LO MEJOR DE LA SEMANA

martes, 25 de noviembre de 2014

Historia del Molino de Dos Torres de Montoro

No hay comentarios :
Cortijo de Dos Torres. 2006. Fuente: Francisco Aguilar Pérez.
Rafael Valera Pérez.
Resumen: La intervención realizada ha servido para documentar la presencia de una atalaya medieval integrada en el Cortijo de Dos Torres (Montoro, Córdoba). También se han detectado otra serie de estructuras medievales y modernas formando parte del conjunto arquitectónico.

-Causas y objetivos de la Actividad Arqueológica
En cumplimiento del Reglamento de Actividades Arqueológicas (decreto 168/2003 de 17 de junio) y por encargo de la empresa AQUAVIR S.A. Realizamos la actividad arqueológica preventiva en el yacimiento denominado Cortijo de dos Torres, situado en la zona de afección de las obras de construcción de la Presa del Arenoso, en el término municipal de Montoro. 
La intervención se realizó entre los días 13 y 28 de diciembre de 2004. El yacimiento se ubica en el término municipal de Montoro (hoja 903, 1-4, del mTA e:1:10.000). el acceso al mismo se realiza a través de la carretera N-IV, comarcal CO-432 hasta Adamuz, carretera vecinal CV-217 hasta Algallarín y camino que une la carretera vecinal con la Co-414 y acceso al cortijo de las dos Torres. ocupa una superficie de 5.107 m2 sobre un cerrete de orientación norte-sur.

Desarrollo de la intervención
Tras una inspección del conjunto del cortijo constatamos la presencia de una única torre medieval, situada en el extremo norte del cortijo. Tal y como aparece en el proyecto de esta actividad se plantearon cuatro sondeos en el exterior del cortijo, con el fin de comprobar si existían estructuras soterradas relacionables con la torre. Los sondeos, de 2 x 10 m., se plantearon del siguiente modo:

Sondeo 1: ubicado en el lateral este del cortijo, prácticamente paralelo al muro de cierre de este costado del conjunto. Produjo resultados negativos.
Sondeo 2: se realizó en la zona sur del cortijo, siguiendo la pendiente, oeste-este, del cerro. los resultados obtenidos fueron negativos.
Sondeo 3: localizado en el ángulo suroeste del yacimiento, en dirección norte-sur. se localizó una escombrera de material constructivo (u.e. 163), procedente probablemente de la demolición del muro de cierre sur del cortijo para la construcción de las edificaciones contemporáneas de este sector.
Sondeo 4: se sitúa en el ángulo noroeste del área de intervención, en dirección norte-sur. No se localizó ningún tipo de resto de carácter arqueológico.
Horno junto al Molino de Dos Torres. 2006. Fuente: Francisco Aguilar Pérez.
Tras la realización de estos sondeos exteriores se procedió a la limpieza mecánica del patio interior, para desalojar la capa de estiércol procedente de la estabulación de ganado caprino. Hecho esto se procedió a plantear los cuatro sondeos interiores que aparecían en el proyecto. Estos sondeos, de 2 x 2 m, se trazaron del siguiente modo:
Sondeo 5: situado junto al cierre norte del patio, anexo a la estructura 076. Se localiza parte del suelo de losas de arenisca, trabadas con barro, que cubría el patio (u.e. 079), sobre el estrato de areniscas terciarias.
Sondeo 6: localizado en la zona centro – norte del patio; aparecen restos del enlosado (u.e. 079), sobre el estrato de areniscas geológicas.
Sondeo 7: se estableció en el lateral este del patio, junto a los muros 073 y 023. Quedan restos del enlosado (u.e. 079), sobre el estrato de areniscas geológicas. 
Sondeo 8: se sitúa en el ángulo sureste del patio y bajo el estrato de estiércol animal apareció parte del suelo de guijarros, realizado directamente sobre el estrato geológico de areniscas terciarias.
Terminados estos sondeos se procedió a la limpieza de las estructuras emergentes y al estudio de las estancias que conformaban dichas estructuras, integrando grupos estructurales con distinta funcionalidad y época de construcción.

-Secuencia estratigráfica 
Grupo estructural A1 
Formado por las uu.ee 006, 007, 008, 009, 010, 012, 013, 164, 165, 166 y 167. Conforman una torre de vigilancia medieval, al parecer maciza en origen, puesto que no quedan restos de vanos en ninguna de sus caras. está realizada en sillares de arenisca local (molinaza) calzados con guijarros y restos de tejas y ladrillo. las esquinas noroeste y nordeste están reforzadas por sillares mejor encuadrados, trabando mejor las distintas caras de la torre. 
Otro elemento singular que aparece en las caras este y norte son sendos desagües, situados en el centro de dichas caras y a la altura que estaría el suelo original de la terraza superior, actualmente cubierto por una techumbre piramidal de época posterior. La ausencia de este elemento en la cara oeste de la torre podría implicar que a este lado, también posiblemente hacia el sur, la torre conectaba con otras estructuras anexas, posiblemente un adarve o espacio abierto murado, para la guarda de ganados y enseres. 
Por otro lado, apoyando esta hipótesis, encontramos el arco ojival abierto en el muro 172, que continúa hacia el sur el muro oeste de la torre, y que constituiría el acceso a las estructuras antes mencionadas.
Cara sur de la torre, interior de la Prensa del Molino de Dos Torres. 2006. 
Grupo estructural A2
Está formado por las uu.ee siguientes: 015, 016, 017, 018, 025, 168, 169 y 171. se trata de actuaciones encaminadas a acondicionar la parte inferior de la torre medieval a un uso industrial, como prensa para la obtención de aceite, utilizando la propia torre como contrapeso de la misma. En los muros este, norte y oeste de la torre se refuerzan las partes bajas de las paredes, con estructuras realizadas en sillares de arenisca trabados con argamasa de cal, con un aspecto claramente diferenciado del resto de la obra de la torre. Al interior se ahueca el tramo inferior de la torre, sosteniendo el relleno superior mediante una estructura de vigas de madera (u.e. 014) que apoya en dos muretes adosados a los muros este y oeste de la torre. sobre las vigas de madera se aprecian las marcas del travesaño de la prensa. en el suelo se aprecia una muesca en forma de cruz para el apoyo de algún tipo de pie derecho que sostuviese el travesaño anteriormente señalado. 
Restos de una antigua presa sobre el arroyo.
El acceso a esta estancia se realizaría a través de la puerta, de pequeñas dimensiones, abierta en el muro norte y con dintel de madera. este acceso, que como el resto del grupo estructural hemos fechado en el siglo XVII, fue tapiado posteriormente, cuando el cortijo se amplió y se reorganizaron los accesos a las distintas estancias. en el arroyo que discurre al este del cerro del cortijo se localizó, durante la prospección del entorno, un conjunto de tres estructuras murarias. La función de estas construcciones sería represar el agua del cauce, para su uso, posiblemente industrial, por parte de los ocupantes del cortijo. 

