803 se labra la actual portada principal, formada por un arco escarzano flanqueado por pilastras y rematado con frontón curvo, todo en estilo neoclásico. En 1807 se levanta la casa del santero y se lleva a cabo el cerramiento del patio mediante un muro que funciona a modo de compás. Aunque carecemos de documentación que lo confirme, adscribimos a este dinámico periodo constructivo, primer cuarto del s. XIX, el levantamiento del actual Humilladero de la Fuensanta, en base a claras y evidentes afinidades cronológicas y estilísticas. 
La primera noticia documentada donde aparece expresamente nombrado el Humilladero de la Fuensanta nos traslada al año 1880. Por mediación del Concejo Civil, Matías Cachinero, maestro de obras de municipal, se presenta proyecto y pliego de condiciones para el arreglo y mejora del camino rural de Montoro al humilladero de la ermita de la Fuensanta. Se licitan las obras y le son adjudicadas las mismas, en subasta pública, a Manuel Mialdea Galán por un montaje económico de 1352 pesetas. Las obras se finalizarían un mes después.[5]
Durante la Guerra Civil el Santuario de Ntra. Sra. de la Fuensanta, al igual que el resto de templos montoreños, sufrió un grave saqueo por parte de las milicias republicanas. De este atentado al patrimonio no se salvó el Humilladero, el cual según se desprende de las fuentes quedo manifiestamente afectado. Durante el mandato en la Hermandad de Antonio Romero Navas (1948-1959) se llevaron importantes intervenciones en el santuario, sin embargo destacan en relación a nuestro estudio la restauración del templo así como del Humilladero y la erección de la cruz de forja que se cobija en su interior. Por fotografías conservadas de postguerra referidas a la celebración de la romería de la Fuensanta, podemos comprobar como el humilladero se encontraba totalmente encalado.

Señor del Huerto y al fondo la Cruz de Santiago.
Años 50? Fuente: Archivo Miguel Cepas

La Cruz de Santiago, sita junto al templo homónimo, es otro de los cruceros conservados en la localidad que podrían encuadrarse dentro de esta tipología de humilladero. El hito está construido con piedra molinaza, típica del lugar, integrada por basamento, columna y cruz de forja. Las piezas de cantería se corresponden con la obra original, mientras que la cruz de forja es de factura reciente. El basamento se encuentra incrustado en el muro de sillería donde se asienta el hito, se trata de una pieza de acarreo probablemente procedente de una antigua fachada, debido a su forma rectangular y labrado almohadillado en uno de sus frentes (0,90 x 0,65 x 0,40 ms.). 

La columna consta de basa, fuste y capitel, de las cuales las dos primeras forman una sola pieza (1,40 ms. de altura). La basa es de sección cuadrada (0,40 x 0,40 ms.), y está formada por plinto y doble toro, de similar sección y dispuestos en sentido decreciente. El fuste se remata con un astrágalo o moldura que sirve de asiento al capitel (0,35 x 0,35 x 0,35 ms.). De toda la pieza sin duda es el capitel el que llama poderosamente la atención, está formado por tambor troncopiramidal y ábaco moldurado de sección cuadrada. Se decora con motivos fitomorfos desarrollados en los ángulos de la pieza y compuestos por hojas o palmetas de trazado muy esquematizado y delimitadas por volutas. Su inspiración es claramente románica, sin embargo no tenemos documentación que pueda adscribirla a este periodo artístico, pudiéndose tratarse más bien de una reinvención de estilo neo. Sobre el capitel se asienta una peana de forma bulbosa (0.35 x 0,35 x 0,20 ms.) donde descansa propiamente la cruz realizada en forja, similar a otras existentes en la localidad elaboradas en la década de los años 60 del s. XX (0,90 x 0,50 ms.).
Cruz de Santiago en la actualidad: Fuente: Pedro Antonio Robles González

Aunque no tenemos noticias documentales que nos den testimonio del origen o devenir de la Cruz de Santiago, ésta sin duda se relaciona con el templo homónimo, formando parte incluso de su propia estructura edilicia. La ermita de Santiago es uno de los templos más olvidados en la historiografía montoreña, pasando de manera inadvertida en la mayoría de las publicaciones referidas al patrimonio artístico local. Por sus características arquitectónicas la construcción del edificio parece remontarse al s. XVI, periodo cronológico al cual pertenece también la fuente más antigua que se conserva en relación al templo. Ésta, correspondiente al año 1554, hace alusión a la presencia en ella de la cofradía de la Veracruz, la cual tenía en la ermita su sede canónica. Aunque no existen fuentes que permitan plantear una hipótesis seria, no sería muy descabellado pensar en la posible relación existente entre la Cruz de Santiago y la hermandad de la Veracruz, de modo que el crucero se manifestaría como elemento de culto externo de la Hermandad.

