LO MEJOR DE LA SEMANA

sábado, 20 de julio de 2013

La Casería de las Labraillas o de Santa Teresa en Montoro

Las Labraillas. Fuente: José Peralbo Cachinero
Manuel Perales Solís

En los confines del Charco del Novillo de Montoro, en el bello rincón natural que forman el río Yeguas, Sierra Morena y el Fresnedoso se encuentran Las Labraillas, muy cercanas ya a los Miñones y al Piruetanar. Probablemente estos predios distantes de los núcleos de población serían de los últimos ganados a la sierra para el cultivo de olivar a mediados del siglo XIX. En concreto las Labraillas se construyeron en 1859, tal como reza una inscripción en el dintel de su puerta. Toda su obra es de magnífico tapial reforzado en las esquinas con sillares de molinaza. Su aspecto es el de un bastión inexpugnable preparado para esquivar los asaltos de las partidas de bandoleros y faccinerosos que tanto merodearon por esos años en las inmediaciones de la serranía. Pudo pertenecer este predio a los Condes de Villaverde la Alta que en ese mismo lugar poseyeron fincas como Belloteros, Pinillos y Las Prensas. 
A principios del XX pertenecía esta finca de la zona norte del pago del Charco Novillo, a la hacendada con residencia en Marmolejo, Doña Angelina García y Villarías. Al parecer ostentaba el título de marquesa de Villadangos (provincia de León) según el testimonio de su nieta Marina Burlo (1).