-Evolución del yacimiento
FASE 1(siglos XIV – XV) 
Como queda dicho más arriba, los primeros restos arquitectónicos destacables pertenecen a una construcción fortificada de época medieval. La tipología de la torre, de planta cuadrada, así como el aparejo empleado, llevan a plantear la fecha de ejecución en torno al siglo XIV. Esta torre no presenta ningún vano y aparece maciza-da, por lo que el acceso a su planta superior debió hacerse mediante escala de madera. 
Para dar mayor consistencia a la zona de las esquinas aquí el aparejo es de sillares mejor encuadrados y enlaza los dos lados de cada esquina. Centrados en la parte superior de los laterales este y norte aparecen sendos desagües, que debían servir para evitar que el agua se acumulase en la terraza superior. Por su ubicación en un cerro que mira hacia el sur y por la altura a la que se eleva, la torre estaba perfectamente establecida para dominar y controlar todo el tramo inferior del cauce del río Arenoso, hasta su desembocadura en el Guadalquivir. Así, mientras que al norte, al este y al oeste, la cuenca visual desde la torre es limitada, en su lado meridional esta se amplía considerablemente, siguiendo la pendiente de la sierra hacia el valle del Guadalquivir.
Escasos restos quedan adscribibles a estructuras medievales anexas a la torre (u.e. 172, u.e. 037) dan fe de un complejo medieval mayor de lo que ha llegado a nosotros, y que bien pudiera hacer honor al nombre del lugar y contar con alguna torre más. Las estructuras murarias de esta fase se caracterizan por el uso de la piedra, en forma de sillar o sillarejo. 
Grafias alusivas a las reformes del S.XVII en el molino

FASE 2 (siglos XVI – XVIII) 
Probablemente, desde un primer momento, a la función militar o de vigilancia se unió, en este espacio, a otra relacionada con labores agrarias. Con el tiempo esta función iría ganando espacio a la primigenia y el conjunto se fue remodelando para adaptarse a estos nuevos usos. Fruto de estos nuevos usos son las remodelaciones que se producen en la propia torre, que es vaciada en su parte inferior para acoger el mecanismo de una prensa de aceite, para la que el cuerpo de la torre actuaría como contrapeso.

FASE 3 (siglos XVIII – ppios. del XX) 
En esta fase los materiales que dominan en las fábricas son el tapial y el mampuesto. en este momento se documenta la primera estructura de habitación del yacimiento, lo que supone un uso más continuado de las estructuras de producción, diversificando las actividades, a partir del molino y prensa de aceite. Esta diversificación se materializó en un aumento del ganado con el que se trabajaba en el cortijo, así como la presencia de espacios destinados específicamente a gallineros. 

FASE 4 (segunda mitad siglo XX) 
En este momento el tipo de actividad se mantiene como en la fase anterior. La ruina de estructuras anteriores obliga a levantar nuevas estructuras o reaprovechar otras preexistentes. En esta fase el cortijo ha sido, principalmente, un espacio para la guarda de ganado (como atestigua el estrato de estiércol que cubre todo el patio y alguna de las estancias) y almacén para recoger las herramientas necesarias para la recolección de la aceituna.
Arco apuntado anexo a la Torre. 2006. Fuente: Francisco Aguilar Pérez.

-Interpretación de la Atalaya del Cortijo de las Dos Torres
Periodo histórico
Como queda dicho más arriba, los primeros restos arquitectónicos destacables pertenecen a una construcción fortificada de época medieval. La tipología de la torre, de planta cuadrada, así como el aparejo empleado, llevan a plantear la fecha de ejecución en torno al siglo XIV. En este periodo, políticamente bastante instable, el territorio de Montoro se vio sacudido por distintos enfrentamientos civiles. Así, en el enfrentamiento mantenido entre el rey Pedro I y su hermanastro Enrique de Trastámara, los que eran señores de Montoro, la familia Godoy, fueron despojados del título que pasó a manos de Martín Sánchez de Valenzuela. También en tiempos de las revueltas entre el rey enrique IV y el infante Don Alfonso hubo enfrentamientos en esta zona; en esta ocasión los partidarios del rey, encabezados por el Conde de Cabra, don Pedro Fernández de Córdoba, se apoderaron de la fortaleza de Montoro. Posiblemente a lo largo de este convulso periodo se edificase la torre que nos ocupa. 