La existencia de este bien podemos documentarla de manera certera al menos desde la segunda mitad del s. XIX, a través de la obra “Apuntes de viaje por Andalucía”, fechada en 1881, e ilustrada con dibujos al natural de Salcedo y grabados por Ovejero. En ella se recogen bellos y típicos rincones de Andalucía, dentro de la provincia de Córdoba, y más concretamente de la localidad de Montoro, se representan la Torre de Villaverde, la plaza de la Constitución y la calle del Puente. En ésta última se puede apreciar perfectamente la cruz de piedra que precede a la ermita de Santiago. En la actualidad el crucero conserva todos aquellos elementos que podemos detectar en la ilustración anteriormente comentada, a excepción de la propia cruz, la cual pudo haber desaparecido durante los conflictos ocasionados con motivo de la Guerra Civil, en los que la Ermita de Santiago fue saqueada y utilizada como polvorín. En fotografías antiguas podemos apreciar como en un primer momento la cruz repuesta se trataba de una obra de ebanistería realizada en madera. Posteriormente, en 1965, con motivo de la reconstrucción del Vía crucis del Calvario, la cruz fue sustituida por otra de forja realizada en talleres locales, de similar diseño y dimensiones a las utilizadas en la vía sacra (una vez reconstruida el víacrucis, éste tomará inicio en la iglesia de Santiago).

Otro ejemplo, éste ya desaparecido, que podríamos encuadrar dentro de la tipología de Humilladeros sería la Cruz de la Cava, en zona frontera a la entrada de la calle Cava por la calle Santo. Próxima a una pequeña ermita levantada en honor a San Francisco Solano en el año 1720, existió al menos desde el s. XVII una cruce de piedra que recordaba el paso del santo montillano por la población de Montoro. La cruz permaneció en el lugar hasta el año 1774, momento en el que “Francisco Avilés, yerno de Antonio Alcayde, solicitó, que estando padeciendo la cruz grandes irreverencias con las muchas inmundicias que allí se arrojaban, se le concediese dicho terreno para cercarlo,(…). La cruz fue trasladada a la entrada de la calle Cava, donde permaneció hasta el año de 1865, en que mandó derribarla y llevar al cercano cementerio.”[6]

Junto a la ermita de Ntra. Sra. de Gracia se levantaba otro humilladero, que posteriormente se convertiría en la última estación de una vía sacra construida en el s. XIX, hoy desaparecida.



● Calvarios: Pueden estar formados tanto por una cruz como por tres, la central de mayor tamaño. En el caso de que fueran tres simbolizarían la crucifixión de Jesucristo junto a los dos ladrones en el monte Calvario, de ahí que la central sea representada en mayor tamaño, como elemento identificativo y diferenciador del Salvador. Se sitúan dentro o fuera del caso urbano, generalmente siempre en el lugar más elevado, o al menos con una gran visibilidad. Su función es meramente de protección a la comunidad, intenta simular el monte Calvario o Gólgota, el establecimiento en la población de la Nueva Jerusalén, la bendición y protección del Señor. Es muy común el desarrollo de diferentes rituales de tintes religiosos en torno a estos hitos, en muchos casos con importantes valores etnológicos.
La Cruz de Santa María de la Mota ubicada junto a la puerta de acceso. Inicios S.XX
Fuente: Archivo Francisco García Roa. Fototeca Pasión por Montoro
Dentro de esta tipología podríamos hablar del existente junto a la desaparecida ermita de San Roque o Calvario, que la veremos más detenidamente en la siguiente tipología. Asimismo también podríamos relacionarla con la desaparecida Cruz de Santa María de la Mota, en su origen se situaba en la plaza que precedía a la antigua parroquia de Montoro, ubicada en el emplazamiento más elevado del núcleo urbano. En el momento de reformar el pavimento de la plaza la cruz se trasladó hasta la propia puerta del templo. En la actualidad ha desaparecido, posiblemente durante el transcurso de la Guerra Civil. 



● Vía Crucis: Son aquellas cruces que forman parte de alguna de las estaciones o paradas de esta vía religiosa. Su presencia en el territorio es inferior al resto, no por que se trataran de bienes exclusivos o no comunes, sino que por diferentes motivos (políticos, bélicos, económicos, entre otros) su conservación y reconstrucción ha sido mucho mas difícil y compleja. Se encuentran asociados generalmente a diferentes rituales, exclusivamente religiosos, en muchos casos con importantes valores etnológicos. 