Había casado con otro propietario local, Vicente Orti Escolano, hijo del filósofo conocido como “Sabio andaluz”, Juan Manuel Orti y Lara. Los jóvenes se conocieron en Madrid, donde residía Vicente Orti pues su padre por entonces ejercía la cátedra de Metafísica en la Universidad Central desde 1875. El matrimonio simultaneó su residencia entre Marmolejo y Madrid, donde Vicente estaba dedicado de lleno a la actividad intelectual como filósofo, escritor y traductor de obras de temática filosófica, pero sobre todo de textos de contenido religioso de autores franceses y alemanes (2).
Dintel de las Labraillas. Fuente: José Peralbo Cachinero
  Ella, hija de familia hidalga, había llegado desde su León natal para tomar los hábitos en un convento madrileño, vocación que cambiaría inmediatamente tras conocer al que sería su futuro marido, hombre de creencias religiosas muy arraigadas. Su hogar conyugal lo establecieron al cabo de los años en Marmolejo, en la calle Perales, localidad en donde la familia de Orti y Lara poseía bienes patrimoniales y un gran número de parientes por parte paterna, entre ellos su tío el alcalde conservador José Alcalá Orti y su sobrino, Antonio Alcalá Venceslada, escritor de prestigio dentro del panorama provincial y autor del primer Vocabulario Andaluz.
 El padre, Juan Manuel, hombre religioso al extremo, e intelectual integrista vinculado en un principio a la causa del carlismo y más tarde a la corriente regeneracionista del partido conservador tutelada por Silvela, decidió llevar a la práctica las virtudes derivadas de su fe, y “en cuanto su hijo alcanzó la mayoría de edad le cedió sus bienes, despojándose de ellos como de una pesada carga, y conservó solo su sueldo con que atendía las necesidades de su casa, repartiendo a los pobres lo que le sobraba del gasto semanal; traje nunca tuvo más que el puesto, que reemplazaba, no él, sino su hijo, cuando ya lo veía demasiado viejo, y entonces don Juan se lo ponía, regalando el desechado a un pobre; portentosa era su frugalidad, comiendo lo que un pájaro, y cuando se le hacía notar, decía sonriéndose que era por higiene, y que al poco comer y al mucho ejercicio corporal debía la conservación de su salud; nunca se le vio en coche, y podían señalarse los días en que tomaba el tranvía; su laboriosidad era incansable, no dando de mano a un trabajo sino para emprender otro y siéndole particularmente odiosa la ociosidad” (3). Cuando Juan Manuel fallece en 1904, encontramos presidiendo el duelo en su sepelio a quien fuera su amigo personal, el político del partido Conservador, Francisco Silvela, líder del partido Conservador tras el asesinato de Cánovas del Castillo y varias veces ministro y Presidente del Gobierno durante la regencia de María Cristina de Borbón. Gracias a la amistad personal con Juan Manuel, Francisco Silvela fue asiduo visitante del Balneario de Marmolejo y de la casa de Orti y Lara, como así he visto reflejado en la prensa de la época, que dio cuenta de cuantas visitas hizo este prócer conservador a nuestra localidad (4).
Angelina García Villarías, viuda de Vicente Orti 
Escolano (sentada en el centro) fue una dama 
perteneciente a la mediana burguesía agraria
 marmolejeña, con un capital estimado en más de 
122 hectáreas de olivares y tierras calmas, según el 
Catastro de rústica de 1905. Aquí la vemos, hacia 
1921, en una visita a su finca de “Aguilera” junto 
a su hija Socorro Orti García; su encargado Mateo
 Solís Rodríguez (de pie izquierda) y el capataz 
general Francisco Barragán “Frasquito Miguel”.
 Fuente: Archivo Manuel Perales Solís.
Doña Angelina, mujer muy activa y emprendedora, más enamorada de la actividad agraria que su esposo, dio a conocer los aceites de las aceitunas cosechadas en sus fincas de Las Labradillas y de Aguilera y molturados en su almazara de la calle del Pino, en diferentes ferias y muestras de la región, obteniendo sus productos, bajo la marca “Sin rival”, el sexto premio en la 12ª Exposición Andaluza celebrada en Córdoba, el 28 de mayo de 1911 (5).   
Durante largos años el capital agrícola de Vicente Orti Escolano fue administrado por el marmolejeño Juan Solís Robles, y posteriormente por su hijo Mateo Solís Rodríguez, quienes debían de hacer el intrincado camino hasta la casería a través de viejos caminos de herradura. Mateo lo hizo siempre sobre una hermosa yegua rubia de nombre “Bonita” utilizando el antiguo cordel de la Loma Candelas, cruzando por el vado de los Cabios el río de las Yeguas. Cuando el caudal no se lo permitía por sus crecidas invernales, entonces solía tomar la carretera de Cardeña remontando la serranía olivarera por el cauce del arroyo Fresnedoso. Un buen día que se disponía a aparejar su yegua para marchar hacia la casería, comprobó que le habían robado la cola, seguramente que para emplear sus largos pelos en la confección de perchas para zorzales que antaño se usaban con frecuencia.
Como hemos apuntado en el inicio, la casería de las Labradillas está situada en la zona norte del pago del Charco Novillo (término municipal de Montoro) sobre una colina plantada de olivar hacia mediados del siglo XIX. De telón de fondo tiene a la Sierra Morena más montaraz, y en sus proximidades existían casillas de pizarra y tejado de monte donde vivían familias de obreros, trabajadores de estas fincas, pero dedicados en los meses de escasez de trabajo, a rozar el monte para realizar picón y para el encendido de los hornos de pan de las poblaciones cercanas. La caza, muchas veces furtiva, y el cuido de algunos animales eran otras actividades en las que se encomendaron para poder sobrevivir.