Funcionalidad 
Esta torre no presenta ningún vano y aparece macizada, por lo que el acceso a su planta superior debió hacerse mediante escala de madera o de cuerda. Esta característica nos incita a creer que el uso fundamental de la torre era el de almenara o atalaya, para controlar y comunicar los movimientos enemigos en todo el cauce inferior del río Arenoso, vía natural de acceso al norte de la provincia, en dirección a la meseta. la comunicación de cualquier eventualidad se realizaría a través de luces o ahumadas, para lo cual era necesaria la ausencia de materiales combustibles en la fábrica de la torre. 
Así en la terraza superior de la torre se acumulaba una cantidad de combustible que era incendiado en función del mensaje que se quisiese hacer llegar al propio bando. Por su ubicación en un cerro que mira hacia el sur y por la altura a la que se eleva, la torre estaba perfectamente establecida para dominar y controlar todo el tramo inferior del cauce del río Arenoso, hasta su desembocadura en el Guadalquivir. Mientras que al norte, al este y al oeste, la cuenca visual desde la torre es limitada, en su lado meridional esta se amplía considerablemente, siguiendo la pendiente de la sierra hacia el valle del Guadalquivir. 
Plano por fases históricas del Molino de Dos Torres. 
Características 
La funcionalidad de almenara o atalaya define también la estructura propia de la torre. Al usarse sólo puntualmente para la vigilancia, las estructuras de habitación son prescindibles a cambio de conseguir una mayor solidez en la construcción. Con este fin la torre se edificó maciza. Para dar mayor consistencia a la zona de las esquinas aquí el aparejo es de sillares mejor encuadrados y enlaza los dos lados de cada esquina. Centrados en la parte superior de los laterales este y norte aparecen sendos desagües, que debían servir para evitar que el agua se acumulase en la terraza superior. 
El aparejo es de sillares de piedra arenisca rojiza local, conocida como molinaza. Se trata de un tipo de piedra extraordinariamente abundante en la zona comprendida entre Andujar y Adamuz, como se puede apreciar en los principales edificios históricos, tanto de estas localidades como de Montoro. se trata de una piedra dura pero que, como todas las areniscas, es bastante fácil de trabajar. Esta es la razón por la que en esta torre encontramos sillares bastante bien encuadrados en lugar del sillarejo de otras torres similares construidas con piedras más duras (calizas sobre todo) de más complicada labra. 
Cara norte de la torre y dibujo de los materiales que la componen.
Vista exterior de la Torre. 2006. Fuente: Francisco Aguilar. 
BIBLIOGRAFÍA
Amores, F. Tipología de la cerámica común bajomedieval y moderna sevillana (ss. XV – XVIII), sevilla, 1993.
 Casquete de Prado, N. Los castillos de la Sierra Norte de Sevilla en la Baja Edad Media, sevilla, 1993 
Carandini, A. Historias en la tierra. Manual de excavación arqueológica, Barcelona, 1997.
Córdoba de la Llave, R. La industria medieval de Córdoba, Córdoba, 1990. 
Escobar, J. M. Córdoba en la Baja Edad Media, Córdoba, 1989. Mora Figueroa, L. Glosario de arquitectura defensiva medieval, Cádiz, 1994. 
Ramirez Casas Deza, L. Mª. Corografía histórico-estadística de la provincia y obispado de Córdoba, Córdoba, 1986. 
Sánchez, A. Torreones y fortificaciones en el sur de Córdoba, Córdoba, 1994.
Valverde, M. Los castillos de Córdoba, Córdoba, 1987. 