Montoro contó en un pasado con dos vías sacras, la del Calvario y la de la Virgen de Gracia, de las cuales permanece parcialmente reconstruida la primera. De las numerosas cruces levantadas en el callejero montoreño sin duda destaca el Vía crucis del Calvario por ser el único conjunto de cruceros reconstruido tras la Guerra Civil, aunque con piezas de acarreo como veremos más adelante. Este vía crucis surge al amparo de la ermita de San Roque, popularmente conocida como Jesús del Calvario, ubicada en el barrio del Retamar, elevada sobre un cerro y hoy totalmente destruida. Las noticias más antiguas que tenemos documentadas a cerca de la existencia de esta vía sacra nos remontan a 1619, año en que el cantero local Martín Gómez de Lara requirió el pago de ocho reales por el tallado y labor “…en labrar la Cruz de piedra que puso en la estación del Calvario desta villa…”.[7] Según palabras del académico local Criado Hoyo, “Poco tiempo después de la construcción de esta ermita, se formó en este mismo lugar un Calvario, el cual daba principio en la Cruz del Humilladero, llamado también del Retiro, que estuvo en la plaza del Mercado del Retamar, siguiendo después otras cruces de piedra colocadas de distancia en distancia por las faldas del monte de San Roque y todo este lugar, se le dio también el nombre de El Calvario, (…)”[8]. Era costumbre celebrar en la tarde del Domingo de Ramos la procesión de Jesús del Calvario, a lo largo de la cual se rezaba el Santo Via Crucis en cada una de sus estaciones señaladas por su correspondiente cruz.
Una de las Cruces del Via Crucis del Calvario
Fuente: Pedro A. Robles González
La Guerra Civil afectó seriamente tanto a la ermita de San Roque como al vía crucis que le precedía. Según se desprende de los testimonios reflejados en 1942 por la Comisión especial encargada de la valoración de los daños ocasionados durante el conflicto bélico, ermita y vía crucis se encontraban “casi en su totalidad destruidas”,[9] haciéndose necesaria su reconstrucción. No sería hasta el año 1965 cuando un grupo de cofrades decidieron recuperar la antigua y señera tradición de celebrar el Santo Vía crucis en la tarde del Domingo de Ramos. Para ello se llevó a cabo la reconstrucción de la vía sacra con piezas de acarreo procedentes del Hospital de Jesús Nazareno, inmueble que también había sido intervenido coetáneamente. Las piezas utilizadas en cuestión son una serie de columnas toscanas, construidas en piedra molinaza, que por sus dimensiones y características materiales y tipológicas nos indican que forman parte de un mismo conjunto y de similar procedencia, muy posiblemente pertenecientes a un antiguo patio o galería derruida. Del momento de su reposición se conserva un plano pequeño que un albañil dibujó y trazó en 1965, y en el que quedan reflejados todos los emplazamientos que tenían estas cruces, dicho plano forma parte el Archivo particular del vecino Manuel Aguilar Benítez. En la actualidad, del conjunto del vía crucis solamente se conservan siete cruces repartidas a lo largo del callejero del Retamar, a excepción de dos que han sido desplazadas posteriormente a otros emplazamientos del casco urbano de Montoro, es el caso de la ubicada en la calle Virgen de Gracia (procedente de la calle Calvario), y otra sita a la salida de la calle Camino Nuevo. El resto de cruces se emplazan en las siguientes vías:
- Calle Calvario, junto a la Ermita de Santa Ana. 
- Calle Calvario, entre los nº 41 y 43. 
- Calle Amargura, esquina con calle Pino. 
- Calle Amargura, frente al nº 20. 
- Cerro de la Salve, a la salida de la calle Judiciaria.
En cuanto a la costumbre de la procesión del vía crucis, ésta se mantuvo poco en el tiempo, perdiéndose en los años siguientes. 

Plano del Via Crucis del Calvario de Montoro. Fuente: Archivo Hnos. Aguilar Pérez.
El Vía crucis de Gracia, se iniciaba en la Corredera de los Molinos y finalizaba junto al Humilladero de la ermita homónima, popularmente conocido como la Cruz de la Rehoya. Fue construido en 1838 por encargo del vecino Manuel Madueño Villarejo, y cuya finalidad era, “…de que muchos pobres miserables que no visitan el que ahí a la parte de la sierra (refiriéndose al de San Roque o del Calvario) por no tener ropa o calzado decente para atravesar lo más critico del pueblo, lo puedan hacer con facilidad por este medio consiguiendo las indulgencias conseguidas por nuestro Santo Padre a los que devotamente lo visiten…”.[10] En la actualidad se encuentra totalmente desaparecido, solamente se conserva como tímido recuerdo, como ya hemos comentado más arriba, uno de los cruceros del víacrucis del Calvario, reconstruido en los años 60 de la pasada centuria.

