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martes, 23 de julio de 2013

La ermita de Santa Ana. De eremitorio a Capilla Sixtina montoreña

Vista general de la Ermita de Santa Ana desde el puente. Inicio años veinte. Fuente: Archivo Fco. Garcia Roa
José Ortiz García.
Cronista Oficial de Montoro
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La ermita de Santa Ana se establece en el populoso barrio del Retamar, en crecimiento y en expansión desde mediados del siglo XVIII. La Construcción de la iglesia parece que se realizó a mediados del siglo XVI, y es muy probable que estuviese en consonancia directa con las obras del Puente Mayor.
No obstante el carácter de estar al otro lado, en la otra orilla, en otro mundo, casi apartada de lo que se convenía y trataba por los regidores y el Cabildo en la medina o villa de Montoro, hace que se piense en un origen anterior, un posible germen de este pequeño eremitorio con motivo de la desoladora y temida pandemia medieval y moderna: La peste negra. Era por así decirlo, y como ya diremos después un lugar de tránsito por los viandantes y pedigüeños decididos a realizar su visita a San Roque.
En aquella época los adelantos médicos eran tan escasos, que muchos de ellos se basaban en rezos y poco más, pues nadie conocía la existencia de los agentes que provocaban la infección, a diferencia con el día de la fecha. Fueron muchas las epidemias que asolaron Montoro a lo largo de su historia. De hecho desde época medieval existían en extramuros dos templos dedicados a los protectores contra la peste negra: San Roque (en el barrio del Retamar) y San Sebastián (en la Corredera de los Molinos).
Vista lateral de la Ermita de Santa Ana en los años veinte.
Fuente: Fototeca Pasión por Montoro

Las primeras referencias documentales a la ermita de Santa Ana proceden del siglo XVI, cuando una moribunda pobre pidió al sacerdote parroquial que encomendase por su alma en la ermita de dedicada a Nuestra Señora Santa Ana al otro lado del Puente Mayor, en la plazoleta que se formaba en el cruce de los caminos que se dirigían a la Fuente de la Oliva. 
Hemos de tener en cuenta que esta plazoleta estaba en lo alto de una pendiente similar a la que puede existir de las aceñas de las Monjas o incluso las de las Aceñuelas hasta llegar al núcleo urbano, pues antes de 1498, en esa zona tan sólo había una barcaza que cruzaba al personal de un lado a otro. Incluso hay algunos que piensan que existe un pequeño puerto pesquero bajo el puente mayor y que servía de atraque de pequeños barcos. No obstante hemos de tener en cuenta que a este lugar y restos de ladrillo antiguo macizados se le denomina como el embarcadero, teniendo a escasos metros la existencia de una atarazana.
Desde que el barquero dejaba a la persona interesada en el lado del Retamar, este subía por una vereda que comunicaba con el camino hacia la Fuente de la Oliva (El cual estaba mucho más bajo que la carretera actual y cuyos restos se pueden ver en paralelo poco más adelante de la actual panadería de la Pani), otro que discurría hacia la Fuensanta y otro hacia la Huerta de la Isla. En mitad de este cruce de caminos se levanta el eremitorio a Santa Ana, la abuela de Jesús, a fines del XV o inicios del XVI.

Ermita de Santa Ana en la actualidad. Fuente: Bartolomé Yépez Casas.

Presenta una sola nave en L, y es de pequeñas dimensiones conservando un camarín en su parte central y un altar sencillo en su parte derecha. Desde su Sacristía podemos ascender a la espadaña desde donde pende una campana procedente de la desaparecida ermita de San Miguel.
Desde tiempo inmemorial se venera en la misma a Santa Ana y San Joaquín, y en ella se establecía de igual forma hasta la guerra civil una imagen de pasión llamada Señor de la Ventana, destruido en la guerra Civil. Hoy acoge en su interior a una hermandad llamada de la Entrada Triunfal de Jesús en Jerusalén, y ha sido la encargada de remodelar este templo en su totalidad, dejando al descubierto sus piedras y sillares originales, restaurando altares y pintando “la Capilla Sixtina” de Montoro por el artista local Martín González Laguna. 
La ermita sufrió mucho daño por estar ubicada en el llamado eje bélico de los partes de guerra: Zona de Nadie, con lo que allí tanto se almacenaban víveres, se descansaba, se dormía o incluso de hacia vida si no se tenía otro lugar donde poder permanecer.
Interior de la Ermita de Santa Ana tras los destrozos de la Guerra Civil.
Fuente: A.G.A. Fototeca Pasión por Montoro
Pero vamos a contar las diferencias más destacadas con el día de hoy. En primer lugar la espadaña estaba presidiendo la puerta principal, y era inaccesible por ningún lado. Esta se tañía como las de casi todas los recintos religiosos de Montoro, a modo de soga insertada por un tubo de metal que impedía el desgaste de la techumbre y otros daños colaterales por la frecuencia de las misas a diario. Era de una sola hornacina de reducido tamaño coronada por dos pináculos reducidos a solo cúspides, y en el centro este elemento artístico – decorativo se sustituía por una veleta de metal.
Al concluir la contienda, ambos bandos lanzaron tal cantidad de ofensivas que la ermita había perdido casi en su totalidad los elementos que la componían, aprovechando algunos y trasladándolos a una parte de expansión, donde además hicieron un pasadizo de conexión para urbanizar y ornamentar la calle, además de colocar bajo la obra una fuente de agua de suaves formas coronada por el emblema de Montoro, y varios surtidores de agua. Corrían los años 1942 – 1945.
Ermita de Santa Ana en los sesenta.
Fuente: Archivo herederos Diego Muñoz-Cobo
Este nuevo campanario es de los llamados de balconada, donde los fieles pueden subir y manipular aquellos desperfectos que pueda tener este símbolo religioso de llamada al cielo, sin necesidad de andamiajes según se disponen en algunas cuentas de la ermita anterior.
La parte trasera de la ermita de Santa Ana de expandió, y se eliminó parte de un corral, disponiendo una puerta dimensionada auxiliar. Esta tenía su sentido en grandes celebraciones como el Corpus Christie donde el sacerdote disponía a los niños en la calle antes de que entrasen al templo, para iniciar el cortejo procesional es al 36. 

Se accede desde la post-sacristía por unas pequeñas escalinatas de crucero, no de caracol, que tienen la ventaja de iluminarse con una ventana auxiliar que se dispuso en los años de las nuevas obras de los años cuarenta. Hoy en día D. Rafael Rabasco Ferreira, párroco de San Bartolomé celebra este día con este populoso barrio ayudado por las madres y familiares de esta bella barriada, con la colaboración de la Cofradía de la Borriquita.Antes de la Guerra Civil y que un grupo de montoreños asalariados por la creada sección de Regiones Devastadas hicieran importantes obras, la ermita era algo diferente de lo que hoy la conocemos.

Era algo más reducida en tamaño, en cuanto a su lado de ampliación en la parte sur del templo, donde hoy se coloca y ubica Nuestra Señora de la Paz y del Amor. Esta zona fue retocada y ampliada con sillarejos de pequeñas dimensiones y ladrillos de diferentes categorías, atendiendo a los materiales pobres de la época.

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