viernes, 14 de noviembre de 2014

Elaboración del cuero en Montoro desde fines de la Edad Media al siglo XIX

No hay comentarios :
Artesanía del cuero en Montoro en la Casa Mohedo.
José Ortiz García
Desde la época medieval, toda la franja meridional de la península Ibérica y especialmente las provincias de Córdoba y Jaén, destacaron en el trabajo del cuero. Desde el siglo XV se produjo una avalancha de ordenanzas municipales expedidas por los diferentes concejos de la geografía peninsular, dirigidas a reglamentar aquellos empleos relacionados con la preparación, manipulación y trabajo de la piel.
Aunque carecemos de datos que nos lo confirmen, todo parece indicar que Montoro se encontraba entre los municipios que trabajaban y preparaban las pieles animales para su utilización en los diferentes usos industriales en la edad media, puesto que desde 1506 se tiene constancia de la existencia de una tenería en el término municipal de la zona, además del intenso surtido de piel que esta localidad llevaba aportando al mercado cordobés desde fines del siglo XV, según nos informa el profesor Córdoba de la Llave.
1.- LA PRODUCCIÓN DE LA MATERIA PRIMA.
Aunque resulta una obviedad repetirlo, la materia prima que se empleaba en la elaboración del cuero era la piel desollada del animal, especialmente de ganado vacuno, caprino y ovino. Esta presentaba tres capas fundamentales: La epidermis, dermis e hipodermis. La epidermis era la parte superficial de la piel en la que se encontraba la masa pilosa. La segunda capa la constituía la dermis, siendo ésta de la que iba a obtener el cuero. La dermis presentaba dos caras diferentes entre las que destacaba la inmediata a la epidermis denominada Flor, la cuál era fácil de identificar por su característico aspecto poroso sobre la superficie externa del cuero. Y por último encontramos la hipodermis, tejido subcutáneo de naturaleza adiposa, donde se concentraban todas las retículas grasas del animal.
Trabajo de manera artesanal del cuero en Montoro.
Las pieles que los artesanos locales utilizaban para sus quehaceres se adquirían fundamentalmente a través de las Carnicerías Públicas, bien de las existentes en el propio municipio o bien, de las presentes en otros pueblos comarcanos entre los que destacaban El Carpio y Aldea del Río. Debido al carácter de matadero público que tenían estas instalaciones, hasta ellas se desplazaban una amplia gama de ganado para la venta de su carne y cuero, principalmente al finalizar el otoño como consecuencia directa de la reducción de los pastos. Con esta disminución de la cabaña ganadera se pretendía controlar una excesiva reproducción de las animales según nos comenta para la zona catalana J. Torras.
En Montoro, la carnicería pública se encontraba situada en la calle de las Carnicerías junto a las Paraderejas. Este establecimiento, fue objeto de importantes obras y mejoras durante la segunda mitad del XVI y principios del XVII. En Junio de 1604, el Concejo montoreño entregó a Antón López Ramos, al aladrero Bartolomé Díaz Madueño y al carpintero Juan de Orgaz, 4.266 maravedíes por cimentar las carnicerías y reparar ciertas puertas y tajones de madera. El 2 de Noviembre de 1609, el Concejo de la villa mandó a varios albañiles a que reconocieran la fachada sur del adarve donde quedaba asentado el edificio. Éstos hallaron la pared en un estado deplorable que hacía urgente la necesidad de acometer obras por el peligro que existía de derrumbe de toda la portada meridional. En 1625 se volvieron a componer los tajones del matadero, con madera de álamo o de fresno procedente de la dehesa de Corcomé, que sustituirían los antiguos que hasta entonces habían utilizado los carniceros: dixeron que por quanto la carnicería desta villa y pressisa neçesidad de hazer obra y hurtar unos cimientos que hay y otros reparos que combienen se hagan luego y porque los propios no tienen dinero para ello acordaron se haga por quenta de la administración y que Bartolomé Díaz Madueño, administrador, diese para ello el dinero que fuese menester (…) dixeron que en la dicha carnicería ay neçesidad de taxones porque los que hay no se pueden serbir dellos y acordaron que Juan Ortiz, aladrero, vezino desta villa baya a la dehesa de Corcomé y de álamo o fresno corte dos taxones y los haga traer a esta villa y los adereze y ponga y también que fuere menester para las escarpias y lo que an ello hagan azelo pague el dicho administrador …”. A principios del XVIII se aprovechó para arreglar los edificios existentes en la plaza mayor de la localidad entre las que se encontraban estas dependencias.
La corambre solía ser adquirida por personas relacionadas con el gremio de materia gruesa, como eran zapateros y curtidores, a través de un contrato notarial. Estos compromisos tenían una validez anual, que se extendía generalmente desde el inicio del período de Carnaval al siguiente. Esta periodización posiblemente tenga lugar, como consecuencia directa de la Cuaresma, período religioso muy respetado en la época, y en el cual el consumo de carne quedaba relegado por otros alimentos, debido a los ayunos.
Ganado vacuno en el Cordel de las Vacas Bravas de Montoro. Inicios del S.XX. Archivo Hnos. Aguilar Pérez
Los cueros que se demandaban por medio de este tipo de convenios eran fundamentalmente de ganado vacuno, encontrándose entre la documentación utilizada numerosas alusiones sobre los pellejos de toro, buey, vaca y becerro. Conocemos algunos de los precios que ostentaba la corambre a mediados del siglo XVI, costando cada piel de toro, buey o becerro veinticinco reales de vellón mientras que la de vaca costaba veintitrés reales. En el siglo XVII, la cuantía se incrementa ascendiendo cada cuero de buey o toro a cuarenta y un reales de vellón, y el de vaca a treinta y un reales. A fines de esta centuria, la suma monetaria sigue aumentando hasta llegar a costar el pellejo de cada macho vacuno sacrificado unos diez ducados, y el de vaca en torno a los nueve. Todas las pieles de toro, vaca, buey valoradas, pertenecían a animales de más de tres o cuatro años de edad, ya que si no alcanzaban este tiempo tenían un coste algo inferior al referido.