En los difíciles años de la Postguerra era arriesgado realizar la travesía desde Marmolejo, pues hasta enero de 1944 operaban por todos esos pagos las células de huidos antifranquistas de Baldomero Arévalo, Francisco Osuna Galiot, “Vidrio” y la del grupo liderado por los hermanos Jubiles de Bujalance. Sin embargo, refería Natividad Robles, la esposa de Mateo, que jamás tuvo un mal encuentro con ellos, a pesar de que, como es conocido, mantenían bases logísticas en lugares relativamente cercanos como Loma Candelas, Fresnedillas y el Piruetanar.  
Día de campo en las Labraillas al final de la Guerra Civil. Aparecen  el médico José Perales Jurado (sentado
sobre la piedra con mascota y mirando a la cámara), Mateo Solís Rodríguez (encargado de Doña Angelina,
en el centro de perfil) y José Burlo García del Prado, yerno de doña Angelina García Villarías, dueña
de la finca. El resto de los personajes en segundo plano no han podido ser identificados.
Fuente: Archivo Antonio Rostaing Lozano. FOTOTECA PASIÓN POR MONTORO
 En los años que nos ocupan (1900-1950), estuvieron de caseros el matrimonio formado por Ángel Morales, de procedencia montoreña y Luisa Herrera, “Doña Luisa”, natural de Córdoba, mujer educada y culta de clase media alta adinerada que en la capital de los califas había ejercido la labor docente. Paradójicamente Ángel había sido el cochero en la casa de Luisa antes de marchar a las Labraillas de casero tras venir a la ruina su suegro. El matrimonio tuvo dos hijos: Ángel, fallecido en la Guerra Civil a consecuencia de un desgraciado accidente, y una hija muerta en plena adolescencia por una cruel enfermedad.
A veces el oficio de guarda en estas lejanas caserías suponía tener que hacer frente a situaciones comprometidas para la seguridad personal, pues eran frecuentes los robos de las caballerías empeñadas en los trabajos de arancias y acarreos cuando no los de aceitunas durante la época de la recolección.
En febrero de 1926 el casero tuvo que enfrentarse a un intento de robo de aceitunas, incidente que quedaría reflejado en la prensa cordobesa del momento: “De Villa del Río comunican que la Benemérita ha detenido a Antonio Pérez Expósito (a) “Trasquilones” y a Antonio de Lara Aguilera (a) “Trastornos”. Estos individuos hurtaron cierta cantidad de aceituna de la finca “Labradillas” del término municipal de Montoro y perteneciente a Doña Ángela García Villarías, vecina de Marmolejo.
El guarda de la finca Ángel Morales Amis se apostó durante la noche para evitar que el hurto se repitiera.
Juan Solís Robles fue encargado de doña Angelina García Villarías además de un pequeño propietario que 
integró en Marmolejo la lista de mayores contribuyentes locales con derecho a elección de senadores. 
Las rentas de los pequeños propietarios no sólo provinieron de la gestión de sus haciendas sino, igualmente, 
del trabajo a sueldo en las casas de los grandes y pequeños propietarios. Disfrutaron de un nivel de vida 
aceptable y de cierto nivel cultural. Juan Solís Robles formó parte de la Junta Pericial Municipal 
durante el mandato del conservador José Alcalá Orti, en 1914. En la foto le vemos, hacia 1907, 
con su esposa Ana María Rodríguez Flores y sus hijas/o (de izquierda a derecha): Ana María, 
Cabeza, Mateo (también encargado de Doña Angelina), Alfonsa y Angelina Solís Robles. 
Fuente: Archivo  Manuel Perales Solís. 
A las once de la noche sorprendió Ángel a tres individuos que se dedicaban a hurtar aceitunas. Los intimó para detenerlos y uno de ellos le hizo dos disparos de pistola que, por fortuna, no hicieron blanco aunque los proyectiles le rozaron la ropa. El guarda continuó en su puesto y “Trasquilones” y “Trastornos” se dieron a la fuga. Pero en lo más abrupto de Sierra Morena fueron capturados después por la Guardia Civil. Empezaron negando su participación en el hecho y acabaron confesando que Antonio Pérez fue el que le hizo dos disparos al guarda para herirlo o amedrentarle; dijeron, además que les había ayudado en el hurto un individuo llamado Manuel Navarrete González (a) “El rata”, el cual busca la benemérita” (6).
 Contaba Mateo Solís que el padre de Luisa, ya anciano, murió una noche oscura y fría en la casería y para podérselo llevar hasta Marmolejo lo hubieron de cargar entre Ángel y él, sobre una bestia, echándole encima un haz de monte para ocultarlo y evitar así los inconvenientes de la burocracia de antaño, en el caso de toparse con los habituales controles de la Guardia Civil que vigilaban habitualmente aquellos lugares próximos a la serranía. Al estar la casería en término municipal de Montoro hubieran necesitado del oportuno permiso de traslado por las autoridades judiciales. Cabe suponer, por tanto, que el discurrir nocturno sería penoso pues, además, el río Yeguas iba muy crecido y la corriente podía arrastrarlos.
Los confines del Charco Novillo desde el marmolejeño Pago de la Loma de las Candelas. Óleo de Robles
 Sobre los años 60 del pasado siglo, Luisa, ya viuda, se trasladó a vivir a Marmolejo, como casera de la casa escuela del Conde en la plaza del Coso. Allí impartiría su sabiduría a las muchachas jóvenes que acudían a sus clases particulares en régimen casi altruista. Murió, al final de los sesenta, con la sola compañía de otras dos jóvenes, también maestras: las hermanas Carmen y Rosario Solís Robles, hijas de Mateo Solís, que hubieron de amortajarla pues en vida habían mantenido mutuo aprecio y amistad. Sus restos fueron enterrados en una humilde tumba en la tierra del cementerio de Marmolejo (7).
En fín, hoy “Las Labraillas”, lejanas y solitarias aún siguen siendo un bastión casi inexpugnable, de difícil acceso, pero esta vez por obra y gracias de una moderna obra de ingeniería, cual es la Presa del Yeguas. Casi cercada por las aguas del arroyo Fresnedoso ya no se llega a través viejo vado de los Cabios, ni por el entrañable puente de piedra molinaza, ahora bajo las aguas, que unía la orilla montoreña y marmolejeña.