● Rollo de Justicia o Picota: Se trataban de hitos que marcaban la categoría administrativa del territorio, así como el lugar donde se desarrollan y se exponían de manera ejemplarizante las “sanciones” de los condenados. Su aspecto formal es muy similar al de los cruces de termino, de hecho solían rematarse con una cruz, bien de piedra o hierro forjado. La mayor diferencia con las cruces de término era la presencia en el hito de unos ganchos de forja, desde donde se colgaban y exponían los miembros mutilados de los condenados. Este tipo de bienes abundan principalmente en Castilla La-Mancha y Castilla y León. En el caso de la provincia de Córdoba no se conserva ninguno, aunque tenemos documentada su asistencia en la localidad de Montoro, sita en la plaza de la Constitución. El hito ostentaba un escudo labrado de la población de Montoro.[11]

4. CONCLUSION 
Las cruces de término constituyen un patrimonio terriblemente sensible, objeto de numerosos ataques a causa de su fuerte carga simbólica, injustamente olvidado a lo largo de los años, y victima aún, en la actualidad, a causa de la gran ignorancia colectiva que les rodea. Estamos ante un legado declarado Bien de Interés Cultural, sin embargo el desconocimiento del mismo por parte de las Administraciones Públicas y de la ciudadanía en general, propician su abandono y progresiva desaparición. Confiamos que con la redacción de este artículo podamos reconocer los valores que ostentan los cruceros conservados en Montoro, así como otorgar a éstos una merecida y efectiva protección, similar en parte a la que ellos mismos nos profirieron en tiempos pasados.

NOTAS: 
[1] CRIADO HOYO, MANUEL. Apuntes para la historia de la ciudad de Montoro. Imprenta África. CEUTA, 1932. pág. 337. 
[2] Ibidem, pág. 341. 
[3] ORTIZ GARCIA, JOSÉ. “La incidencia de la religiosidad popular en el urbanismo arquitectónico de Montoro”. Crónica de Córdoba y sus pueblos, Nº 13. Asociación cordobesa de cronistas oficiales . CÓRDOBA, 2007. pág. 377. [4] Ibidem, pág. 354.
[5] LUCENA LLAMAS, JOSÉ. “La devoción a Nuestra Señora de la Fuensanta del Valle”. La Devoción a María en el Alto Guadalquivir. Actas de las Jornadas sobre Advocaciones Marianas de Gloria del Alto Guadalquivir. CÓRDOBA, 2005. pág. 313.
[6] Ibidem, pág. 341.
[7] ORTIZ GARCIA, JOSÉ. “La incidencia de la religiosidad popular en el urbanismo arquitectónico de Montoro”. Crónica de Córdoba y sus pueblos, Nº 13. Asociación cordobesa de cronistas oficiales . CÓRDOBA, 2007. pág. 375.
[8] CRIADO HOYO, MANUEL. Apuntes para la historia de la ciudad de Montoro. Imprenta África. CEUTA, 1932. pág. 317.
[9] ORTIZ GARCIA, JOSÉ. “La incidencia de la religiosidad popular en el urbanismo arquitectónico de Montoro”. Crónica de Córdoba y sus pueblos, Nº 13. Asociación cordobesa de cronistas oficiales . CÓRDOBA, 2007. pág. 375.
[10] Ibidem, pág. 377.
[11] RAMIREZ Y DE LAS CASAS-DEZA, LUIS Mª. Corografía Histórico-Estadística de la Provincia y Obispado de Córdoba. Volumen I. Publicaciones del Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba. CÓRDOBA, 1986. pág. 359.

Fuentes:
INFORMANTES
  D. José Ortiz García, Archivero y Cronista Oficial de la ciudad de Montoro.
FUENTES BIBLIOGRÁFICAS
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AA.VV. Los Pueblos de Córdoba. Publicaciones de la Caja Provincial de Ahorros de Córdoba. Córdoba. 1.993.
· AA.VV. Montoro, Plan Especial de Protección del Centro Histórico. Consejería de Obras Públicas y Transportes, Consejería de Cultura. Junta de Andalucía. SEVILLA, 2000.
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2 comentarios :

  1. Juan Notario del Rosal17 de junio de 2013, 17:30

    Muy interesante y completo este artículo, pone de manifiesto la gran influencia de la religión dentro del urbanismo montoreño. En esta ocasión habéis tratado el tema de las cruces, pero también podría ser de interés el analizar las distintas capillas o los antiguos triunfos que se repartían por nuestro pueblo.
    Enhorabuena y a seguir didfundiendo y potenciando la cultura y la historia de nuestra ciudad.

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  2. Si señor, buen articulo y de gran interes cultural.

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