Debido al gusto por los festejos taurinos que la sociedad de la época, algunos concejos peninsulares, entre los que se encontraba Córdoba, establecieron que sí alguno de estos animales servía de distracción popular, su carne se vendiera como carne mortecina. De hecho en 1505 la capital cordobesa prohibió cualquier tipo de práctica taurina en el interior de los corrales de las carnicerías, con motivo de que los carniceros propiciaban de forma clandestina juegos con estos animales antes de sacrificarlos. A pesar de que el peso de la carne de estos animales lidiados se abarataba, la piel parece que seguía valorada igual que una res sin capotear, ya que en el contrato que se estableció en 1601 entre Rodrigo de Ravé, obligado de las carnicerías, y los curtidores locales Antón García Bravo y Martín Ruiz Julián, se estipuló que también entraran en el compromiso cualquier tipo de cuero procedente de “los toros para lidiar el día del Corpus y San Juan de Junio”.
Pero además de cueros mayores, los artesanos locales también adquirían pieles de ganado menor aportadas principalmente por animales de la cabaña caprina. El abastecimiento de este tipo de rebaños a los mataderos públicos fue constante. Como ejemplo vemos el testamento que estableció un cabrero ante el escribano Juan de Vacas en 1580, en el cual encargaba la venta de sus cuarenta y cinco cabras al referido matadero, cuyas pieles se adquirirían por los artesanos de la zona. Otro caso de compra de ganado caprino lo encontramos en 1632, momento en el que tres vecinos de la localidad compraron a Martín Ramírez, 271 cabezas de machos cabríos por una suma de 9.485 reales.
El valor al que ascendían los pellejos de cabras a fines del siglo XVI era de diez reales y un cuartillo de real, y a fines del XVII e inicios del XVIII, por cada piel de cabra que procediera tanto de la villa como de lugares exteriores a la misma, había que satisfacer en concepto de arbitrio al arca de caudales de Montoro, ½ real de vellón.
Trabajos realizados en cuero de manera artesanal en la Casa Mohedo de Montoro
Aunque las anteriores eran las pieles más demandas por los curtidores, zapateros y otros artesanos del cuero, no hemos de olvidar que en el mercado local también se producía otro tipo de piel procedente del ganado ovino. El cuero de estos animales tenía la particularidad que se podía curtir con pelo (lana) para la elaboración de elementos dedicados a ciertas vestimentas y a objetos de guarnicionería (sillas de montar). Son numerosas las alusiones documentales que poseemos acerca de las adquisiciones de carneros por parte de vecinos de la villa, utilizados tanto para el sustento alimenticio de la familia, como para el aprovechamiento de su piel. Al principio del siglo XVII la cuantía por cada docena de cueros ovinos alcanzaba los diecisiete reales, según podemos apreciar a través del contrato establecido entre el abastecedor del matadero público de Aldea del Río y el curtidor montoreño Andrés Dejándola en 1602.
Por último nos hemos de referir al empleo de pieles de animales salvajes en la elaboración del cuero. A pesar de que no hemos tenido ocasión de constatar documentalmente referencias que aludan al uso peletero de animales tanto de caza mayor (pieles de cervuna o gamuza) y menor (liebres y conejos), de felinos (gatos cervales, rabudos o monteses), de animales salvajes (zorro, jineta, lobo, garduña, etcétera) y otros tantos de los que se tienen constancia en la capital cordobesa para la época medieval y moderna, hemos de tener en cuenta que en el término municipal de esta localidad abundaba este tipo de animales desde épocas ancestrales, puesto que la sierra de Montoro y de Andújar era famosa por encontrarse entre las mejores reservas de caza de la península y por haber disfrutado de la presencia de osos al menos hasta el siglo XIV. En las actas capitulares encontramos repetidas menciones sobre la cacería de lobos, zorros y otras alimañas en los montes del término, de lo que se deduce que la piel de estos se utilizaría también para la curtición debido a su elevada cuantía. Sabemos que a principios del XVII, un lobo mayor costaba entre los tres y cuatro ducados, un lobezno ocho reales y cada raposa tres reales, según quedó acordado en 1605 por el concejo montoreño. Esta decisión causó cierto malestar entre los ganaderos presentes que anteriormente por cada lobo mayor que se abatía en la sierra se pagaban cuatro ducados y por cada lobezno uno, con lo que la modificación de los precios precedentes causaría que la gente dedicada a esta actividad, aprovechara para cazar lobos en los meses de cría por la facilidad de encontrar camadas y un mayor número de animales mayores vinculado entre sí, dejando el resto del año este tipo de ocupación interrumpida por la dispersión de los mismos en detrimento de sus cabañas ganaderas.
Artículos realizados en la Casa Mohedo de Montoro.
Gracias a la información proporcionada a través de las guías de productos de 1744, sabemos que en el término montoreño también se utilizaban cutículas de reptiles, pues entre los expedientes nos aparecen repetidas alusiones a pieles de caimanes. Aunque su nombre nos induce a pensar en los grandes saurios de los ríos americanos y egipcios, en nuestra localidad lo hemos de poner en relación con los lagartos, ya que en el libro de Manuel L. Criado se hace alusión al antiguo nombre de la calle de la Cruz, antes del caimán, por la aparición de un enorme lagarto. “…Su antiguo nombre fue, la calleja o callejuela del Caimán, ignorando de un modo cierto su origen; pero cuenta la tradición, que en tiempos ya muy remotos, apareció un día en esta calle un lagarto de tan exageradas dimensiones, que causó el mayor espanto entre los vecinos, especialmente entre las mujeres, por creer que este reptil es enemigo encarnizado de su sexo. El lagarto, después de incesante persecución, no tardó en ser cogido y muerto por los mozos del barrio, clavándolo en la pared de un huerto de la Calleja, permaneciendo allí mucho tiempo. Desde entonces esta callejuela tomó el nombre del Caimán por confundir este anfibio con un lagarto…”. Hemos de añadir a esta aclaración que de ser cierta esta hipótesis se tratase de un lagarto ocelado, ya que es el reptil más grande y usual que existe en el término montoreño de esta especie. El empleo de este material en la realización de obras artesanales era frecuente en países americanos y anglosajones como nos indica Roy Thomson.
En último lugar citaremos las pieles de animales muertos, llamada en la época como piel mortecina. Estas procedían de cualquier vertebrado finado en el término cuya piel pudiese ser empleada en las labores de curtición. A modo de ejemplo citaremos el curtido del cuero de una yegua sacrificada de don Francisco Diego el día 1 de marzo de 1744.