NOTAS:

(1) Testimonio recogido a Doña Marina Burlo Orti (q.e.p.d.) hija del matrimonio entre José Burlo García del Prado y Socorro Orti Criado. Efectivamente el marquesado de Villadangos del Páramo, localidad cercana a León, perteneció en 1788 a Jacinto García Herrera, con el Vizcondado previo de Herrera. Fuente: Nobleza de España. 
(2) Entre sus traducciones del francés realizó la del libro “La Gran amiga”, obra del sacerdote católico francés, Pierre L´Ermite, así como la ilustración de la “Historia Sagrada del Antiguo y Nuevo Testamento para uso en escuelas católicas” del catequista alemán Ignaz Schuster. Curiosamente su padre Juan Manuel Orti y Lara fue traductor de numerosas obras de contenido filosófico de autores alemanes. 
(3) Semanario de la Iglesia Católica “La lectura dominical”, Madrid. 17 de abril de 1904: semblanza dedicada a Juan Manuel Orti y Lara tras su muerte el 7 de enero de 1904. También en diario “La Vanguardia”, edición del sábado, de 9 de enero de 1904. La mujer de Juan Manuel era la granadina Amalia Escolano Fenoy, hermana del que fuera obispo de Jaén entre 1847 a 1854, José Escolano Fenoy, curiosamente profesor de Juan Manuel en el colegio Ntra. Sra. de la Capilla de esta capital y con quien Juan Manuel entabló una gran amistad. Fruto del matrimonio nacieron un solo varón, Vicente, y dos hembras; una murió a temprana edad y la otra, María, eligió la vida religiosa. Amalia Escolano falleció el 13 de julio de 1896, en Madrid. De su muerte se hicieron eco diferentes periódicos de la época, entre ellos “El Aralar” de Pamplona de fecha 16 de julio de 1896, de donde han sido extraídos estos datos. 
(4) Diario “La Lealtad navarra; diario carlista”. Número 1277 de fecha 29 de mayo de 1893. 
(5) Noticia publicada por “El Defensor de Córdoba”, diario católico de 7 de junio de 1911. Angelina García y Villarías falleció en Marmolejo en el mes de marzo de 1948. Fuente: Diario ABC, del 11 de marzo de 1948. Sus hijos/as fueron: Juan Manuel, oficial de la Armada; Ángela, religiosa salesa; Socorro, casada con José Burlo García del Prado; Florentino, ingeniero de minas y Vicente Orti Criado. 
(6) Noticia publicada en el “Diario Córdoba” el jueves 4 febrero de 1926. 
(7) Testimonios de mis tías, Carmen y Rosario Solís Robles, y de mi madre, Ángela Solís Robles.

1 comentario :

  1. Creo que los ultimos caseros fueron mis tios Juan Rumin Campoy y su esposa Encarnacion Pastor Rodrguez de Marmolejo

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