lunes, 3 de noviembre de 2014

Evolución de la indumentaria cofrade penitencial en la Semana Santa; el caso particular de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno de Montoro.

No hay comentarios :
Nazareno de Montoro en la Plaza de Jesús a inicios del pasado siglo. Detalle de hermanos de
 luz vestidos con la tradicional túnica de Padre Jesús.
Francisco José Aguilar Pérez
La Semana Santa en España y más concretamente en Andalucía, es una manifestación religiosa multitudinaria en la que participamos gran parte de los andaluces, está enraizada en el ser y en el genio andaluz. El pueblo andaluz por antonomasia es emotivo, gustándonos manifestar nuestros sentimientos de forma colectiva y sin el rubor que experimentan más allá de nuestras fronteras; esa puede ser la razón por la que nuestras Semanas Santas tienen un sello especial a las del resto de España. Este sello diferencial puede ser debido seguramente también a nuestro clima benigno o a nuestro entorno natural sureño de una prodigalidad excepcional, especialmente en primavera cuando se celebra la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Cristo. Los montoreños que vivimos a orillas del Guadalquivir, no podemos estar ajenos a estas manifestaciones religiosas de nuestra tierra, más aún estando en un solar milenario, heredero de culturas que tanto valor le daban a divinidad como eje de la vida de los hombres.
¿Pero como surgieron las cofradías y como salían a la calle los antiguos cofrades montoreños en nuestra Semana Santa?. Las cofradías penitenciales de Semana Santa hunden sus raíces en el culto a la Pasión de Cristo iniciado a partir del siglo XIII en Italia, extendiéndose en las dos centurias siguientes por Francia, Alemania, Países Bajos y por la parte occidental de la cuenca mediterránea, coincidiendo en el tiempo con las grandes calamidades (guerras, hambrunas, pestes) que sufrían los europeos. Durante los siglos XIII y XIV las mentes supersticiosas de la época, achacaban estos desastres al castigo divino, apareciendo grupos que abogaban por la flagelación como única solución para aplacar la ira de Dios. Proliferaron por tanto cofradías o grupos de disciplinantes que se flagelaban o azotaban públicamente sobre todo el Jueves y Viernes Santo imitando los tormentos sufridos por nuestro Salvador el Hijo de Dios, así teóricamente conseguían la perfección del espíritu mortificando el cuerpo; era una forma de imitar a Cristo para redimir nuestros pecados, “fortificando el espíritu” como ellos decían.
Apóstol de Montoro en el Postigo a inicios del siglo veinte.
Fuente: Archivo Municipal de Montoro.
Hay que apuntar además, que los hermanos de las antiguas cofradías penitenciales, donde las Cofradías de la Vera-Cruz era las más importantes los había de dos clases; los hermanos de sangre o flagelantes, y los hermanos de luz, que portaban grandes velas o hachas encendidas acompañando el cortejo procesional. La visión de miles de hermanos cofrades de sangre y de luz por todas las poblaciones de la geografía española, ataviados con rudos sacos que dejaban la espalda al aire visiblemente ensangrentada y preservando su identidad con capirote o capillos de lienzo, ya de por sí dejaba al público impresionado. Pero si además, estas manifestaciones se realizaban generalmente a la caída de la tarde, con cirios o hachas encendidas, cantando letanías en el silencio de la noche, acompañados de bocinas o trompetas de metal que sonaban al compás de los chasquidos de los latigazos; la estampa de su contemplación dejaba al pueblo con el alma sobrecogida.
Una de las primeras cofradías penitenciales en Andalucía, sino la primera, fue la de la Vera Cruz de Sevilla, que según se cree y dice salió a la calle por primera vez en 1468, siendo aprobadas sus originarias reglas en 1501. Pero es a partir de la Concesión de indulgencias por el Papa Paolo III en 1536 a todos hermanos disciplinantes que participasen en las cofradías penitenciales, cuando se experimenta una dinamización espectacular de todas ellas, extendiéndose como reguero de aceite por lo largo y ancho de la geografía peninsular e hispanoamericana (variados y extensos países hermanos con los que nos unen fuertes lazos, no sólo en la lengua, sino también culturales y religiosos), sobre todo en el siglo XVI. El original de la concesión dicha bula llegó a la capital primada de España, de donde pasó a Sevilla el día 15 de mayo de 1539. La contrarreforma y el concilio de Trento tuvo mucho que ver en esta revitalización de las cofradías en el mundo cristiano, sobretodo en su afán de luchar contra el protestantismo.
Vamos a ver lo que pasó pocos años después en Montoro con todo lo dicho anteriormente. La cofradía más antigua en nuestra ciudad, como todos sabemos, es la de la Vera Cruz, erradicada en la Iglesia de Santiago desde sus orígenes, siendo auspiciadas con toda seguridad por los franciscanos establecidos en el Convento de San Francisco del Monte en la cercana Villa de Adamuz. La Cofradía de la Vera-Cruz, es junto a las cofradías de Nuestra Señora de las Angustias y la de Jesús Nazareno, las más antiguas que conocemos en Montoro.
Salida de Ntra. Sra. de las Angustias de Montoro la tarde del Jueves Santo de 1934.
Será en el largo mandato del Obispo de Córdoba don Leopoldo de Austria (1541-1557) tío del Emperador Carlos V, donde este proceso de expansión y potenciación de las cofradías penitenciales se acelera considerablemente, sobre todo para las cofradías de la Vera Cruz, coincidiendo con la terminación de la construcción de la Parroquia Mayor de San Bartolomé donde aún hoy en día se puede observar en la fachada que da a la plaza y en la base de la torre parroquial el escudo de este prelado cordobés. Hay que pensar en este momento, que la cofradía penitencial de la Vera Cruz montoreña estuviera funcionando algunos años antes de la aprobación de sus estatutos en 1554, pero lo más excepcional e interesante de nuestra cofradía es el hecho de que sus reglas por suerte para los montoreños son las más antiguas conservadas hasta el día de hoy en la provincia de Córdoba, dándonos una idea exacta de su funcionamiento. Estas reglas estuvieron a punto de desaparecer en el caos de ignorancia y salvajismo que se produjo en el pasado siglo, me estoy refiriendo a la Guerra Civil española de hace casi ochenta años, donde estuvieron a punto de desaparecer para siempre. Con gran acierto fueron sacadas de archivo parroquial de San Bartolomé a tiempo y felizmente recuperadas para el Archivo Diocesano, devolviéndoles el valor devocional e histórico que siempre tuvieron entre los montoreños, gracias en gran medida a los recientes trabajos y a la labor de investigación de don Manuel Nieto Cumplido y don Juan Aranda Doncel. Los montoreños tuvimos la suerte hace pocas fechas de tener en Montoro estas reglas en una exposición antológica celebrada septiembre de 2013 en la Iglesia de Santiago.
De estas reglas o estatutos sólo voy a entresacar lo que me interesa, remitiendo al lector inquieto por el tema al trabajo y conferencia realizado en 1991 por don Juan Aranda Doncel en los “III encuentros de historia local Alto Guadalquivir”, celebrados en Montoro en la Sala Capitular de nuestro Ayuntamiento titulada; “COFRADIAS PENITENCIALES Y SEMANA SANTA EN MONTORO DURANTE EL SIGLO XVI: LAS CONSTITUCIONES DE LA HERMANDAD DE LA VERA CRUZ”. En el presente número de esta revista “Cruz de Guía de 2014”, amablemente don Juan Aranda nos ha dejado reproducirlo íntegramente, por lo que le estamos muy agradecidos. Pero como digo, ahora sólo me centraré en estas reglas en lo tocante a la indumentaria de los primeros penitentes montoreños; nos dicen así las Reglas de la Vera Cruz de Montoro de 1554 al respecto:
“Otro sí ordenamos que todos nuestros hermanos y cofrades que son y serán en esta nuestra cofradía hagan a su costa cada uno una túnica de lienço blanco que cubra todo su cuerpo hasta los pies con un capirote del mismo lienzo puesto en la cara, por insignia una cruz verde. Y assimismo una disciplina de cáñamo con sus rosetas y ramales, según que en esta nuestra cofradía las tenemos. Y el nuestro prioste les mostrará para que el jueues de la cena cada uno tenga su aparejo y recado, y lo tengan para el dicho effecto y no dispongan dello y que ninguno lo pueda prestar a otro que no sea cofrade para que se discipline el Jueves sancto ni otro ningún día del año ni menos a salir el tal cofrade con ello otro día alguno fuera del jueues de la cena, si no fuere con licencia y parescer de nuestro prioste y officiales, so pena que el que lo tal hiziere pierda la dicha túnica y disciplina y pague mas en pena una libra de cera, todo para el arca de nuestra cofradía y costas que en ella son menester, esto por evitar murmuración y parescer del pueblo”.
En imagen las dos tomas más antiguas de una procesión en Montoro, fechadas en 1896, nos muestra como era la
procesión de Ntro. Padre Jesús Nazareno y Ntra. Sra. de los Dolores de Montoro.
Una vez sabida fehacientemente la indumentaria de los primeros cofrades montoreños del siglo XVI, recordado como se extendieron las primeras cofradías penitenciales en Europa y en mundo, así cómo analizado cómo, dónde y cuándo surgió la primera cofradía oficial en Montoro, vamos a ver ahora lo que ocurrió con la evolución de las demás cofradías a lo largo de los siglos. Nos centraremos pues, en la indumentaria de la también penitencial Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno de Montoro, vinculada estrechamente a la cofradía de la Vera Cruz en sus formas y maneras de procesionar sobre todo en los primeros años, pero distanciándose poco a poco de ella mediante un matiz menos radical. La Cofradía del Nazareno adopta otro espíritu más abierto y tolerante de ahí su éxito, siendo un auténtico catalizador y aglutinador de toda la ciudad de Montoro en las centurias siguientes y prácticamente hasta nuestros días. Dándonos una lección que nos debe llevar a entender que los radicalismos y fanatismos no llevan a ningún sitio, ni prosperan en el tiempo. Las cofradía de la Soledad de Nuestra Señora, también conocida con la advocación de las Angustias o Quinta Angustia son las segundas cofradía penitenciales de disciplinantes en aparecer. Las terceras en orden de antigüedad serán las de Nuestro Padre Jesús Nazareno, que son las que aquí nos interesan y que sin duda serán las que atraerán y acapararán en gran medida el fervor popular entre todas las capas sociales de finales del siglo XVI y comienzos del XVII en muchas poblaciones de ámbito hispánico. Un dato significativo es que a partir de su implantación todos los penitentes en la Semana Santa, pasan a llamarse nazarenos, eso nos dice mucho de su éxito.
Durante los recorridos de las cofradías de Jesús Nazareno en la mañana del Viernes Santo se introducen algunos elementos importantes de cambio, tanto en las formas como en la indumentaria, van descalzos y portan pesadas cruces de madera al hombro en imitación del camino del Calvario de Cristo en vez de flagelarse, van a su vez ataviados con túnicas generalmente moradas, con una soga de esparto ceñida al cuello y a la cintura, capirote o capillo del mismo color. La supresión de los disciplinantes en 1777 por Carlos III afectará radicalmente a las cofradías de sangre, especialmente a las cofradías de la Vera Cruz y potenciará a las cofradías menos radicales como las de Jesús Nazareno, el iniciador de este cambio en la Semana Santa será el Obispo Marcelino Siuri en 1718 con un rechazo frontal y crítica a la religiosidad popular bajo unos parámetros ilustrados, pero el brazo ejecutor en nuestra la provincia será el Obispo Miguel Ángel Cebrián que partir de 1742 intentará y algunas veces conseguirá erradicar algunas tradiciones asentadas a lo largo de los años anteriores. Después vendrían muchos más ataques a nuestra religiosidad popular en momentos puntuales de nuestra historia, tanto por parte de la autoridad eclesiástica como gubernamental, pero no quiero detener en ello, pues más bien mal si los montoreños hemos ido sorteando todos esos ataques y saliendo a la calle acompañando a nuestro querido Nazareno.
Túnica de Padre Jesús de Montoro a finales del S.XIX en esta fotografía de grupo.
Nuestra Cofradía Nazarena de Montoro como ya he esbozado, aparece casi con toda seguridad en los dos últimos lustros del siglo XVI o en los primerísimos años de XVII, su indumentaria que como hemos visto al principio consistía en túnica y capillo morado portando pesadas cruces al hombro como en todas las cofradía nazarenas de la época va a ir variando a lo largo de los siglos. La documentación gráfica más antigua de la que disponemos actualmente de una procesión en las calles de Montoro se remonta a 1896 y se nos presenta a esta Cofradía a su paso por la Plaza del Charco el Viernes Santo, es una doble toma de las destruidas imágenes del antiguo Nazareno y de la Dolorosa, no es una casualidad, pues era y es la cofradía más popular de Montoro. En estas dos tomas cuyo valor devocional e histórico es incalculable, se nos muestran la indumentaria nazarena de sus hermanos cofrades, indicándonos el arraigo que esta cofradía tenía entre los montoreños en aquellas fechas, dándonos una idea de la herencia que acarreaba y que se mantiene totalmente en la actualidad en sus aspectos fundamentales. En lo primero que reparamos en estas dos antiguas tomas fotográficas es en la existencia de dos tipos de nazarenos, ambos ya han perdido las pesadas cruces al hombros y los cubrerrostros de los orígenes de la Cofradía Nazarena, limitándose sólo a acompañar a sus imágenes titulares en un aparente desorden. Ambos tipos de nazarenos portan unos gruesos y altos velones o hachones, que la gran mayoría lleva sin encender a modo de báculo, ambos tipos de nazarenos portan también los típicos cordones que más tarde vamos a analizar y se diferencian unos de otros solamente en que unos llevan una especie de gran cuello de color oscuro con grandes solapas y los otros no, este último tipo es el que hoy podemos ver acompañando a la Cofradía y que se han mantenido. Esta distinción no sabemos actualmente porqué se daba, poseyendo con toda seguridad una explicación lógica, que actualmente por lo menos a mí se me escapa, dudando mucho que fuese un capricho de los cofrades del siglo XIX y comienzos del XX, algo los diferenciaba, ya fuese la clase social, o alguna función dentro de la Cofradía.
Cofrades con la túnica de Padre Jesús a finales del S.XIX. Fuente: Archivo José Meroño
Pero vamos a prestar atención a la indumentaria nazarena del Viernes Santo que ha llegado hasta nosotros, para ello voy a utilizar la estampa egregia de uno de los personajes más influyentes en la regeneración de la Semana Santa montoreña después de la Guerra Civil española y que le dio nombre a una de las composiciones musicales escrita por don Juan Mohedo Canales que más hondo han calado en el sentir de la Semana Santa montoreña; me refiero a don Juan García Cano. Esta antigua fotografía procede del archivo familiar de sus descendientes, fue publicada por primera vez en el “I álbum de la Antigua Semana Santa de Montoro”, que editó la Cofradía del Stmo. Cristo de las Penas padre en todos los Viernes Santos acompañando a sus Coros de Padre Jesús Nazareno, que dicho sea de paso él fue uno de los primeros en valorar, impulsar y rehabilitar, pues se encontraban totalmente perdidos a mediados de los años 80. Como podemos ver la indumentaria tradicional del hermano cofrade nazarenos montoreño que acompaña a su Cofradía durante la madrugada o tal vez es miembro del antiquísimos Coro de Nuestro Padre Jesús y María santísima de los Dolores, consiste en una túnica morada con cordones amarillo de yesca y portando hasta aproximadamente los años 50 un gran hachón de color amarillo. La túnica está compuesta de una gran abotonadura de pequeños botones morados en su parte frontal que partiendo del cuello llegan hasta los pies de la túnica talar.
La parte más noble de la indumentaria está generalmente compuesta por los cordones de yesca, que según la opulencia económica de su portador hacen más hincapié en los bordados de los detalles de la pasión de Cristo en sus tradicionales “canutillos” y sobre todo en su pecherín, que representa al nazareno con su túnica morada y su Cruz a cuesta, generalmente con una cara recordada en papel o tela haciendo la veces del rostro de Nuestro Salvador, rodeado de rosa bordadas con pequeñas lentejuelas y alambres artísticamente y primorosamente colocados. Este pecherín, representa al Nazareno en miniatura recogiendo a su vez el cordón de yesca que rodea el cuello del cofrade nazareno, realizando la función además de juntar los cordones que proceden del cuello, para a partir de él también volverlo a dividir y dirigirlo en dos ramales independientes a derecha e izquierda hasta caer por debajo de la cintura en forma paralela y siempre en el frontal de hermano nazareno en dos ramales hasta los pies. Con casi toda seguridad es una evolución de las antiguas disciplinas, pues estos ramales junto con el tercero que sale directamente del cinturón de los cordones de yesca, terminan en unos artísticos madroños que imitan este elemento de las antiguas disciplinas.
Los cordones constan como digo de dos piezas, una hace las veces de cinturón y del ramal central que cuelga de la cintura hasta los pies y la otra pieza consta de los cordones que rodeando el cuello del cofrade y siguen en dos ramales más a izquierda y derecha pasando muy abiertos por el cinturón y colgando en conjunto los tres ramales desde la cintura hasta casi el suelo. Terminan los tres ramales en una especie de gran enrejado de borlas moradas y amarilla, llamadas en Montoro “madroños” como he dicho. Decir también que el cinturón tiene anudados un número variable de pasadores o hebillas moradas en pequeños tramos y terminando en un primoroso enganche.
Detalle de los cordones.
Fuente: Francisco Aguilar
Detalle de los canutillos.
Fuente: Francisco Aguilar
Los cordones constan como digo de dos piezas, una hace las veces de cinturón y del ramal central que cuelga de la cintura hasta los pies y la otra pieza consta de los cordones que rodeando el cuello del cofrade y siguen en dos ramales más a izquierda y derecha pasando muy abiertos por el cinturón y colgando en conjunto los tres ramales desde la cintura hasta casi el suelo. Terminan los tres ramales en una especie de gran enrejado de borlas moradas y amarilla, llamadas en Montoro “madroños” como he dicho. Decir también que el cinturón tiene anudados un número variable de pasadores o hebillas moradas en pequeños tramos y terminando en un primoroso enganche. Después del pecherín con la efigie del Nazareno en miniatura, le sigue en calidad artística y trabajo artesanal nos tradicionales “canutillos morados”, en número variable generalmente de 6 a 9 en ellos se presentan elementos de la Pasión de Cristo, bordados en hilo finísimo de color amarillo perfilados los motivos en hilo rojo. Estos canutillos son móviles y se sitúan en los tres ramales que partiendo de la cintura del cofrade y de la forma más simétrica posible llegan hasta la red de madroños en los que terminan los tres ramales.
Detalle de los canutillos
Fuente: Francisco Aguilar
Parte central bordada a mano
Fuente: Fancisco Aguilar
La túnica que nos está sirviendo de modelo presenta 9 canutillos (ver fotografías), en los que están bordados los siguiente elementos que tradicionalmente van asociados a la pasión de Nuestro Señor Jesucristo, son los siguientes; Escaleras, tenazas, Cruz, Gallo, Columna, Jarra, Corona de Espinas, rama de flagelo y lo que parecen ser unas llagas. El último elemento en añadirse a la indumentaria de los hermanos cofrades del Nazareno montoreños ha sido la corona real, que portan en el brazo izquierdo y por debajo del hombro desde que la Cofradía del Nazareno ostenta el título de Real, a finales de la década de los años 20 del siglo pasado. Mi intención al escribir esta colaboración en la revista Cruz de Guía 2014 es en primer lugar llamar la atención a todos los montoreños para que todos valoremos la carga histórica que conlleva la indumentaria de los hermanos cofrades de Padre Jesús, que quizá por estar todos habituados a verlos en nuestra calles el Viernes Santo perdemos la perspectiva histórica y devocional que arrastra esta tradición secular, que ha sobrevivido contra viento y marea a los avatares de nuestra historia, valorar el trabajo artístico que llevan y reflexionar sobre la devoción y cariño tan extremo que desde antiguo le profesamos los montoreños a Nuestro Padre Jesús. Es para mí además un orgullo dar a conocer públicamente los artísticos cordones que durante tantos años mi padre portó acompañando a su Nazareno y cantando en sus Antiquísimos Coros. Quiero llamar la atención sobre la nefasta costumbre que hay en muchas familias de amortajar a sus seres queridos con una joya tan preciada como son sus artísticos cordones de yesca, es un gran error que ha hecho que perdamos para siempre unas piezas que su sitio y lugar lo tienen acompañando a Nuestro Padre Jesús en la madrugada y mañana de Viernes Santo montoreño.